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Terror escolar. Relato crítico sobre la educación actual

Este relato está escrito por Daniel E. Gómez Smith, y se trata de una sátira que critica algunos aspectos de la educación escolar actual. ‘Terror escolar’ retrata ‘la pesadilla’ de un alumno que debe comenzar las clases. El relato critica el ‘estancamiento’ del sistema educativo en nuestra sociedad actual y anima a reflexionar al respecto.

TIEMPO DE LECTURA: 6 MINUTOS

Una sátira sobre la educación actual: Terror escolar

Terror escolar, una sátira sobre la educación actual
‘Terror escolar’, una sátira sobre la situación de la educación

A pesar de la intensa, negruzca y cuasi brumosa contaminación ambiental de mi gran ciudad pandémica, pude divisar mi colegio vallado, con alarmas y cámaras de seguridad, como existían en los centros comerciales.

Mi madre me dijo algo sobre la pesadilla de la ortodoxia académica, llamada método tradicional o «prusiano-napoleónico».

En la puerta de la escuela había padres, llevando las mascarillas mal puestas y oliendo a gel
hidroalcohólico, con sus hijos y sus móviles, más atentos a estos últimos que a sus vástagos.

También presencié filas indias por el avituallamiento de los damnificados por las crisis económicas, causada por la “guerra globalizada” y la ‘Covid-Secret’; y de pronto sonó un timbre o «arma sónica», ¡todo un horror!
Mi progenitora me habló sobre las calificaciones o notas: «expresadas a menudo con crueles valores numéricos y registradas en el expediente, no militar ni carcelario, pero sí académico, donde se apuntan
a veces las faltas disciplinarias del alumnado como si se tratase de los antecedentes penales».

El terror escolar… de las clases

Luego me describió las clases de gimnasia: «Con los pesadísimos balones medicinales; barras laterales para realizar pruebas prácticamente en crucifixión, y el potro: auténtico martirio para muchos jóvenes. Y sin olvidar los ejercicios típicos de contorsionistas o saltimbanquis.

Los profesores de educación física, con los silbatos colgando, parecen agentes de tráfico, y si vociferan con un megáfono o altavoz -como ocurren en los campeonatos escolares-, se asemejaban a los agentes policiales que intenta mediar en un atraco bancario.

Estos educadores suelen llevar cronómetro -fomentando la competitividad (récords)- del alumnado extenuado por los espasmos cardíacos.

Otro tormento, es hacer el pino, una especie de Cristo invertido o tortura china». Mi madre me revisó la mochila «austríaca» («montañera-alpinista”) para ver si llevaba los cuadernillos en blanco (como algunos cheques) y los decadentes libros de texto que servían para que nos dictaran las «sentencias judiciales».

Posteriormente vi como llegaba un autobús -diferente a los de Estados Unidos-, empleados también para trasladar a los presos. Y de repente explota un petardo, y un maestro grita:

– ¡Quién ha sido!

Y mi mamá certeramente contesta al gritón:

– ¿No estará instando a la acusación?

Otra mujer -que estaba con su retoño-, mencionó chistosamente:

– No se extrañe ni se asusta, debería de estar acostumbrado… En Texas se permiten las armas de fuego en las aulas; solamente ha sido una bienvenida pirotécnica.

Al entrar en clase, una profesora nos miró y nos contó como si fuéramos caramelos, y nos mandó hacer una redacción sobre las vacaciones… obviamente la instructora ignoraba que muchos alumnos no veranean por la gran crisis pandémica ni sabían escribir.

Terror escolar… en la primera clase

Cuando terminamos la escritura garabateada nos pusimos a pintar nuevamente; la profe fue mirando los dibujos como si fueran bolas de cristal -descifrando los códigos ocultos de los borrones-.

Mis compis gritaban, pedían ir al servicio…, ¡qué locura!

La maestra nos puso unos mapas y nos preguntó:

– ¿Cómo se llama esta gran isla danesa?

Nadie sabía que era Groenlandia hasta que una alumna avispada voceó:

– Ese territorio septentrional es el que quiere el excéntrico Donald, no el de Disney sino el expresidente de la masónica Casablanca.

La «seño» se quedó petrificada debido a la sapiencia de la colegiala -al desconocer esta la gran inteligencia y las capacidades de sus pequeños pupilos-.

Luego nos mostró Gibraltar, dijimos humorísticamente:

– ¡Pertenece a Portugal!

Vaya sorpresa se llevó la novata maestra.

Finalmente nos señaló la Antártida. Nos quedamos pensando. Y uno que estaba a mi lado balbuceó:

– Es territorio alienígena, solo ellos pueden resistir esas temperaturas heladoras.

