Entre los cuentos populares más famosos, encontramos este, el de ‘Jack y las habichuelas mágicas’, un cuento de tradición oral originario de Gran Bretaña, que nos habla de resolución de problemas y valores como el coraje. Su verdadero título es ‘Jack and the Beanstalk’, y es tan popular, que ha inspirado a lo largo de la historia numerosas obras de teatro y hasta películas. Este cuento inglés fue publicado por primera vez en el siglo XVIII, aunque su versión más conocida fue escrita por Joseph Jacobs en 1890. Aquí encontrarás el cuento y reflexiones sobre los mensajes que transmite.
TIEMPO DE LECTURA: 7 MINUTOS Y MEDIO
El famoso cuento de Jack y las habichuelas mágicas
Jack era un niño soñador y algo distraído, pero también decidido e ingenioso. Vivía junto a su madre en una casa a las afueras del pueblo. Eran muy pobres, y subsistían gracias a los productos del campo y a la leche que daba su vaca, ‘Milky-White’.
Llegó un invierno muy duro, y se echó a perder todo lo que plantaron. Se quedaron sin nada, excepto su preciada vaca. Pero el animal dejó de dar leche, y la madre de Jack, que no tenía dinero para comprar comida, tomó una dura decisión:
– Jack, lleva a ‘Milky-White’ al mercado y véndela. Necesitamos dinero para comer…
El niño obedeció, y tomó el camino hacia la aldea, pero a mitad de trayecto, se encontró con un misterioso anciano que le dijo:
– Me gusta mucho esa vaca que llevas, muchacho. ¿Me la venderías?
– Sí, claro. Justo iba al pueblo a venderla. Mi madre y yo necesitamos dinero. ¿Cuánto me ofrece por ella?
– Verás, no tengo dinero, pero sí unas habichuelas mágicas. Con ellas, podrás conseguir todo el oro que desees. Solo tienes que plantarlas y regalarlas un poco.
El chico se quedó pensativo. ¿Cambiar su vaca por unas habichuelas? ¿Y si aquel hombre le engañaba? Sin embargo, tomó una rápida decisión. Quería creer aquella historia. Al fin y al cabo, si fuera cierta, no tendrían que preocuparse nunca más por el dinero.
– De acuerdo, te vendo la vaca.
– Te daré cinco habichuelas mágicas. Con ellas tendrás suficiente para no tener que pasar hambre nunca más- dijo el hombre.
Jack y las habichuelas mágicas: el castillo blanco
Jack se guardó las cinco habichuelas: cuatro en el bolsillo y una en la boca. Cuando llegó a su casa, su madre salió a su encuentro:
– ¿Ya vendiste la vaca, Jack? ¡Qué rápido! Y dime, ¿cuánto dinero te dieron?
– La vendí por unas habichuelas mágicas, madre… Con ellas, ya no tendremos problemas de dinero nunca más- dijo Jack al tiempo que le mostraba a su madre las cuatro habichuelas que había guardado en su bolsillo.
– ¿Cómo dices? ¿Me tomas el pelo? ¿Que has cambiado nuestro bien más preciado, nuestra ‘Milky-White’ por cuatro miserables habas? ¿Estás loco? ¡Oh, Dios mío! ¿Y ahora qué vamos a hacer? ¡Ya no tenemos nada! ¡Moriremos de hambre!
La madre de Jack estaba tan enfadada, que encerró a su hijo en su cuarto y tiró las habas por la ventana antes de cerrar la puerta.
Jack tenía mucha hambre, así que ese día cenó la habichuela que se había guardado en la boca. Muy triste y algo decepcionado, se durmió. Pero al día siguiente, al mirar por la ventana, vio una enorme planta que había crecido justo en el lugar en donde cayeron las habas que arrojó su madre el día anterior.
Sin pensárselo dos veces, empezó a trepar por ella. Y subió, subió y subió hasta llegar a las nubes. Justo allí comenzaba un camino estrecho y blanco. Largo, muy largo, y él lo siguió, seguro de ir por buen camino. Estaba convencido de que aquel anciano no le había engañado, y quería demostrárselo a su madre. Al final del camino se levantaba un enorme castillo blanco.
Jack y las habichuelas mágicas y el ogro del castillo
Jack subió la escalinata del castillo y entró. Lo primero que vio fue la cocina. Allí una mujer preparaba unas migas en la sartén. Y Jack, que tenía mucha hambre, le pidió algo de comer.
– Señora, ¿podría comer algo? ¡Tengo mucha hambre!
– ¡Pero bueno! ¡Un niño! ¿Qué haces tú aquí? ¡Como te vea mi marido, estás acabado! Es un ogro con muy mal carácter, y le encanta desayunar niños gorditos…
– Bueno- respondió Jack sin ningún miedo- Pues si me da de desayunar, engordaré, y a su marido le encantará que esté más gordito…
La mujer le dio entonces un buen plato con migas, y justo cuando oyó que se acercaba el ogro, ayudó a Jack a esconderse en el horno.
