Simbad el marino. Cuento para niños repleto de aventuras

‘Simbad el marino’ es un fabuloso cuento de aventuras recogido en el libro ‘Las mil y una noches’. Consta de siete partes, ya que cada una describe uno de los increíbles viajes de este comerciante ávido de aventuras. No te pierdas la narración de una historia de supervivencia, astucia y sí, buena suerte.

Las increíbles aventuras de Simbad el marino, contadas para niños

Cuentos para niños de aventuras: Simbad el marino
Del cartel de la película ‘Simbad: la leyenda de los siete mares’ (2003)

Hace mucho tiempo vivió en Bagdad un hombre muy rico. Era un famoso comerciante que contaba a decenas sus aventuras durante su juventud. Un día, reunido en una cena con unos amigos, se acercó un humilde trabajador que apenas ganaba dinero para mantener a su familia. Simbad el marino pidió que se acercara, y ante el asombro de todos, le dijo:

– Tal vez pienses que alguien tan rico como yo no pasó nunca calamidades. Nada más lejos de la realidad. Tengo mucho dinero, sí, pero he estado a punto de morir en numerosas ocasiones, y he vivido cosas que no deseo a ningún mortal. Ven, siéntate con nosotros y te contaré el relato de mis siete peligrosos viajes por el mar.

El hombre se sentó junto al resto y Simbad el marino comenzó a relatar las aventuras de sus viajes.

El primer viaje de Simbad el marino

Veréis. En mi juventud heredé una inmensa fortuna. Pero era bastante imprudente y lo gasté casi todo en poco tiempo. Cuando al fin maduré y me di cuenta de que había echado mi vida a perder, juntó lo que me quedaba y decidí crear una empresa de venta de mercancías. Busqué un barco, contraté al capitán y la tripulación y me eché a la mar para buscar otro país para hacer negocios.

Pero en medio del mar divisamos un extraño islote de prados muy verdes. Era pequeño, y nos entró la curiosidad de saber qué había allí, así que varios de mis hombres y yo subimos a un bote y llegamos hasta la pequeña isla. No vimos nada especial, pero decidimos quemar algunas maderas para calentarnos, porque empezaba a hacer frío.

En ese momento, la isla se movió como azotada por un terremoto, y de pronto se hundió en la profundidad del mar. Desde el barco escuchamos los gritos:

– ¡No es una isla! ¡Es una ballena!

Imaginaros el pánico que nos entró. Mis compañeros consiguieron subirse al bote, pero se olvidaron de mí, y me dieron por muerto.

Sin embargo, conseguí agarrarme a una tabla que había quedado flotando en el mar. Llegué hasta una isla en donde unos hombres me encontraron y me llevaron hasta el rey del lugar, con el que entablé una gran amistad. Días después un barco llegó hasta la isla: eran comerciantes y querían vender unas valiosas mercancías.

– ¿De dónde son?- les pregunté.

– Señor, es el barco de un malogrado mercader que murió hace días. Se llamaba Simbad.

– ¿Simbad, dices? Entonces me quedaré con todo, pues yo soy Simbad el marino.

Algunos de los marineros salieron del barco y me reconocieron. Así pude regresar a Bagdad, no sin llevarme antes muchísimos y valiosos regalos que el rey de la isla me quiso hacer como muestra de cariño.

Segundo viaje de Simbad el marino: el enorme Roc

Durante otro de mis viajes, llegamos a una isla. Estaba tan cansado que me tumbé bajo un árbol a dormir. Cuando me desperté, el barco ya no estaba. ¡Se habían ido!

Desesperado, me puse a caminar y vi a lo lejos algo parecido a un inmenso globo blanco. Pero, al acercarme, comprobé que en realidad era… ¡un huevo! ¡Un huevo gigantesco! Recordé las historias que hablaban de un enorme pájaro, llamado Roc.

