‘La batalla de la vida‘, es una historia de amor escrita por Charles Dickens y entendida como cuento navideño. Una historia que habla del triunfo del amor a pesar de los obstáculos. Aquí encontrarás una versión resumida, una adaptación del cuento de Dickens. Es un relato largo pero que merece realmente la pena leer.
TIEMPO DE LECTURA: 22 MINUTOS
Un cuento de Navidad sobre una historia de amor: La batalla de la vida
Durante mucho tiempo, en aquella colina verde quedaron resquicios de la gran batalla, aquella que acabó con la vida de tantos hombres, que tiñó de rojo el verde prado… El tiempo cubre esas heridas pero no las borra. Las alondras volvieron a cantar, pero durante años, las hojas del maíz mostraban manchas de un verde oscuro que siempre hacían recordar aquella terrible lucha. Los hombres las miraban con horror, porque sabían que bajo este fértil prado, había montones de hombres y caballos enterrados.
El tiempo siguió pasando y estas huellas se fueron borrando, hasta quedar tan sólo las historias y ‘cuentos’ que narraban los ancianos.
Se recuerda esta historia, la de dos hermanas que una mañana de otoño bailaban en el prado junto a su casa, bajo la alegre mirada de los campesinos que en ese momento recogían manzanas. Tan contentas estaban las bailarinas, que arrastraron a todos los demás en su alborotado baile. Terminaron entre aplausos y ovaciones, en esa alegre jornada en el campo.
El doctor Jeddler, padre de las chicas, salió algo enfadado para comprobar quién causaba tanto alboroto, pues era este hombre muy filósofo pero nada musical…
– ¿De dónde viene esa música? ¡A qué viene tanto alboroto?- protestó él.
– Tal vez, sea, padre, porque alguien cumple años… – dijo Marion, su hija menor.
– ¡Es tu cumpleaños! ¡Eso es!- y diciendo esto, le dio un sonoro beso a su hija- ¿Pero conseguiste a los músicos?
– Fue Alfred, él envió a los músicos- Dijo entonces Grace, la hija mayor, al tiempo que colocaba unas florecillas silvestres en el pelo de su hermana- Está claro que le importa Marion…
– ¡Calla, no digas nada ya de Alfred!- protestó su hermana.
– No pasa nada, hermanita, no te asustes no te burles nunca de un corazón sincero como el de Alfred…- Añadió Grace.
– ¿Y si yo no quiero que sea tan sincero?- protestó Marion.
Grace le llevaba cuatro años a su hermana, y desde que se quedaron sin madre,. ejercía sobre ella con ternura un vínculo protector. Su hermana menor, por su parte, admiraba a Grace, la adoraba. Y todo, bajo la tierna mirada de su padre, un hombre muy bondadoso.
«El tiempo cubre esas heridas pero no las borra»
(La batalla de la vida)
La batalla de la vida: la llegada de Alfred
En ese momento llegaron los abogados Snitchey y Craggs. Snitchey era el más hablador de los dos. Craggs era más frío y seco en sus comentarios.
– ¿Dónde está Alfredo?- preguntó el padre de las jóvenes.
– Vendrá un poco más tarde- dijo entonces Grace.
Entonces entró un joven apuesto, vestido para un viaje, y seguido por un porteador, llevando varios paquetes y cestas. Llegó con un aire de alegría.
– ¡Feliz regreso, ‘Alf’- saludó el doctor Jeddler. Luego apretó con fuerza la mano de Snitchey y Craggs.
– ¿Dónde está el cielo más hermoso?- preguntó buscando con la mirada a la joven Marion. Al fin la localizó y fue a saludarla. Después saludó a Grace.
Todos se sentaron a la mesa y comenzaron a comer, al tiempo que recordaban en sus conversaciones, la gran batalla.
– Fue un día como hoy- dijo entonces el doctor Jeddler- En este terreno donde ahora estamos sentados. En donde mis hijas bailaban hace un momento… Bajo nuestros pies hay un cementerio de huesos y polvo.
– ¡Fue hace mucho tiempo! Y sin ningún resultado… insinuó Alfred.
– Sí, en eso estamos de acuerdo, joven Alf, en que las guerras son una tontería… Estúpido, derrochador, positivamente ridículo- dijo el doctor.
– Digo, señor- respondió Alfred- que el mayor favor que usted podría hacerme a mí, y me inclino a pensar también a usted mismo, sería intentar a veces olvidar esto, lo del campo de batalla, y otros similares, en ese campo de batalla más amplio de la Vida.
