Prepárate a leer un cuento de Navidad atípico. ‘El trombón de Navidad’ es un relato de Raymond E. Banks, que habla de la ‘deshumanización del arte’ y de la pérdida de la esencia de la Navidad. Aquí encontrarás una adaptación del relato de este genial escritor estadounidense.
TIEMPO DE LECTURA: 13 MINUTOS Y MEDIO
El trombón de Navidad, un cuento navideño para adolescentes y adultos
Shorty buscó en el armario su viejo trombón. Era Nochebuena, y le apetecía tocar algún villancico. Y ahí estaba, en la bolsa de loneta negra. Llevaba mucho tiempo sin tocar: ¡el trombón de Navidad! Desde que dejó la música por culpa de los dichosos conos y tuvo que buscarse la vida como arreglador de ‘aerocoches’, apenas tenía tiempo. Eso sin contar con que en la habitación le era imposible practicar con el trombón. La vieja y estricta señora Thompson no le dejaba tocar.
Acarició su instrumento musical y no pudo evitar tocar sus teclas. Un instinto le llevó a soplar y… En menos de dos segundos la señora Thompson ya estaba en la puerta de su cuarto.
– No, no y no. Le he dicho mil veces, señor Shorty, que no puede tocar esas horribles melodías. Me produce dolor de cabeza. Los conos musicales suenan mucho mejor que su viejo trombón. Y más aún con los nuevos discos de Venus. Son una auténtica delicia. ¡Guarde ahora mismo el trombón de Navidad!
– Muy bien, pues saldré fuera a tocar- respondió Shorty enfadado- Hoy es Nochebuena y pienso tocar villancicos.
– Está usted loco. En cuanto le vea el inspector Nelson, le detendrá por alterar la paz de las calles.
– Ah, ¿sí? ¿Y por qué se oye entonces música de los endiablados conos musicales por todas partes?
– Porque eso, señor Shorty, es música celestial, no como lo que sale de su horrible trombón.
– A mí nadie me va a detener. Llevo viviendo en este pueblo 45 años, desde que era un renacuajo. Yo llegué antes que esos dichosos conos musicales. Y llegué a tocar el órgano de la iglesia en Navidad. Ahora, con ese enorme cono de discos de Venus, ya no me dejan tocarlo.
– Normal… Señor Shorty, usted toca mal, y los conos musicales solo reproducen la música perfecta. Dudo mucho que pudiera grabar en ellos la música del trombón…
El trombón de Navidad: el enfado y la tristeza de Shorty
Eso ya era el colmo. Shorty se puso el abrigo, agarró la bolsa con el trombón y salió del edificio enfadado. Hacía frío y apenas había gente fuera. Las calles estaban cubiertas por una fina capa de nieve y por todas partes se oía el sonido de algún cono musical, música que salía de los hogares. Él pensaba tocar su trombón. No quería tocar para los conos musicales. No les pensaba entregar su alma. Y sabía que podía tocar bien, que podía hacerlo mejor.
– Esos malditos conos, no saben tocar villancicos…- murmuró para sí.
Llevaba dos regalos en el bolsillo: uno era para el reverendo Blaine Y otro para Edith. Comenzó a andar hacia la iglesia, pero a mitad de camino se topó con el inspector de policía.
– Vaya, Shorty… ¿Qué llevas ahí? ¿No será tu viejo trombón? Ya sabes que no puedes tocarlo.
– Es mío, es una propiedad privada, y puedo hacer lo que quiera con él.
– Sí, pero sobre tu derecho a tener un trombón, está el derecho de todos a pasar una Nochebuena tranquila, y si tocas, no lo será.
– No he dicho que vaya a tocar…
– Sí, claro, es como si llevaras una pistola encima y tengo que creer que nunca la vas a usar… Anda, dame el trombón. Prefiero que pase la noche en el calabozo a que la pases tú.
– No.
La negativa de Shorty obligó al inspector de policía a abalanzarse sobre él. Después de un forcejeó, le arrebató la Bolsa a Shorty con el trombón de Navidad dentro.
– Creeme, es mejor así- dijo Nelson- Lo hago por ti.
Shorty sintió que sus ojos se llenaban de lágrimas. Triste y vacío, se dirigió a la iglesia. Allí estaba el reverendo Blaine, junto al gigantesco cono musical que en breve comenzaría a escupir música grabada en los discos.
El cono musical de la iglesia vs el trombón de Navidad
– ¡Shorty! Qué alegría verte por aquí… ¿Vendrás esta noche a la misa?
– No creo, reverendo, no me apasiona escuchar música en este gigantesco cono musical…
– ¿Todavía estás así? No entiendo tu postura. Este cono ha hecho que la gente pueda disfrutar de la música de otra forma. En realidad, la música es muy buena.
– Y tanto… Los discos absorben la música y el alma del músico…
– Ya sabes que los conos solo reproducen música excepcional… Ya no nos hace falta el órgano, que a veces enmudeció en alguna tecla…
– No me creo que no eche usted de menos la iglesia abarrotada de gente que esperaba escuchar los primeros acordes del órgano… Esa nota equivocada, ese silencio tan humano del músico, ese coro nervioso, con las partituras entre las manos…
– Estás equivocado, Shorty- dijo entonces el reverendo Blaine- No se trata de una representación, sino de Cristo. El resto, es solo un adorno. Y aquí, en este cono musical, tengo la mejor música de todos los artistas que han cantado a la Navidad. Tú también podrías hacerlo, podrías cantar para el cono…
Shorty Miró con tristeza cómo el reverendo abría el enorme cristal de la ventana. Cuando él tocaba, nunca lo hacía, porque el músico podía enfermar por el frío.
