Aquí tienes un cuento de hadas popular danés muy original, para niños y mayores. Se llama ‘El Caballero Verde’, y en este país, Dinamarca, consideran a su protagonista como su particular ‘Cenicienta’. Y es cierto que tiene algunas similitudes, pero el cuento es muy diferente en la forma y en la poesía que lo acompaña. Una historia de amor, por supuesto, de entrega y de bondad, de mentiras y engaños, en donde el bien, una vez más, termina siendo el claro vencedor.
TIEMPO DE LECTURA: 19 MINUTOS
El Caballero Verde, la ‘Cenicienta danesa’
Había una vez un rey y una reina que tenían una sola hija. Cuando la pequeña era aún una niña, la reina enfermó. Antes de morir, solo le pidió a su esposo el rey una cosa:
– Por favor, por todo el amor que siempre me has demostrado, solo te pido una cosa, y es que siempre cumplas los deseos de nuestra hija.
– Por supuesto, así lo haré.
Y pocos días después de esta promesa, la reina murió.
El rey estaba desolado. Era en realidad el amor de su vida. Menos mal que tenía a su pequeña, a la que adoraba, y que veía crecer en belleza, por dentro y por fuera.
Sin embargo, la pequeña sentía la ausencia de su madre tanto, que a pesar de que su padre intentaba darle todo lo que pedía, la niña nunca parecía ser feliz. En lugar de jugar como los demás niños, paseaba por los jardines. Leía mucho, admiraba el cielo, las aves y las plantas…
Resulta que no muy lejos vivía una viuda con su única hija. Ambas eran muy hermosas pero vanidosas, ambiciosas y egoístas. Sin embargo, eran muy inteligentes y sabían mentir y ocultar la verdad con maestría.
La viuda, al enterarse de la muerte de la reina, comenzó a trazar un plan. Cuando su hija creció, decidió que podía usarla como anzuelo. A ella, por supuesto, le pareció estupendo. Como era unos pocos años mayor que la hija del rey, ambas se presentaron en el castillo para ofrecer la amistad de la joven.
El malvado plan de la viuda y su hija en ‘El caballero verde’
A la princesa, ya adolescente, no le pareció mal, ya que se sentía muy sola, y las dos chicas pronto entablaron unos fuertes lazos. La hija de la viuda era una artista ganándose la confianza de los demás, y la princesa cayó con facilidad en sus redes.
Una vez que ambas parecían ser muy amigas, la hija de la viuda le dijo un buen día:
– Lo siento, pero mi madre y yo tenemos muchas deudas y debemos abandonar el reino… Estoy muy triste, sobre todo por tener que separarte de ti, mi mejor amiga… No sé cómo podré sobrevivir a esto…
La princesa estaba destrozada. No podía soportar una nueva pérdida.
– ¿No hay nada que yo pueda hacer?
– No, lo siento… Bueno, tú no, pero tu padre… Si tu padre se casara con mi madre, podríamos vivir aquí y seríamos hermanas.
A la princesa le pareció una idea estupenda, y esa misma noche le propuso a su padre la oferta:
– ¿Casarme con esa mujer? ¡Ni hablar!- protestó el rey- ¡Sería lo más terrible que podría hacer! Estoy seguro de que esconde algo. No me gusta nada…
Pero su hija comenzó a llorar y a llorar… y a suplicar a su padre. Y él recordó la promesa que le había hecho a su amada esposa, así que no tuvo más opción que aceptar.
La viuda, por supuesto, aceptó enseguida y la ceremonia se celebró en apenas uno días. Pero desde el día posterior a la boda, las cosas cambiaron por completo: la viuda, ahora madrastra de la princesa, se hizo con el poder en el castillo. Ordenaba a su antojo y favorecía a su hija frente a la princesa, a la que atormentaba y castigaba sin cesar. La chica debía trabajar sin descanso, y por supuesto, su ‘mejor amiga’ dejó de serlo.
El Caballero verde y la tristeza de la princesa
Su padre la observaba angustiado, sin poder hacer nada:
– Te advertí lo que podía pasar, hija, pero ahora ya es tarde… Creo que deberías abandonar el castillo y vivir en el palacio de verano, lejos de tu madrastra. Allí serás más feliz, y acudiré a diario a visitarte.
A la chica le pareció buena idea, y al día siguiente partió junto con algunas doncellas al palacio de la isla. Su padre la visitaba a diario, pero su tristeza aumentaba cada día, y ella parecía enfermar. La madrastra, por su parte, sonreía feliz, pensando que algún día la hija del rey moriría sola de pura tristeza, y su hija pasaría a heredar el trono.