Se me ocurrió entonces la forma de salir de esa isla. Esperé junto al huevo a que el pájaro llegara. En cuanto apareció, me até con las tiras del turbante a sus patas, y al alzar de nuevo el vuelo, me alejé por las nubes con él. Al cabo de un largo e interminable tiempo, el pájaro llegó hasta un acantilado, y se posó en lo más profundo de un valle rodeado por escarpadas montañas. Allí me solté y descubrí con asombro que estaba rodeado de diamantes. Así que me guardé todos los que pude. Sin embargo, no sabía cómo salir de allí. ¡Era imposible escalar aquellas montañas!

Y cuando ya pensaba que iba a morir, de pronto cayó junto a mí una enorme res. Y recordé las leyendas que circulaban sobre unos bandidos que se hacían con diamantes lanzando carne por un barranco y esperando a que un ave rapaz la llevara hasta su nido con las piedras preciosas pegadas a la carne. Así que me até a la res, como hice con el ave, y ¡bingo! Al poco tiempo apareció un enorme buitre que se hizo con la carne y me alzó por el cielo hasta llegar a su nido, en donde esperaban los ladrones. Se quedaron atónitos al verme.

Al principio se enfadaron al pensar que quería robarles, pero les contenté entregándoles algunos de los diamantes que había encontrado. Me acompañaron hasta el mar y allí esperé hasta que llegó un barco… ¡era el mío! Mis hombres se quedaron muy impresionados al encontrarme:

– ¡Partimos pensando que estabas en el barco y no volvimos a verte!- dijo a modo de disculpa uno de ellos.

Yo estaba tan contento, que no me enfadé. Menos aún porque regresaba a Bagdad con los bolsillos llenos de diamantes, mucho más rico de cuando me fui.

Tercer viaje de Simbad el marino: los gigantes de un solo ojo

Durante otro de mis viajes, nos pasó algo increíble: llegando a una isla, nos abordaron unos enanos que nos llevaron hasta un lugar en donde habitaba un enorme gigante de un solo ojo en la frente. Era realmente terrorífico. Más aún cuando vimos que el gigante se alimentaba de hombres, ya que había cientos de huesos alrededor. El gigante agarró a uno de los nuestros y se lo comió de un bocado.

Pensamos cómo escapar de allí, y se me ocurrió que podíamos aprovechar mientras dormía para atacarle. Pero antes debíamos construir pequeños botes con los juncos para salir de la isla. Así que esa noche escapamos hacia la orilla y construimos a toda velocidad tres pequeñas barcas.

Regresamos al lugar en donde estaba el gigante y nos hicimos con una barra de hierro. La pusimos al fuego y la usamos para atravesar su ojo. Como estaba durmiendo profundamente, no nos oyó llegar. El gigante se levantó gritando, dolorido, y como estaba ciego, no conseguía agarrarnos. Así que corrimos hacia los botes y nos subimos a ellos. Llegamos hasta otro islote en donde había serpientes gigantes. Menos mal que al poco rato llegó un barco… ¡Era mi barco! Y al fin pude de nuevo regresar a Bagdad.

Cuarto viaje de Simbad el marino y el extraño rito del entierro

El cuarto viaje me dejó una experiencia realmente extraña. Resulta que una tempestad hundió mi barco, pero conseguí llegar hasta una isla, en donde vivía un rey que me trató como a un marajá. La vida allí era maravillosa. Y el rey me quería tanto que me ofreció casarme con una bella dama. Yo acepté encantado y pasé allí unos meses fantásticos.

Sin embargo, un día, la mujer de mi vecino enfermó, y a los pocos días murió. El viudo estaba desesperado, preso de dolor y pánico.

– Intenta vivir el resto de tu vida, eres muy joven- le dije.

Y entonces me respondió:

– ¿El resto de mi vida? ¡Si solo me queda una hora!

– ¿Cómo que una hora? ¿A qué te refieres?- pregunté extrañado.

– ¿No conoces la tradición de este lugar? Aquí junto al marido o a la mujer fallecida, se entierra a su pareja.

– ¿Cómo? ¿En vida?