Creo además, señor Snitchey, dijo Alfred dirigiéndose ahora al abogado- que hay silenciosas victorias y luchas, grandes sacrificios de uno mismo y nobles actos de heroísmo, en ello, incluso en muchas de sus aparentes ligerezas y contradicciones, no menos difíciles de lograr, porque no tienen crónica social, hecho todos los días en rincones de hogares pequeños y en los corazones de hombres y mujeres.
Las dos hermanas escuchaban a Alfred con mucho interés.
– Ay, Alfred… Me temo que a pesar de todas estas conversaciones, en menos de tres meses en tu viaje para completar tus estudios de medicina, nos habrás olvidado… – dijo el doctor- ¿Verdad, Marion?
La joven pareció decir, jugando con su taza, que sí, mientras que Grace, apretó su mejilla contra la de su hermana y sonrió.
Los abogados sacaron unos papeles que Alfred y el doctor firmaron. De esta forma, el joven Alf dejaba de estar tutelado por el doctor. Antes de partir, Alfred habló con Grace para pedirle que cuidara de Marion, su gran amor. Luego se acercó a la menor de las hermanas:
– Cuando regrese y te reclame, querida, y la brillante perspectiva de nuestra vida matrimonial se presente ante nosotros, uno de nuestros principales placeres será hacer feliz también a Grace, tu hermana, y devolverle todo lo que nos está dando- dijo Alfred.
El joven finalmente se fue y Marion quedó allí muy callada, con los ojos llenos de lágrimas.
«Hay silenciosas victorias y luchas, grandes sacrificios de uno mismo y nobles actos de heroísmo hecho todos los días en rincones de hogares pequeños «
(La batalla de la vida)
Segunda parte de ‘La batalla de la vida’
Snitchey y Craggs compartían oficina, siempre estaba abierta. Sus respectivas mujeres, con sus más y sus menos, se llevaban bien, y ambas consideraban al despacho en donde trabajaban sus maridos, su enemigo común. Atendían en ese momento a un cliente de unos treinta años, Michael Warden, angustiado porque acababa de perder todo lo que tenía, y según los abogados, debía partir al extranjero para huir de las deudas.
– ¡Estoy arruinado con treinta años!- se quejaba el hombre- Y por si eso no fuera ya suficiente… ¡además estoy profundamente enamorado!
– ¿Enamorado? ¿Será de una dama rica?- preguntó Snitchey.
– No, no es rica… salvo en belleza, eso sí.
– Al menos estará soltera- consultó Craggs.
-Sí, eso sí- respondió Warden.
– ¿No será una de las hijas del doctor Jeddler?- preguntó Snitchey.
– Esa misma- respondió él.
– ¡Pero eso no puede ser! ¡Está comprometida!– exclamó asombrado Craggs.
– Bueno, ¿y qué muchacha de su edad no cambia de opinión?- dijo entonces el recién arruinado joven- Señores, no se metan en temas del amor. Pienso conseguir a esta joven. Nunca me la llevaría sin su propio consentimiento, pero lucharé por ella.
– No hay nada de ilegal en ello- dijo entonces Craggs.
– No puede, señor Craggs- apuntilló Snitchey, evidentemente ansioso y desconcertado- Él no puede hacerlo, señor. Ella adora al señor Alfred!
– No lo asegure tanto- le cortó Warden- Hace unos meses estuve allí unos días y ella no mencionó ni una vez a Alfred. Era muy joven cuando contrajo compromiso… por su hermana mayor, que le animó a hacerlo. Pero puede que ella se haya enamorado de mí, como yo me he enamorado de ella.
– Insisto- dijo Snitchey- que ellos se aman. Se conocen desde niños…
– Y es por eso que tal vez sienta amistad y no amor como usted piensa- dijo entonces Warden- ¿Cuándo debería abandonar el país?- preguntó entonces.
– En una semana como mucho- insinuó Craggs.
– Un mes, en un mes, si no consigo el amor de Marian, me iré.
– Una demora muy larga- recalcó Cragg- Pero usted tiene la última palabra.
Y Warden partió, mientras los dos amigos se miraban asombrados, recordando las recientes palabras de Alfred en aquel desayuno de cumpleaños.
– Nuestro amigo Alfred habla de la batalla de la vida– sacudió la cabeza Snitchey- Espero que no lo maten temprano en el día.
«»Tal vez sienta amistad y no amor como usted piensa»
(La batalla de la vida)
El encuentro de Marion y Michael en ‘La batalla de la vida’
Lejos, en un pequeño estudio, Grace cosía mientras su hermana leía frente a su padre un libro. Clementine, la criada, entró contenta y llamó al doctor, para decirle que había llegado una carta de Alfred. Volvería muy pronto.