Pasaron los años, y la princesa se convirtió en una hermosa joven, pero pálida y presa de melancolía. Su padre, por su parte, debía hacer un viaje por los reinos cercanos, para conocer a todos los monarcas. Antes de partir, fue a visitar a su hija, y al verla tan decaída, le preguntó:
– Dime hija, ¿qué puedo hacer por ti? ¿Qué necesitas que te traiga para recuperar algo de vida y felicidad?
La joven, con la mirada perdida, respondió:
– Ya solo me haría feliz el Caballero Verde…
El padre escuchó esto extrañado. No conocía a tal caballero, pero si había algo que podía hacer por su hija, lo haría, aunque tuviera que recorrer el mundo entero. Así que con este nombre partió, con el deseo de encontrar en los reinos que se disponía a visitar al tal Caballero Verde. No sabía él que en realidad, su hija no se refería a ningún caballero, sino que usó esta metáfora para hablar del camposanto y sus prados verdes para referirse a la muerte…
El caballero verde
El rey partió de inmediato, de reino en reino, conociendo a nuevos reyes, príncipes, condes y marqueses. Pero en ningún lugar encontró al Caballero Verde. Un tanto desanimado, unos meses después decidió regresar a su reino, y en el regreso, tomó un nuevo camino a través de unas verdes explanadas. Allí vio a un enorme grupo de jabalíes con un pastor. Los animales le obedecían y el rey se extrañó bastante:
– Dime, buen hombre, ¿de quién son estos animales domesticados?- preguntó el monarca.
– Del Caballero Verde, majestad- respondió el pastor.
El rey dio un brinco de felicidad. No podía ser que al fin le encontrara.
– ¿Y dónde vive ese Caballero?
– Uy, muy lejos de aquí… al este, en línea recta. Pero a tres días lo menos. Tiene muchos terrenos y más animales como estos.
El rey decidió no perder tiempo y cabalgó durante tres largos días hacia el este. Y al fin encontró un castillo verde, cubierto de musgo y largas enredaderas de hiedra. Le abrió la puerta un sirviente, quien se extrañó de la presencia del monarca.
– Sí señor, aquí vive el Caballero Verde. Le avisaré de su presencia.
Y no tardó en aparecer. El Caballero Verde era un joven alto y apuesto, que saludó con respeto al rey nada más verlo:
– Majestad, un placer verle por aquí.
– Siento presentarme así, pero debo cumplir un deseo de mi hija, que está enferma de tristeza… Me dijo que solo esperaba ya al Caballero Verde y…
– ¿Eso dijo?- le interrumpió de pronto el joven- ¿Sin conocerme a mí de nada?
El extraño regalo en ‘El caballero verde’
El joven se quedó pensativo un rato y luego añadió:
– Creo, su majestad, que su hija no se refería a mí. No me conoce… Debía referirse al camposanto, al campo verde del cementerio. La tristeza nos lleva a pensar en la muerte…
– Oh, lo siento… No entendí bien sus palabras. Siento mucho haberme presentado aquí así.
– No por favor, si yo pudiera ayudar en algo… Por favor, lleve a su hija un libro, y pídale que lo lea junto a la ventana que da al este, una vez abierta la ventana.
El rey guardó el misterioso libro que le entregó el joven. Se trataba de un pequeño libro verde lleno de poemas. Al llegar al palacio de verano, fue a ver a su hija:
– Siento haber malinterpretado tus palabras… Pensé que hablabas de una persona, y fui a conocer al Caballero Verde.
– ¿Al Caballero Verde? Pero…
– Sí, ya sé… no te referías a ningún caballero. Ya me lo explicó él mismo. Pero me dio algo para ti… un libro. Me dijo que debías leerlo junto a una ventana abierta que de al este.
Y diciendo esto, el rey le entregó el pequeño poemario. La joven no sabía muy bien qué era aquello, pero decidió leerlo. Esa misma tarde, una vez que su padre se había ido, se sentó junto a la ventana que daba al este y abrió la ventana. El primer poema decía así:
«Cuando el viento que nace del mar
y mece los campos y los pastos verdes
mientras que desciende la noche silenciosa…
¿Quién le dará al Caballero un sí de casamiento?»