Me di cuenta en ese mismo instante que el conocimiento no estaba en el aula sino en los supuestos extraterrestres antárticos.

Terror escolar: la pesadilla termina

Cuando me encontraba plácidamente dormido, no en la soporífera aula sino en la cama de mi hogar paternal, sonó el desgarrador despertador. Y oí una voz:

– ¡Vamos al colegio!

Desvaneciéndome de mis sueños o pesadillas premonitorias, esa misma mañana fui al colegio pensando que mis elucubraciones oníricas estarían fuera de la rutinaria realidad.

Lamentablemente, un tiempo después descubrí los exámenes de desarrollo en el aula, es decir, esos en los que hay que explayarse para que los dedos se nos entumezcan mientras escribimos; pudiendo así los maestros psicoanalizarnos y calificarnos.

«Esa misma mañana fui al colegio pensando que mis elucubraciones oníricas estarían fuera de la rutinaria realidad»

(‘Terror escolar’)

Mis compañeros de pupitre que reían los anticuados chistes del profesor -o quedaban boquiabiertos con sus desactualizados discursos-, sacaban mejores calificaciones.

Y lo peor de todo, seguían empleando las aburridísimas clases magistrales en lugar de métodos más modernos y efectivos.

Terror escolar y los ‘testimonios’ de otros alumnos

Una amiga de clase, Amadarina, me habló de su antiguo colegio:

– Los alumnos con otras inquietudes eran recriminados, y los dóciles, ensalzados sin subir a la tarima. Los profesores tenían el ‘fatigosorécord mundial’ de mandar callar, no como en Suecia que está prohibido silenciar al alumnado. En las clases de historia se narraban las grandes batallas, matándonos de aburrimiento…

Amarinda aseguraba que los campeones, en las revisiones de exámenes, eran los llorones, los comediantes y los protestones. La enseñanza no era individualizada como en los países más desarrollados. A los educadores les costaba memorizar pero les gustaba que los alumnos memorizara.

Los libros de texto eran un pretexto cuestionable para ganar «adeptos» y dinero. Las variadas y descafeinadas etapas educativas no sabían a nada.

«Adquiríamos competencias de incompetentes, y las capacidades y el talento del alumnado eran capados».

(‘Terror escolar’)

Nos consideraban nativos digitales o presos numerados. Adquiríamos competencias de incompetentes, y las capacidades y el talento del alumnado eran capados. Tomábamos nota del maestro y él nos imponía su arbitraria nota.

Los “maestrillos” no sabían que la empatía vendrá de la mano de la telepatía.

Terror escolar… ‘retrato de la escuela’

Era el terror escolar: Los alumnos se atizaban con las tizas y las modas cambiaban mientras las tallas encogían. Las mesas y sillas del recinto escolar servían para que nos tragásemos las exhortaciones, sin cuchillo y sin tenedor. Lo que guardábamos en los casilleros nos encasillaba.

Había poca filosofía, nula ufología… Los profes motivaban menos que la subida del IVA.

Ciertos «colegiales» provocaban disturbios en lugar de estudiar al Hombre de Vitruvio. Los alumnos hacíamos chuletillas mientras los profes plagiadores nos «daban la brasa».

Mi bisabuela, que venía a buscarme al cole, me comentó que los doctorados debieran ser exclusivamente para los grandes descubridores, y que a los «graduados» se les graduaba las gafas, por la fatiga digital. Había menos flechazos de Cupido y más pantallazos, ¡ya casi no nos mirábamos!

Las calificaciones de muchos alumnos eran compartidas: El que le dejó copiar, el que le dio los apuntes, el
que le hizo el trabajo… Sacar un 8 sin esfuerzo era como llegar al infinito (“ocho tumbado” [∞]). Los docentes decían: “Mi materia es la que cuenta”, parecía una amenaza o un ajuste de cuentas. Los maestros disfrutaba poniendo ceros, como si se tratase de círculos viciosos o circuitos cerrados, un 1 era un “palo”.

El profesor que creía saber enseñar, se engañaba. El chismorreo del profesorado perjudicaba al alumnado, y los boletines de notas se asemejan a las necrológicas.

El baloncesto era el deporte más jugado en el aula (papelera) antes que el boxeo. Cierto lenguaje de signos o señales permitían a los alumnos comunicarse durante los exámenes tipo test. Había discriminación positiva hacia los minoritarios chicos…

Lo patético o divertido era que las calificaciones eran aleatorias, como en los sorteos navideños. El profe adivino nos habló de las olimpíadas madrileñas de 2.036… Y pavorosamente, los fatuos pedagogos de la escuela solamente se centraban en la inteligencia lógico-matemática y la lingüístico-verbal, esta última debiera de ser por la verborrea profesoral.

