Este bello cuento de navidad, ‘Toinette y los duendes’, fue escrito por la estadounidense Sarah Chauncey Woolsey (1835-1905), que en realidad firmaba sus libros con el seudónimo Susan Coolidge. Es un cuento lleno de magia y valores esenciales, con una niña y un pequeño elfo como protagonistas. Todo sucede en una pequeña aldea francesa, en el corazón de una humilde familia formada por una mujer y cinco hijos. Descubre el cuento y todos los mensajes que transmite.
TIEMPO DE LECTURA: 13 MINUTOS Y MEDIO
El cuento navideño Toinette y los duendes
Llegó el atardecer y el viento soplaba muy suave, haciendo un sonido de arrullo. Era una tarde muy agradable a pesar de ser Nochebuena. De hecho, el cielo lucía un hermoso tono sonrosado y apenas se veía una nube. Toinette miraba embobada el pozo mientras sostenía el cántaro en sus manos. Todos decían que era un pozo mágico, pero nadie conocía las palabras secretas que había que pronunciar.
– ¡Ojalá pudiera pedir un deseo!- dijo en voz alta la niña, mientras llenaba su cántaro de agua.
Al dar la media vuelta, escuchó un sollozo. Asustada, miró al pozo. No veía nada… Tampoco a su alrededor. Pero al dar de nuevo unos pasos más, volvió a escuchar el sollozo. ¡Venía de sus pies! Pero… ¡no veía nada! Entonces, se agachó, y al fin vio a un pequeño hombrecillo vestido de verde, con un gorro adornado con una hermosa pluma.
– ¡Eres un duende!- exclamó la niña- ¡Qué gracioso!
– ¿Te parece gracioso!- respondió enfadado el hombrecillo- Además, no soy un duende, sino un elfo.
– Oh, perdona… no lo sabía. ¿Y por qué lloras?
– Verás, he quedado con mis compañeros, pero no puedo moverme. ¡Tengo algo clavado en el traje!
La niña miró bien y efectivamente, encontró una espina de rosa clavada en la capa que el elfo llevaba, de forma, que lo retenía como si de una trampa se tratara.
– ¡Ya veo! ¡Es una espina! Espera, no te muevas, que te la quito.
– ¡Pero ten cuidado, Toinette! Como llegue con el traje roto, se reirán de mí…
– ¿Cómo es que sabes mi nombre?- preguntó extrañada la niña.
– Los elfos lo sabemos todo… Y más yo, Thistle, que soy el elfo más listo de todos.
– Vale, tendré cuidado, no temas.
Toinette retiró con delicadeza la espina, y el elfo al fin fue libre. Entonces, se pus su gorro verde y … ¡desapareció!
– ¡Eh! ¿Dónde estás? – gritó asustada la niña.
El elfo volvió a quitarse el gorro y apareció de nuevo.
– Aquí, sigo aquí… Es mi gorro. Si lo llevo puesto, no puedes verme.
– ¿Es un gorro mágico?
– Bueno, algo así…
– ¡Me encantaría tener uno así y ser invisible! Así podría desaparecer a los ojos de mis hermanos. ¡Son muy pesados!
– Vaya… Lo malo es que mi gorro es muy pequeño para ti, y no funcionaría. Pero has sido tan amable conmigo… Verás, existe una manera de que los humanos sean invisibles. Sólo tienes que echar semillas de helecho en tus zapatos.
– ¿Semillas de helecho? Nunca vi esas semillas…
– Claro, sólo las podemos ver nosotros, los elfos. Por eso, y como has sido tan buena conmigo, he pensado que podría conseguirte algunas. Esta noche, deja la ventana de tu cuarto abierta y te llevaré las semillas.
Toinette y los duendes: las semillas de helecho mágicas
Toinette estaba loca de contenta. ¡Podría ser invisible como el elfo! Regresó eufórica a casa, deseando que el tiempo pasara con rapidez. Al entrar, su madre le regañó:
– ¡Has tardado mucho! No puedes estar hasta tan tarde sola, Toinette.