El caballero verde y la princesa
Con el primer verso, el viento comenzó a soplar con fuerza… con los siguientes, todos, menos la princesa, cayeron sumidos en un profundo sueño. Y al terminar de leer, un pájaro entró por la ventana y se transformó en el Caballero Verde. La joven se sorprendió al verle:
– No temas, estoy aquí porque me has llamado- dijo el joven.
A la princesa la voz del Caballero verde le traía paz, y en lugar de miedo, sintió mucha serenidad. De hecho, comenzaron a hablar como si se conocieran. Primero de poesía, luego de la tristeza… de la muerte. Hablaron y hablaron y ambos se sintieron tan bien, que ni se dieron cuenta del tiempo que pasaba.
– Debes descansar, princesa- dijo el Caballero Verde entonces- Cierra el libro y desapareceré. Puedes llamarme cada tarde y hablaremos como hoy.
La princesa asintió y cerró el libro. El Caballero Verde salió en forma de pájaro por la ventana y las doncellas despertaron del sueño. La princesa estaba menos triste aquel día.
Cada tarde, desde entonces, la joven se sentaba junto a la ventana que da al este, abría su pequeño libro verde y recitaba aquellos versos. El pequeño pájaro entraba por la ventana y el Caballero Verde y ella se pasaban horas y horas hablando.
Las doncellas se dieron cuenta de que la princesa al fin sonreía, que sus mejillas estaban iluminadas, y que la felicidad asomaba a sus ojos. Su padre también se dio cuenta de aquello.
– Hija, parece que el libro que me dio para ti el Caballero Verde te está ayudando de veras…
– Sí, padre, me está ayudando.
Lo que él no sabía es que los jóvenes se habían enamorado, y que el Caballero Verde estaba a punto de pedirle la mano de su hija.
El terrible plan de la madrastra
La madrastra, por su parte, también había escuchado que la princesa estaba radiante de felicidad, y eso la incomodaba. Podía estropear sus planes. ¿Por qué se estaría recuperando así? Decidió mandar una doncella para investigar, pero al regresar del palacio, lo único que pudo decirle es que cada tarde se sentaba a leer un libro junto a una ventana, y que entonces a todos les entraba mucho sueño… y al despertar, ella seguía allí junto a la ventana, con el libro cerrado.
– Qué extraño- dijo la madrastra- Algo sucede en esa ventana, sin duda. ¿Entrará alguien por ella?
Mandó entonces a su hija, pero no pudo contar más que lo que ya había contado la doncella. Así que no tuvo más remedio que ir ella misma.
Visitó a su hijastra y se fijó en la ventana donde ella leía el libro… Estaba muy alta como para que nadie escalara por allí. Entonces se le ocurrió una idea… Llevaba un bote con veneno de unas víboras que había en el castillo bajo una roca del patio. Untó veneno en las puntas de unas tijeras y aprovechando un descuido de la princesa, las colocó en la ventana sin que apenas se vieran, con las puntas hacia arriba. Después se despidió. La joven acudió entonces junto a la ventana y llamó con los versos del libro al Caballero Verde. Estaban muy contentos.
– ¡Ya solo queda una semana y acudiré al castillo a pedir tu mano!
Los dos estaban realmente ilusionados. Pero cuando el Caballero Verde se dispuso a partir, rozó sin querer al tomar su forma de pájaro la punta de las tijeras. Chilló y la princesa al darse cuenta también gritó. Las doncellas, que despertaron, escucharon su grito… Pero no vieron nada.
La enfermedad del caballero
Al día siguiente, el Caballero Verde no acudió a la cita. Ni al siguiente, ni al siguiente del siguiente. Y una semana después, la princesa volvió a caer en brazos de la tristeza.
Un día salió a dormir bajo un árbol y unos cuervos se posaron en sus ramas.
– Qué pena lo del Caballero Verde… – decía uno de ellos.
– Sí, ojalá la princesa fuera hasta su castillo para salvarle- le dijo el otro.
– ¿Puede ella salvarle?
– Claro. Con el veneno de las mismas víboras con las que las madrastra barnizó las tijeras que le hirieron. Tiene que cocinar a las nueve víboras que hay bajo la roca del patio del castillo y dárselas al Caballero, de tres en tres, durante tres días.
La joven, que había escuchado todo, salió corriendo en busca del caballo. Partió hacia el castillo de su padre, buscó la roca y bajo ella, encontró a las nueve víboras. Las metió en una bolsa y cabalgó hacia el este, tal y como su padre le dijo que había encontrado al Caballero Verde.