(Texto escrito por Daniel E. Gómez SmithGrado Superior en Anatomía Patológica y Citodiagnóstico)

Reflexiones sobre el texto ‘Terror escolar’

Este relato se trata de una crítica a la educación escolar actual, mediante una sátira. Mediante el uso del humor, se muestra la imagen de una clase que resulta ser una ‘pesadilla’ para el alumno. Su retrato muestra una educación estática y aburrida, antigua y en donde faltan asignaturas importantes:

  • Falta una renovación: El alumno muestra mediante este ‘Terror escolar’ una clase que parece de otro siglo y sin embargo forma parte del presente. La sociedad evoluciona, los jóvenes también, pero la educación ¿sigue siendo la misma? Aún se cuantifica todo lo que sabe el estudiante, frente a otra valoración más cualitativa. Esta sátira de ‘Terror escolar’ en realidad es un grito de auxilio ante la necesidad (según la visión de los propios alumnos) de renovar la forma en la que se imparten las clases y se evalúa a los adolescentes y jóvenes.
  • Falta una renovación: El alumno muestra mediante este ‘Terror escolar’ una clase que parece de otro siglo y sin embargo forma parte del presente. La sociedad evoluciona, los jóvenes también, pero la educación ¿sigue siendo la misma? Aún se cuantifica todo lo que sabe el estudiante, frente a otra valoración más cualitativa. Esta sátira de ‘Terror escolar’ en realidad es un grito de auxilio ante la necesidad (según la visión de los propios alumnos) de renovar la forma en la que se imparten las clases y se evalúa a los adolescentes y jóvenes.

Más reflexione sobre ‘Terror escolar’

  • ¿Faltan y sobran asignaturas?: Se hace hincapié en ‘Terror escolar’ en las clases de gimnasia que continúan siendo las mismas que hace cincuenta años, o la forma en la que los profesores ‘toman la lección’, valorando siempre al alumno que más información parece retener… Sin embargo, en el día a día lo más valioso no será el conocimiento, sino las habilidades sociales, emocionales y la capacidad de adaptarse y enfrentarse a los obstáculos. ¿Se enseña todo esto en la escuela? ¿Se valora? ‘Terror escolar’ muestra la carencia de asignaturas más cercanas a la vida, y sí, más prácticas. La práctica por encima de la teoría, la calidad por encima de la cantidad.

«En el día a día, lo más valioso no son los conocimientos, sino las habilidades sociales, emocionales y la capacidad de enfrentarse a los obstáculos.»

— (Reflexiones sobre ‘Terror escolar’)

  • La necesidad del Humanismo: Cada persona es única. Por eso, no debería haber un sistema educativo, sino uno para cada uno de los alumnos. De esta forma, se podrían fortalecer las virtudes y habilidades de cada persona. No todos valemos para lo mismo… Hay quien despunta en el arte, en las matemáticas o en la oratoria

Es la idea que ‘Terror escolar’ deja ‘leer entre líneas’. Una dedicación a cada alumno, y una cercanía, una mayor humanidad. Un Humanismo que se perdió con la ‘Modernidad’ y que sepultó pilares básicos de la sociedad, como los valores o la gestión de las emociones. La escuela debe formar un futuro arquitecto, banquero o periodista.. pero ante todo, no debería de perder de vista que debe formar a una persona que sea capaz de enfrentarse al mundo.

Otros textos para reflexionar acerca de la Educación

Si te gustó el texto de ‘Terror escolar’, prueba a leer también estos otros relatos relacionados con la educación:

  • El arte de la caligrafía: El aprendizaje lleva su tiempo. Implica esfuerzo y perseverancia, dos valores esenciales que nunca deberíamos olvidar.
  • La flor roja con tallo verde: Esta es la historia de un niño que cambia de ciudad y por ello, cambia de colegio. De pronto, las clases son diferentes: la profesora le dice cómo se deben dibujar las cosas… Un alegato por la libertad en el aprendizaje, esa que da alas a la creatividad.
Cuento para niños y mayores sobre la imaginación: La flor roja con tallo verde
‘La Flor roja con tallo verde’, un cuento sobre la creatividad (Ilustración de Victoria Cabedo)
  • El castigo del caballo: El castigo no enseña, sino que aterroriza. Si de verdad quieres que alguien aprenda algo, utiliza la persuasión y despierta en esa persona la curiosidad.

Y recuerda que también puedes escuchar muchos relatos narrados a través de podcast para reflexionar. Los encontrarás aquí:

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Publicado por Tucuentofavorito

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Soy Estefania Esteban y soy periodista y escritora de literatura infantil.

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