– ¡Qué contenta estoy, señor! ¡Pronto habrá boda en esta casa! ¡Y será en Navidad!
– Clementine, no lances campanas al vuelo. Les daré yo la noticia a las chicas- dijo el doctor.
Y entrando de nuevo en el cuarto, les dio la buena nueva.
-¿Pero ya?- exclamó Marion asombrada.
– ¡Qué ilusión más grande!- dijo entonces Grace.
– En un mes más o menos, creo- dijo su padre.
Marion mostraba una sonrisa triste, mientras su hermana daba brincos de felicidad. El doctor tampoco podía ocultar su alegría de volver a ver a su antiguo alumno.
Por su parte, Clementine se retiró a la cocina, y mientras hablaba con el bueno de Britain (también al servicio de la familia), escuchó un ruido.
– ¿Has oído? ¡Un ruido fuera!- dijo Clemetine.
– Será un gato, mujer- insinuó Britain.
– Iré a echar un vistazo- dijo entonces Clementine.
¡Qué sorpresa al salir sigilosa y al ver en el jardín la figura de Marion! Parecía hablar con alguien.
– Warden, te van a descubrir…deberías buscar un escondite y decirme dónde para ir hasta allí.
Clementine no podía salir de su asombro… ¡Su pequeña Marion se estaba viendo con otro hombre!
Ella le tomó de la mano con pasión y ambos se abrazaron. Clementine decidió retirarse y entró de nuevo en la cocina.
– ¿Ves como no era nada, mujer?- dijo Britain.
Clementine seguía anonadada ante tal descubrimiento. Estaba pálida y temblaba de pies a cabeza. Decidió esperar a que volviera Marion, y envió a Britain a dormir. Cuando vio llegar a la joven, con la mirada iluminada y las mejillas sonrosadas como pétalos de flor, le dijo:
– Es poco lo que sé, querida, muy poco; pero sé que esto no debería ser así. ¡Piensa en lo que haces!
– Lo he pensado muchas veces- dijo Marion suavemente.
– Piensa en tu padre, tu hermana, en el pobre Alfred, enamorado como está de ti.
– Tengo que ir, Clementine, tengo que hablar con él. ¿Vendrás conmigo o iré sola?
Clementine decidió acompañarla. Los jóvenes hablaron por mucho tiempo y él se despidió besándole la mano.
– Clementine, amiga, debes guardarme el secreto– pidió entonces Marion al volver a casa.
Y su amiga, confidente desde que era niña, tuvo que asentir con la cabeza.
«Clementine seguía anonadada ante tal descubrimiento. Estaba pálida y temblaba de pies a cabeza».
(La batalla de la vida)
La batalla de la vida: El día de Navidad
Y llegó el día. La sala adornada con guirnaldas, decorada de Navidad. Con un ambiente jovial, alegre. Era una tarde fría de invierno y el doctor estaba ansioso ante la inminente llegada de Alfred. Grace ayudaba con los preparativos, mientras Clementine no podía dejar a una pálida y triste Marion. Grace terminó de hacer para su hermana una corona con las flores favoritas de Alfred, tal y como ella recordaba.
– La próxima que haga, será la de tu boda– le dijo. Marion sonrió y la abrazó.
Cada vez llegaron más personas a la fiesta. Todas felicitando a Marion por el regreso de su supuestamente amado Alfred. También llegó Craggs con su esposa, pero la esposa de Snitchey llegó sola.
– Ya sabes, la dichosa oficina- le dijo al doctor a modo de excusa.
– ¡Dichosos negocios!- exclamó aturdido él.
Comenzó el baile junto a la chimenea, y un rato después, llegó Snitchey. Tomó por el brazo a su compañero de bufete y le dijo:
– He estado con él… mucho rato. Ha firmado los papeles… Partirá esta misma noche, en su barca.
– ¿Y no ha vuelto a mencionar?…
– No, no ha dicho nada- sentenció Snitchey.
Ambos sabían que se refería a Marion, que en ese momento pasaba junto a ellos y cruzaba la habitación en busca de su hermana.
– ¡Cállate!- dijo cauteloso Scragg- No menciones nombres y no dejes que parezca que estamos hablando de secretos.
El doctor, por su parte, estaba impaciente. A cada momento preguntaba a Britain si había llegado su querido Alfred.
– De momento no he oído nada, señor- respondía él constantemente.
Pasaron los minutos y de pronto Jeddler vio una luz tras los cristales. Era la luz de un carruaje. Sí, fuera, el coche de Alfred llegaba a la casa. Él se bajó con cuidado. Había escarcha en el césped, y estaba nevando. Pero antes de llegar, escuchó un sonoro grito dentro de la sala. Se abrió la puerta y llegó Grace, con la cara desencajada.