Su hermano Marc le hizo al mismo tiempo gestos de burla y su hermana pequeña insistió para que le contara un cuento esa noche.
– ¡No tengo ganas de leerte ningún cuento!- respondió Toinette con su mal carácter habitual hacia sus hermanos.
En realidad, sólo quería que pasara el tiempo y los elfos llegaran con sus semillas. Y así fue. A media noche, una hilera de diminutos elfos se colaron por su ventana. Llevaban arrastrando una cajita llena de semillas de helecho.
– ¡Ya estamos aquí!- dijo su amigo, que llegaba con todos sus compañeros.
– ¿Cómo es que puedo verte si llevas puesto el gorro?
– Ah… eso es porque es Nochebuena, y sólo en Nochebuena, los humanos podéis vernos de cualquier manera. Pero no nos distraigamos, trae los zapatos.
La niña obedeció y el elfo esparció las semillas por ellos.
– Espero que te guste, Toinette. Recuerda que la magia desaparecerá al atardecer, pero si quieres librarte de ella antes, sólo tienes que sacudir los zapatos y tirar las semillas de helecho- dijo el hombrecillo al par que le guiñaba un ojo.
– Nosotros debemos irnos ya. Ha sido un auténtico placer conocerte- dijo mientras se alejaba por el mismo lugar por donde entró.
Toinette no tardó nada en dormirse. Estaba eufórica y deseaba que amaneciera para probar el hechizo. Lo primero que hizo por la mañana al despertarse fue ponerse los zapatos. En la cocina, su madre acababa de preparar el desayuno, y sus hermanos ya estaban sentados alrededor de la mesa.
Toinette y los duendes: la niña es invisible
– ¡Qué pesada es Toinette! ¡Siempre llega tarde!- dijo uno de sus hermanos. – Pues si no llega, mejor, más tranquilos, respondió Marc.
La niña, ya a su lado, escuchó atónita. Comprobó que ninguno podía verla. ¡El hechizo funcionaba!
– No digáis eso. ¿Dónde se habrá metido?- volvió a decir la madre preocupada- Tal vez fue a por agua al manantial…
– Pues ojalá que se la coma un oso– dijo Marc.
– Jo, no digas eso- protestó la hermana pequeña- ¿Quién me iba a leer entonces los cuentos?
– ¡Si no te los lee nunca! – dijo Pierre.
Su otra hermana, Marie, se mantenía callada. La semana anterior, Toinette había discutido con ella por un jersey que se había puesto sin su permiso, y le había tratado muy mal, pero Marie parecía triste.
Como tenía hambre, Toinette comió sin que la vieran algo de gachas del cuenco de su hermana pequeña, Jeanneton. La pequeña tuvo que pedir más a su madre.
– ¡Jeanneton, estás comiendo muy deprisa, te sentará mal!- le regañó.
La pequeña, cabizbaja, aguantó la regañina, sin entender cómo se vaciaba su cuenco con tanta rapidez. Los niños terminaron de desayunar y se fueron a sus cuartos a jugar como si nada hubiera pasado.
Toinette estaba triste, muy triste. No había recordado sentirse así de mal nunca. Sus hermanos no la echaban de menos… Marc y Pierre deseaban incluso que no volviera. Con lágrimas en los ojos, salió de la casa y se acurrucó junto a un árbol.
– ¡Ya no quiero estas semillas!- dijo llorando. Sacudió los zapatos y fue corriendo a su casa.
Su madre, al verla bañada en lágrimas, la abrazó.
– ¿Pero qué te pasa, mi Toinette?- le dijo con dulzura.
La niña no podía dejar de llorar, y se acurrucó en su regazo como si fuera un bebé. Le contó todo lo que había pasado a su madre. Le explicó lo de los elfos y lo mal que se sintió al ser invisible… Después, se fue al cuarto y estuvo pensando toda la tarde. ¿Qué había hecho mal? ¿Por qué sus hermanos no la echaban de menos?