– Sí… se bajan los cuerpos, el muerto y el vivo, a una gruta en donde te espera el final de tus días. Pero te dan para el viaje un poco de agua y unos panecillos.

Y así fue cómo observé, para estupor mío, cómo el cuerpo de la fallecida bajaba a la gruta junto a su marido, que iba provisto de unos panes y una jarra de agua.

Desde entonces el miedo invadió mi cuerpo. Solo pensaba en el momento en el que mi mujer enfermara. Y aunque hice todo lo posible porque no sucediera, enfermó, y a los pocos días, murió.

Intenté hablar con el rey para que no me aplicaran esa tradición, pero no hubo manera, y me bajaron junto a mi mujer a la dichosa gruta, en donde se amontonaban esqueletos y cuerpos por todas partes. Sobreviví unos días con los panes y el agua que me habían dado. Y cuando pensé que estaba a punto de morir, vi una sombra revolotear por la gruta. La seguí, y comprobé que se escapaba por un agujero. ¡Había una salida!

El pájaro que había entrado, un buitre, me enseñó sin querer el camino hacia mi salvación. Conseguí salir de allí, aunque antes me llené los bolsillos con las joyas de los fallecidos que había en la gruta, y llegué hasta la orilla, en donde un barco me recogió… y de nuevo logré regresar a Bagdad.

Quinto viaje de Simbad el marino: De nuevo los roc

Durante mi quinto viaje me topé de nuevo con los pájaros roc. Fue al llegar a un pequeño islote, en donde descubrimos un huevo de roc. Mi tripulación tenía hambre y se lo comió. Cuando llegaron las aves, se enfadaron tanto que fueron a buscar unas enormes piedras para lanzarlas al barco. Intentamos huir, pero las piedras hundieron los botes.

Yo conseguí llegar a nado a la orilla, y me adentré en la isla, en donde tuve la mala suerte de encontrarme con un anciano, que parecía pedir ayuda para que le alzara para llegar hasta unos sabrosos cocos. Pero, al subirlo a mis hombros, descubrí que en verdad tenía mucha fuerza, y que no se quería bajar.

El anciano tirano me tomó de sirviente y tuve que llevarle todo el tiempo a hombros de un lugar a otro, hasta que al fin conseguí que bajara engañándole: le di a beber un coco que había llenado de vino. Yo mismo había encontrado uvas y dejé que fermentaran. Luego saqué el jugo y lo introduje en un coco. De esta forma, el anciano, mareado por el efecto del vino, se bajó, y pude escapar al fin hasta la orilla, en donde un barco me recogió para regresar por fin a Bagdad. Eso sí, antes me hice con un buen cargamento de cocos que luego pude vender a muy buen precio.

Sexto viaje de Simbad el marino

En mi sexto viaje gané grandes fortunas y además una buena amistad. Encallamos junto a una isla que aparentemente solo era una montaña. Conseguimos rescatar la mercancía del barco, pero no teníamos alimentos, y la tripulación fue muriendo de hambre. Solo quedaba yo, y, dispuesto a morir igualmente, decidí adentrarme en una gruta que descubrí en la montaña. Entonces escuché el sonido del agua… y vi que por la montaña discurría un río subterráneo. Así que construí una pequeña embarcación y me dejé llevar por la corriente.

Para mi sorpresa, llegué hasta un hermoso prado en donde unos negros muy altos me descubrieron, y asombrados por mi historia, me llevaron hasta su rey, un hombre que se enamoró al instante de mis aventuras. Tanto, que decidió escribirlas en un libro.

Como vi que allí montaban a caballo, pero sin silla ni estribos, les ayudé a construirlos, y el rey estaba tan agradecido, que me colmó de regalos y joyas. Y así fue cómo al llegar un día un barco hasta la orilla, regresé a Bagdad, de nuevo, más rico que como me había ido.