– ¡No está, Alfred! ¡Se ha ido!
– ¿Qué? ¿Qué dices? ¿De quién hablas?
Grace le tomó la mano, mientras llegaba su padre con una hoja en la mano.
– Alfred, se ha ido… Marion se fue. Ha dejado por escrito que la perdonemos por lo que hace…
Un revuelo tremendo siguió a esta escena, susurros, cuchicheos… Alfred, con la cara desencajada, pidió una linterna. Quería buscar las huellas de su amada, seguirlas, encontrarla. Pero no había huellas. La nieve las había borrado…
Tercera parte de ‘La batalla de la vida’
Pasaron seis años desde esta fatídica noche. Clementine y el bueno de Benjamin Britain se habían casado y juntos inauguraron una posada llamada el ‘Rallador de Nuez Moscada’.
Ambos estaban felices por tener su propio negocio. Clementine escuchó decir a los abogados que el señor Warden seguía en el extranjero… Hablaba la pareja en el bar de su posada cuando de pronto llegó un cliente. Un caballero vestido de luto, con capa y botas como un jinete a caballo, estaba de pie en la puerta del bar. Clementine le miró sobresaltada. Le recordaba a alguien…
– Bienvenido- se apresuró a decir Britain- Si me acompaña, le enseñaré arriba la mejor habitación que tenemos.
– Antes me gustaría tomar una cerveza- dijo el recién llegado- Por cierto… les oí mencionar el nombre del doctor Jeddler cuando entré. ¿Sigue vivo?
– Sí señor- respondió Britain.
– ¿Y cómo está desde entonces? ¿Ha cambiado mucho?
– ¿Desde cuándo?- preguntó extrañada Clementine.
– Desde que se fue su hija…
– Ah, pues sí que ha cambiado, sí- dijo entonces la mujer- Está viejo, gris… pero feliz. No hace más que hablar de las virtudes de su hija Marian. Consiguió perdonarla, justo al tiempo que se casó Grace, su hija mayor.
– ¿Se casó Grace?- preguntó el extraño.
– Sí, ¿no sabe la historia? Justo el día del cumpleaños de su hermana, con quien había estado llorando su pérdida tanto tiempo. Con Alfred… Y ahora son muy felices juntos. Tienen una niña.
– ¿Y de la hermana se sabe algo?
– Poco, muy poco. Envía cartas a su hermana diciendo que vive muy feliz y que está muy contenta de la unión de Grace con Alfred. Pero no sabemos dónde está y cuáles son sus condiciones de vida… tal vez..
– ¿Tal vez?- repitió el extraño.
– Tal vez usted lo sepa mejor… ¡Michael Warden!
Al fin le había reconocido, era él, el mismo hombre que se encontró aquella noche con Marian…
– Corre, Benjamin, ¡avisa a Grace, a Alfred, al doctor! ¡Que vengan corriendo!- gritó Clementine fuera de sí.
– Esperad, no vayáis- dijo Warden poniéndose en medio de la puerta, con semblante triste. Entonces se dio cuenta. Clementin se fijó en su ropa de luto.
– ¡No!- gritó ella.
El recién llegado no negó nada, y Clementine rompió a llorar desconsolada, pensando que Marion había muerto. Entonces llegó corriendo el abogado Snitchey, jadeando.
– ¡Contigo tenía que hablar!- dijo al verle Warden- Dijiste que ibas a guardarme el secreto y sé que no lo has hecho…
– Señor, en recuerdo de mi difunto amigo y socio Craggs, que en paz descanse, hemos llevado todo con discreción, pero finalmente el doctor se enteró. No así su hija Grace. A ella, le daremos mañana la noticia.
Clementine seguía llorando, pensando en la pobre Grace. ¿Qué pasaría cuando le dieran esta terrible noticia de su hermana?
«Clementine rompió a llorar desconsolada, pensando que Marion había muerto»
(La batalla de la vida)
La batalla de la vida… el final
Y el día llegó, justo el día del cumpleaños de Marian. Grace estaba con su esposo en el jardín. Su hija, jugando alrededor. Y fue el propio Alfred quien le dijo:
– Tengo una sorpresa para ti, mi querida Grace, pero debo estar seguro de que podrás soportarlo.
– ¿Sorpresa? ¿Y por qué no iba a soportarla? ¡Claro que sí!