Toinette y los duendes: el cambio de Toinette
Entonces recordó la cantidad de veces que se enfadaba con Marie, o que respondía de malas maneras a la pequeña Jeanneton. Recordó que un día echó al fuego el juguete favorito de Marc, porque se había enfadado con él… Y que a Pierre no hacía más que regañarle e insultarle constantemente.
En cambio, su hermana pequeña sí estaba triste por su ausencia… y Marie no dijo nada.
Una pequeña vocecita interior le hizo entender que había algo que debía cambiar. No de un día para otro, porque eso es imposible, sino poco a poco, con esfuerzo y constancia. Desde ese día de Navidad, Toinette comenzó a cambiar. Intentó controlar sus enfados, buscó la manera de dedicar más tiempo a sus hermanas, hablar con más dulzura a sus hermanos… Intentó ser justa y menos brusca.
Su madre estaba sorprendida. Llegó a pensar que la historia de los elfos que le contó su hija, podría ser cierta, y que en realidad estaba hechizada… Y así, al cabo de un año, Toinette se convirtió en la nueva Toinette, una hermana dulce, encantadora y protectora. Pero con miedo, mucho miedo. ¿Y si sus hermanos aún pensaban lo mismo de ella? Seguía con la duda de si era o no una buena hermana.
Llegó una vez más la Nochebuena. Ya en su cuarto, escuchó unos golpecitos en su ventana. Aquella Nochebuena hacía frío, y al abrir la ventana, junto a unos copos de nieve, comenzaron a aparecer los elfos.
– ¡Feliz Navidad, pequeña!- dijo Thistle
– ¡Vosotros de nuevo!- exclamó la niña.
– Sí, somos nosotros. Y te traemos algo que te gusta…
– ¡No, no! ¡No quiero semillas de helecho! ¡Me puse muy triste con ellas!
– Esta vez será distinto. Venga, inténtalo una vez más y nos lo agradecerás- dijo el elfo guiñandole un ojo.
– Está bien, os haré caso…
Los elfos depositaron semillas de helecho en sus zapatos y antes de irse dijeron:
– Volveremos mañana para ver cómo te fue.
Toinette y los duendes: de nuevo las semillas de helecho
Y así, Toinette bajó en la mañana de Navidad sin que sus hermanos la vieran. Su hermano Marc había colocado un cuenco con forma de barco sobre su plato. Era un regalo para ella.
– ¡Estoy deseando que baje para ver su cara de asombro- dijo eufórica Marie.
– ¡Sí, que baje ya! ¡Todo para nuestra querida Toinette!- añadió la más pequeña.
– No empecéis a comer hasta que no esté con nosotros, ¿vale?- dijo Pierre- Es la más bonita y buena de todas las hermanas del mundo.
A Toinette se le volvieron a llenar los ojos de lágrimas, pero esta vez, eran de felicidad. Subió corriendo a su cuarto, sacudió los zapatos, y bajó las escaleras.
– ¡Ya está aquí!- gritaron los hermanos al verla.
Toinette les abrazó y besó con cariño, feliz por haber conseguido ser una hermana tan querida. Esa misma noche, los elfos regresaron a su cuarto.
– ¿Cómo fue todo, Toinette?
– ¡Muchas gracias! Fue muy bien, estoy muy contenta. No sé cómo agradeceros todo lo que habéis hecho por mí.
– Bueno- dijo el elfo- Hay una cosa que puedes hacer…. No hay nada que nos guste más que una sopa de semillas de helecho, pero no podemos hacerla porque el fuego nos da pánico. ¿Serías tan amable de hacernos una?
– ¡Claro! Decidme cómo y yo lo haré.
Toinette buscó el cuenco más pequeño que tenían y en una cacerola, hirvió agua con las semillas de helecho. ¡Qué contentos estaban los elfos! Hacía mucho tiempo que no probaban una sopa de semillas de helecho tan rica.
– ¡Gracias, querida Toinette! Te deseamos mucha felicidad y mucha suerte a ti y a tu familia. Fueron las últimas palabras de los elfos, antes de desaparecer por la ventana abierta de su cuarto.
La niña se metió en la cama y acurrucada, se durmió, sintiéndose inmensamente feliz.