El séptimo y último viaje de Simbad el marino

Mi último viaje me llevó de regreso a aquella isla, ya que el califa me pidió que le narrara cómo era aquel reino. Quería llevarle un regalo a aquel rey tan bondadoso. Así que acudí de nuevo a entregárselo. El rey del islote se alegró mucho de verme de nuevo.

Pero al regresar, unos corsarios abordaron nuestro barco, nos robaron y nos vendieron como esclavos. Mi amo me indicó que debía cazar elefantes, y no me quedó otra. Así que mi nuevo trabajo consistía en subir a los árboles y esperar a que llegaran los elefantes para matar a alguno y que mi amo pudiera traficar con sus colmillos.

Sin embargo, en una ocasión ocurrió algo increíble: una manada de elefantes consiguieron golpear el árbol donde estaba, y caí sobre uno de ellos. Yo pensé que me matarían, y sin embargo, me llevaron hasta un lugar repleto de elefantes muertos.

El elefante me bajó con su trompa y dejó que observara aquel lugar. Entonces lo entendí todo: era el cementerio de los elefantes, el lugar a donde acudían cuando ya viejos, estaban a punto de morir. El elefante quería que dejara de perseguirlos en vida, indicándome que podía hacerme con los colmillos de los elefantes muertos.

Después de esa experiencia, conseguí regresar a Bagdad, aprovechando que mi amo me había dado por muerto al verme caer entre elefantes.

Valores que puedes trabajar con el cuento de Simbad el marino

Las aventuras de Simbad el marino pueden ayudarnos a reflexionar sobre estos valores:

  • El valor del coraje.
  • Esfuerzo y perseverancia.
  • El valor de la prudencia.
  • La astucia e inteligencia para salir de los problemas.

Reflexiones sobre el cuento de Simbad el marino para los niños

Este espléndido cuento lleno de aventuras, ‘Simbad el marino’, también nos invita a reflexionar sobre todos estos aspectos:

  • Nunca te des por vencido: Simbad el marino estuvo a punto de morir en numerosas ocasiones, y en todas permaneció alerta hasta el último momento, esperanzado ante la posibilidad de encontrar una solución. Los que resisten y perseveran al final obtienen la recompensa.
  • No olvides nunca ser prudente: La prudencia también nos ayuda a salir airosos de situaciones complicadas. En muchos de estos viajes, tal vez Simbad el marino ‘pecó’ de poca prudencia, lo que le llevó a vivir aventuras al límite.
  • Cuando estés en un aprieto, saca el ingenio que llevas dentro: El ingenio y la inteligencia es lo que le ayudó a Simbad el marino a salir de todos los problemas. Por ejemplo, la idea de atarse al pájaro roc, aunque fuera peligroso, le salvó la vida. También la idea que tuvo de llenar el coco de vino para deshacerse del anciano tirano… Así, en todas sus aventuras, consiguió salir de una situación límite, gracias a una mezcla de ingenio, suerte y perseverancia.

Algunas preguntas de comprensión lectora del cuento Simbad el marino

Este cuento, que es más largo de lo habitual, puede ser una fantástica opción apara incentivar la atención y la comprensión lectora de tu hijo. Puedes hacer estas preguntas al terminar la lectura para saber si permaneció atento a todos los viajes de Simbad el marino:

1. ¿Qué era en realidad el islote donde se habían subido Simbad el marino y su tripulación en el primer viaje?

2. ¿Por qué se ató Simbad el marino al pájaro roc en su segundo viaje?

3. ¿Cómo consiguieron vencer al gigante cíclope en el tercer viaje?

4. ¿Quién le indicó a Simbad el marino la salida de la gruta cementerio en su cuarto viaje?

5. ¿Cómo consiguió Simbad deshacerse del anciano en su quinto viaje?

6. ¿Cómo consiguió salir Simbad el marino de la isla de la montaña en su sexto viaje?

7. ¿Qué le enseñó el elefante a Simbad el marino en su séptimo viaje?

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Publicado por Estefania Esteban

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Soy Estefania Esteban y soy periodista y escritora de literatura infantil.

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