Y entonces, apareció Marian, del brazo de su padre, con los mismos ojos alegres y su intacta belleza. Grace corrió apresurada a abrazarla, entre lágrimas. No podía estar más feliz. ¡Al fin había vuelto! ¡Al fin la recuperaban!
– Mi querida Grace- le dijo Marian- He vuelto al hogar que me corresponde, a mi lugar. Nunca te dije dónde fui. ¡Perdóname! Esa noche me escapé, huí de un destino que no me correspondía, que estaba hecho para ti. Llamé a la tía Marta y me dio cobijo, al tiempo que guardaba mi secreto. Partí con Michael Warden, aprovechando que él se iba del país justo esa noche. Pero sigo soltera, ¿sabes? Y he vivido, eso sí, muy feliz. Estoy encantada de poder volver de nuevo con vosotros, ahora que Warden ha recuperado la casa que había perdido.
Él, por cierto, esperaba a lo lejos, en un discreto lugar, acompañado por el abogado, Snitchey.
Así, poco después, Warden y Marion se casaron, y dicen que vivieron muy felices en esa casa que él pudo recuperar, después de aguardar con mucha paciencia. Pidió perdón a la familia del doctor y fue perdonado. Eso cuenta esta historia, esta batalla de la vida en la que el amor ganó finalmente.
«No podía estar más feliz. ¡Al fin había vuelto!»
(La batalla de la vida)
Valores que puedes trabajar con este cuento de La batalla de la vida
Este maravilloso cuento de Charles Dickens, ‘La batalla de la vida’, nos anima a reflexionar sobre todos estos temas:
- El amor.
- Los obstáculos de la vida.
- El coraje, la necesidad de tomar decisiones clave y arriesgadas.
- La paciencia.
- El valor de la perseverancia.
- La fe, la esperanza.
Reflexiones sobre el cuento La batalla de la vida, de Charles Dickens
El amor a veces llega cargado de grandes obstáculos, a veces, sí, es una batalla en la que se deben tomar decisiones rápidas y arriesgadas. El amor es la batalla de la vida.
- El amor es la batalla de la vida: El pilar, el motor que todo lo mueve, que todo lo altera, que todo lo transforma. El amor implica una lucha, muchas veces repleta de obstáculos. Pero se trata de una batalla que es imposible no librar. Cuando llega, nadie puede escapar a ella. Sí, el amor, sin duda, es la auténtica batalla de la vida.
- La necesidad de tomar decisiones: Puede que esta batalla del amor nos obligue a tomar ciertas decisiones que tal vez hagan en un primer momento daño a otras personas, Pero a la larga, esta batalla suele terminar sin víctimas. El perdón cura las heridas de la contienda. En esta ocasión, todo sale bien, y no hay vencidos, pero la batalla del amor, la batalla de la vida, no siempre termina con los dos bandos victoriosos. A veces hay víctimas y sufrimiento.
«En la batalla de la vida, que es la batalla del amor, a veces sí hay vencedores y vencidos; otras veces, ninguno pierde y todos ganan.»
— (Reflexiones sobre ‘La batalla de la vida’)
- La batalla de la vida con uno mismo: Sí, la batalla de la vida también puede suponer una lucha interior. Por ejemplo, cuando intentamos no hacer caso a nuestras emociones, nuestros sentimientos, se libra una lucha interior que supone una cruda batalla campal. «Hay silenciosas victorias y luchas, grandes sacrificios de uno mismo y nobles actos de heroísmo hecho todos los días en rincones de hogares pequeños y en cada uno de los corazones de hombres y mujeres», dice Dickens.
- La esperanza que no se pierde: La batalla de la vida implica tener fe y esperanza, confiar, tener paciencia, luchar… La batalla de la vida necesita de esa esperanza para vencer, para superar obstáculos. Es lo que parece decirnos el personaje de Michael, capaz de sobreponerse a una terrible pérdida económica pensando en que todo pasa…
Otros preciosos cuentos de Navidad para niños y mayores
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- Cuento de Navidad: El cuento más popular de Charles Dickens, que nos habla de caridad, generosidad y bondad. Es indispensable para leer en Navidad.
- Las campanas: Junto con ‘La batalla de la vida’, es otro cuento de Dickens calificado como navideño, y en esta ocasión se centra en el tema de la fe y la esperanza.
- La noche antes de Navidad: Un cuento basado en el primer poema que se conoce de la figura de Santa Claus. Recoge el momento en el que un niño se encuentra con San Nicolás mientras deja los regalos en su casa.
Y recuerda que además podrás escuchar muchos relatos navideños narrados mediante podcast. Los puedes encontrar en el canal de Ivoox de Tucuentofavorito.com y en Spotify.