Qué podemos trabajar con el cuento de Toinette y los duendes
Utiliza este cuento de Navidad, ‘Toinette y los duendes’, para reflexionar sobre.
- El trato que damos a los demás.
- La gratitud.
- El arrepentimiento.
- La importancia de reconocer nuestros defectos y querer cambiar.
- El valor de la empatía.
Reflexiones sobre el cuento de Toinette y los duendes
El primer paso para cambiar es reconocer nuestros defectos y luego, sí, querer cambiarlos. Este cuento, ‘Toinette y los duendes’, nos recuerda que todos podemos cambiar aquello que hace daño a otros:
- Tal vez los problemas no estén en los demás, sino en uno mismo: Busca aquello que incomoda a otros, reconoce tus errores y prueba a cambiar. Es lo que parece decirnos este cuento de Toinette y los duendes, cuya protagonista es una niña bondadosa pero con mal carácter, que hace daño sin querer a sus propios hermanos. Todos nuestros actos repercuten en los demás, y sólo nosotros podemos cambiar aquello que hace daño a otros.
- El valor de la gratitud: Esta historia parte de un acto de bondad y un sentimiento puro de gratitud. En el cuento de Toinette y los duendes, la empatía lleva a nuestra protagonista a ayudar al pequeño elfo atrapado por culpa de una espina. El elfo, agradecido, decide hacerle un regalo. Pero no cualquier regalo: uno que le ayude a ser aún más bondadosa. «Los elfos lo sabemos todo», le dice a la niña.
«Dos pasos necesarios para cambiar: el primero es reconocer el error; el segundo, querer enmendarlo»
— (Reflexiones sobre ‘Toinette y los duendes’)
El protagonista de ‘Toinette y los duendes’ sabía que en su casa, Toinette se portaba mal con sus hermanos, y quería ayudarla. Para ello, tenía que conseguir que se diera cuenta de su error. Nada como ser invisible y escuchar lo que verdaderamente pensaban de ella los hermanos. Fue duro, y doloroso, pero sirvió para que la niña se diera cuenta de su error e intentara remendarlo.
El primer paso es reconocer el error; el segundo, querer arreglarlo. El camino no es sencillo ni rápido. Se necesita paciencia, humildad, tesón y una fe ciega en que al final merecerá la pena. Todo cambio dentro de nosotros es un camino lleno de tropiezos y dificultades, que debemos atravesar con perseverancia y esfuerzo. Gran mensaje para apuntar el que nos transmite este cuento de Toinette y los duendes.
- El mayor regalo siempre será el amor: Este cuento de Toinette y los duendes no habla de regalos navideños envueltos en lazos de brillantes colores, sino del mejor de los regalos, que no es otro que el amor. Toinette logró esa Navidad recuperar el amor de sus hermanos y es sin duda el mejor presente que podría recibir. De ahí que estuviera tan agradecida a los simpáticos elfos.
«El mayor regalo siempre será el amor»
— (Reflexiones sobre ‘Toinette y los duendes’)
Otros cuentos de Navidad que pueden gustarte
¿Te gustó el cuento de Toinette y los duendes? Prueba a leer también estos otros cuentos de Navidad:
- Rodolfo el reno: Sin duda, todo un clásico. Es la historia del reno más peculiar de Papá Noel. ¿Sabes cómo lo conoció? No te pierdas el relato, que habla de tolerancia y autoestima.
- El niño Cristo de la Navidad: Un pequeño deambula solo por las calles en plena Nochebuena. ¿Será capaz alguna familia de acogerlo en su hogar? Descúbrelo leyendo esta conmovedora leyenda.
- La pequeña cerillera: Un cuento clásico de Hans Christian Andersen que nos habla del valor de la caridad.
Y recuerda que también puedes escuchar narrados algunos de los cuentos navideños. Los encontrarás en el canal de Tucuentofavorito.com en Spotify o bien en el de Ivoox aquí:
¿Te ha gustado el contenido?
Puntuación media 5 / 5. Votos: 1
¡Todavía no hay votos! Sé el primero en valorar el contenido.