Una vez que encontró el castillo verde, se presentó allí como ayudante de cocina. La idea era conseguir entrar como sirvienta para poder preparar la sopa con las víboras. Y tuvo suerte, porque esos días, en los que el Caballero Verde estaba tan enfermo, el castillo estaba lleno de médicos que intentaban sin remedio salvarle, y el cocinero no daba a basto. La joven entró a la cocina y esa misma noche le dijo al cocinero:
– Por favor, deja que prepare yo esta noche la cena para el Caballero…
– No le gusta que cocinen otros.
– Se lo ruego, lo agradecerá. Creo que puedo hacer una sopa que le vendrá muy bien a su salud.
La curación del caballero verde
El cocinero decidió dar una oportunidad a la joven y ella pudo preparar la sopa con las tres primeras víboras que había traído.
Esa misma noche, la fiebre bajó y el Caballero Verde al fin abrió los ojos y recuperó la conciencia.
– Esa sopa es milagrosa… estaba buenísima- dijo el joven.
Los médicos no podían entender el motivo, pero pidieron al cocinero que repitiera la misma cena al día siguiente. La joven cocinó otras tres víboras y el Caballero Verde comenzó a sentirse mucho mejor. Al tercer día, con la tercera sopa, estaba totalmente recuperado. Y aunque los médicos intentaban demostrar que habían sido sus medicinas, el Caballero Verde bajó a la cocina para dar las gracias al cocinero. ¡Cuál fue su sorpresa al encontrarse allí a la princesa, vestida de doncella!
– ¡Fuiste tú! ¡No podía ser otra persona!
El Caballero Verde y la princesa se abrazaron y al día siguiente ambos partieron hacia el castillo del rey, para anunciar su inminente enlace. La boda se celebró en el castillo verde, y los jóvenes fueron al fin felices el resto de sus días.
Reflexiones sobre el cuento El Caballero Verde
Sí, una vez más, el mal no pudo salirse con la suya. Este cuento, El Caballero Verde, vuelve a recordarnos todos estos interesantes temas que a menudo salen reflejados en los cuentos de hadas:
- Prudencia y desconfianza, nuestros mejores escudos: La protagonista de este cuento era bondadosa y muy inocente. Y además, sentía una ausencia, la de su madre, que hacía que fuera más vulnerable. Su necesidad de encontrar cariño y amistad, le hizo caer con facilidad en las redes de dos malvadas mujeres capaces de ocultar la mentira de forma astuta con tal de conseguir sus intereses. Si la joven hubiera sido más prudente y algo más desconfiada, como sí lo era su padre, no hubiera caído en la trampa. El rey sí desconfiaba de las dos mujeres, pero el deseo de cumplir la promesa que había hecho a su esposa, pudo más.
- La nobleza y fidelidad del rey: Otro de los personajes más importantes en este cuento es el rey, que simboliza el amor verdadero (hacia su esposa y su hija), la nobleza y la fidelidad, que hacen que cumpla sus promesas aunque tenga que recorrer diferentes reinos. El rey es el padre entregado a su hija, que se desvive por ella y solo busca su felicidad. Y es también el amado esposo que no puede dejar de querer a su mujer.
«El amor es tan poderoso, que es capaz de traer felicidad en mitad del dolor y la destrucción»
— (Reflexiones sobre el cuento ‘El caballero verde’)
- El amor como salvación: La joven princesa era infeliz. Lo era por muchas razones. Sobre todo, por la pérdida de su madre. Esto le sumió en una terrible tristeza de la que era incapaz de salir… hasta que conoció el amor. El amor, sí, es tan poderoso que es capaz de ‘resucitar’ esas emociones que parecían perdidas, de traer felicidad en mitad de la destrucción y el dolor. Es el guerrero más poderoso contra las mentiras, las envidias y los rencores. Y el personaje del Caballero Verde simboliza ese amor sanador y salvador, que devuelve la luz y el color a la vida de la princesa.
- La ambición que es capaz de todo: La madrastra escenifica en este cuento (como en muchos otros) la ambición desmesurada que le llevan a ser capaz incluso de buscar la muerte de aquello que en realidad es un obstáculo en su camino. Ella, que solo ansía el trono para su amada hija, busca por todos los medios la destrucción de su principal enemigo: la princesa. No cuenta sin embargo con el amor, también el de la princesa hacia el Caballero Verde, que es capaz de derribar al poderoso enemigo.
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Un comentario
Es un excelente cuento lleno de reflexión, para no caer en las mentiras de las personas que se dicen amigas y el amor que nace de forma desinteresada por la persona que no conocemos pero podemos llegar a amar mucho.