– ¿Qué me has preparado de desayuno, mujer?- preguntó el terrible ogro.
– Unas deliciosas migas… Siéntate a comer tranquilo- dijo su mujer.
– Espera… ¿No lo hueles? Uuuuh…. ¡huele a carne de niño!- bufó el ogro eufórico.
– No, que va. Es el olor del último niño que te comiste. Aún no limpié el horno- dijo la mujer disimulando.
El ogro entonces se sentó, puso un enorme saco sobre la mesa y comenzó a contar monedas de oro mientras desayunaba.
– Saldré un rato. Da de comer a la gallina de los huevos de oro y guarda mi arpa dorada- dijo el ogro.
En cuanto salió de la casa, Jack salió de su escondite, aprovechando que la mujer había abandonado la cocina. Agarró el saco de monedas de oro y buscó a la mujer del ogro. Vio que alimentaba a una gallina y que guardaba en su delantal… ¡un huevo de oro! Después la mujer fue a la habitación del ogro. Allí había un arpa de oro, y ella lo guardó en un enorme baúl.
Jack y las habichuelas mágicas: la gallina de los huevos de oro
Jack salió corriendo con su saco de monedas de oro y recorrió de nuevo el camino blanco. Después bajó por la enredadera de enormes hojas de la habichuela, pero el saco pesaba tanto, que se le cayó, y todas las monedas cayeron como lluvia sobre el suelo. Su madre, que vio aquello, pensó que era un milagro.
Justo en el momento en el que Jack puso un pie sobre el suelo, la planta de las habichuelas mágicas desapareció.
Jack y su madre no pasaron calamidades durante mucho tiempo, pero el dinero se acabó, y Jack comenzó a pensar…
– ¿Y si riego el lugar donde cayeron las habichuelas? ¿Volverían a germinar?
No tenía nada que perder, así que lo intentó. Regó la tierra justo en el lugar en donde cayeron en su día las habichuelas, bajo su ventana, y al día siguiente… ¡magia! ¡La planta trepadora había crecido de nuevo!
Jack subió y subió por el tallo de la planta hasta llegar a las nubes, y tras el largo y estrecho camino blanco, volvió a llegar al enorme castillo del ogro.
– ¿Otra vez tú?- preguntó la mujer del ogro al verlo.
– Sí, te echaba de menos…- dijo meloso el niño.
A la mujer le caía muy bien aquel niño tan bien educado, así que decidió darle de desayunar y le ayudó de nuevo a esconderse en el horno antes de que llegara su marido.
– Uuuuuh! ¡Huelo a carne de niño!- dijo el ogro al entrar en la cocina.
– No, que va. Eso es porque aún no limpié el horno y quedó el olor del último niño que te comiste- dijo su mujer.
El ogro se sentó a desayunar y luego salió del castillo. Jack aprovechó para ir al granero a por la gallina de los huevos de oro y corrió a su casa con pies ligeros. Al llegar abajo, la planta desapareció.
Jack y las habichuelas mágicas: El arpa de oro
¡Qué contenta se puso su madre con aquella gallina!
– Con este animal, no pasaremos hambre nunca más- dijo eufórica la madre de Jack.
Pero el chico no podía dejar de pensar en ese arpa tan bonita, que además tocaba sola. ¡Cómo le gustaría tenerla! Sin pensarlo más, volvió a regar la tierra bajo su ventana, a la espera de que la planta volviera a crecer sobre las habichuelas mágicas. Y así fue. A la mañana siguiente, las habichuelas mágicas habían germinado y la enredadera de hojas llegaba hasta las nubes.
La mujer del ogro no se sorprendió ya al ver a Jack.
– ¿Has vuelto? Tienes que tener cuidado, ya sabes que mi marido tiene buen olfato…
El niño se volvió a esconder en el horno. El ogro, al entrar en la cocina, comenzó a olfatear todo:
– Uuuuuu! ¡Huelo carne fresca de niño!
– Te pasa como otras veces- dijo su mujer- Tienes el olfato demasiado fino, y aún hueles el último niño que te comiste…
El ogro desayunó tranquilo, y después pidió el arpa dorada.
– Toca, arpa- dijo. Y el arpa comenzó a tocar.
La música era tan dulce, que el ogro se durmió en un ‘santiamén’ y Jack aprovechó para salir de su escondite. Pero cuando agarró el arpa, ésta comenzó a gritar:
– ¡Socorro, amo, que me roban!
El final de las habichuelas mágicas
El ogro despertó, y Jack comenzó a correr con el arpa en las manos. Como era más ágil que el ogro, llegó antes que él a la planta, pero justo cuando iba por la mitad, la enredadera comenzó a sacudirse con violencia.
El ogro también bajaba por ella. Pero entonces, la madre de Jack salió de la casa, alertada por el ruido.
– ¡Jack, hijo! ¿Qué haces ahí arriba en esa planta?
– Corre, mamá, trae el hacha y corta el tallo de la planta- dijo mientras seguía bajando.
Su madre hizo lo que su hijo le dijo. Jack dio un salto y aterrizó sobre tierra firme, justo en el momento en el que la planta se partió en dos. El ogro cayó desde gran altura, e hizo un agujero en la tierra al caer tan grande, tan grande, que no le volvieron a ver nunca más.
De esta forma, Jack y su madre pudieron vivir holgadamente, gracias a la gallina de los huevos de oro, y Jack disfrutó desde entonces de la celestial música del arpa mágica, que pronto se acostumbró a su nuevo propietario. Nunca más volvió a usar Jack las habichuelas mágicas.
Qué temas puedes trabajar con el cuento de Jack y las habichuelas mágicas
Utiliza este cuento inglés tan popular, ‘Jack y las habichuelas mágicas’, para reflexionar acerca de:
- La resolución de problemas.
- El pensamiento positivo.
- La confianza y las ilusiones.
- El ingenio para resolver problemas.
- La fe y la esperanza.
- La avaricia y sus consecuencias.
- El valor del coraje.
Reflexiones sobre el cuento de Las habichuelas mágicas
Este popular cuento inglés, ‘Jack y las habichuelas mágicas’, se ha convertido en todo un símbolo en muchos sentidos. Nos recuerda que siempre hay una solución para los peores problemas, que el milagro puede llegar si crees, que no puedes escapar de los problemas sino que debes solucionarlos, que el ingenio y el coraje nos puede ayudar a buscar una salida y que la avaricia puede ser muy peligrosa:
- Confía y ten esperanza. Todo tiene solución: En ‘Jack y las habichuelas mágicas’, la situación de Jack y su madre era muy, pero que muy complicada. No tenían nada que comer y solo les quedaba una vieja vaca que ya no daba leche. La madre de Jack estaba desesperada, pero Jack no perdió la esperanza, ni mucho menos la capacidad de confiar en los milagros. De hecho, decidió creer la extraña e inverosímil historia de un desconocido sobre las habichuelas mágicas, que le ofrecía la solución a sus problemas solo si era capaz de creer en lo imposible. Y Jack decidió creer. Su madre, que ya no tenía ilusiones, se enfadó mucho. Pero el niño siguió creyendo. Y lo imposible, sucedió.
- La magia de los sueños que se hacen realidad: Sí, en ‘Jack y las habichuelas mágicas’, los sueños se cumplen. Y Jack, que apostó por creer, vio cómo su fe daba frutos, cómo su pensamiento positivo daba lugar a una alternativa, un nuevo camino, una opción para salir del triste mundo en el que vivían. Por eso, Jack no tuvo miedo. Al fin y al cabo, no tenía nada que perder. Y subió por aquella extraña y desconocida planta, sin saber a dónde le podía llevar.
«La esperanza, la fe, y el pensamiento positivo, son alimento indispensable para alcanzar nuestros sueños»
(Reflexiones sobre el cuento de Jack y las habichuelas mágicas’)
Más reflexiones sobre Jack y las habichuelas mágicas
- Se avanza sin miedo: Si Jack hubiera tenido miedo, no hubiera subido por la planta de las habichuelas mágicas, y nunca habría conseguido resolver su problema. Pero fue decidido, se armó de coraje. La necesidad también contribuyó para que lo intentara. Pero sobre todo, la falta de miedo ante ese extraño camino entre las nubes, ni ante la imagen de la mujer del ogro. Tampoco tuvo miedo encerrado como estaba en el horno, con un terrible ogro cerca, olisqueando la estancia. Y esto fue lo que le ayudó a conquistar su sueño, a hacerse sin más con el saco con monedas de oro, y sobre todo, a regresar más adelante, aún sabiendo el peligro que esto suponía.
- Cuidado con la avaricia: En ‘Jack y las habichuelas mágicas’ también hay un mensaje de prudencia y advertencia. Cuando Jack consiguió zanjar el problema económico por el que pasaban, cuando ya no necesitaba más dinero, decidió volver por el arpa de oro. Ya no era necesidad, sino capricho, o avaricia… Por eso, ese viaje estuvo a punto de costarle la vida, y solo con ayuda de su madre, consiguió librarse del ogro. Estuvo a punto de echar por tierra todo lo que había conseguido, y aunque al final consiguió salirse con la suya, aprendió la lección, y ya no volvió a ‘tentar a la suerte’, ni a utilizar la planta de las habichuelas mágicas. Pronto entendió que era solo una vía a utilizar por necesidad.
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