– Así todos oirán la música- dijo el reverendo orgulloso.
– Bueno, yo le traía un detalle por Navidad, reverendo. Ya me voy.
– Ven esta noche- respondió el sacerdote, cogiendo el paquete que Shorty le extendió- Estará Edith. Y ya sabes que hasta ella empieza a cansarse de tus rarezas…
Shorty se dio media vuelta y salió de allí. Justo a unos pasos estaba el bar donde le esperaba Edith. La verdad es que estaba muy guapa con su vestido nuevo de Pascua.
El trombón de Navidad: Edith
– ¡Feliz Navidad!- le dijo él entregándola el regalo que tenía guardado en su bolsillo.
– Oh, gracias, Shorty… ¿vendrás esta noche a la iglesia?
– No creo, tengo que asaltar la comisaría.
– ¿Por qué?
– El inspector Nelson ha encerrado allí mi trombón.
– ¿Ya estás otra vez con lo mismo? ¿Cuándo madurarás y te olvidarás del dichoso trombón? Es parte del pasado. Antes eras músico, ahora eres un arreglador de aerocoches y con una pensión de músico jubilado.
– No sé qué intentas decir.
– Que estoy cansada de esperar porque siempre estás en el pasado y que tal vez esta noche me vaya a la iglesia con Del Gentry y en Año nuevo me vaya de fiesta con él, porque estoy harta de estar con un amargado arreglador de aerocohes.
Shorty golpeó lleno de ira el árbol de hologramas que tenían al lado. Un árbol de Navidad moderno hecho a prueba de golpes.
– Todo avanza, Shorty- dijo ella- Y puede que no te guste, pero este árbol, como ves. es mejor que los antiguos, y los conos musicales hacen mejor música que los viejos instrumentos…
Shorthy no lo soportó. Agarró el cono musical que tenían más cerca y lo hizo añicos. Los discos comenzaron a rodar por el suelo.
– Ya nunca volverás a tener veinte años, Shorty- le dijo ella.
Enfadado, salió de allí dando un portazo. Se había fijado en que el inspector estaba en el bar, así que se dirigió a la comisaría, en donde solo había un vigilante. Al entrar, Shorty vio la caja donde habían guardado el trombón. Y vio que en el suelo junto a la mesa en donde estaba el vigilante, había una botella. Comenzó a hablar con él de forma amable para despistarle, y cuando se giró a mirar algo que él señaló, le golpeó con fuerza con la botella. Aprovechó para buscar en su bolsillo la llave de la caja, y así es como pudo recuperar su viejo trombón.
El trombón de Navidad y los conos musicales
Corrió hacia lo más alto de la colina. Desde allí podía verse la iglesia, con el amplio ventanal abierto y el cono musical apuntando hacia afuera. Shorty sacó su trombón desafiante. Sabía que era la última vez que podría tocarlo. El trombón de Navidad se notaba frío bajo sus guantes. También su boquilla en sus labios. Sus manos temblaban de frío y emoción al quitarse los guantes y tocar el acero de su instrumento musical.
Sopló con fuerza. Una potente nota musical rompió el silencio. Se estremeció al escuchar su misma nota interpretada por el cono musical de la iglesia, como si fuera el eco. Como se sentía triste, comenzó a tocar un alegre villancico, con la esperanza de mejorar su ánimo.
– ¿Qué te parece esto, cono?- dijo al terminar de tocar la canción.
Y el cono devolvió una de las notas de este villancico, ‘Gozo en el mundo’, pero mejorado, con alguna nota perfeccionada. Y todos los que andaban cerca se volvieron en dirección a la colina, asombrados de aquel ir y venir de la música, de esas notas de trombón que el cono devolvía ‘embellecidas’.
A Shorty entonces le pareció que su música era mala. Ahora, que la escuchaba, se daba cuenta de que debía mejorar aquello.
– ‘Noche de paz’– se dijo.
Ese era su gran desafío. Y comenzó a tocar. Ni demasiado triste ni demasiado alegre. Serena. Perfecta. Firme y claro. Melancólico y noble. El cono permanecía en silencio, escuchando. Y durante algo más de un minuto, Shorty sintió que alcanzaba la perfección soñada.
Aquella música era clara, limpia… ¡divina! Y al mismo tiempo, ¡tan humana! Durante 45 segundos se sintió en la gloria. Y al terminar, esperó la respuesta del cono. Hubo un silencio. La gente, agolpada en las calles, esperaba impaciente aquella respuesta. Y el cono comenzó a reproducir sus mismas notas, sin cambiar nada, ni un solo acorde, ni un ápice de alma. Cada nota del viejo trombón, de esa ‘Noche de paz’, le fue devuelta, tal y como él las interpretó. Porque no encontró el cono musical ninguna manera de embellecer algo que ya era perfecto. Y a pesar de tener grabado el cono musical cientos de versiones de ese villancico, no pudo encontrar ninguna mejor que la que interpretó aquella noche Shorty con su viejo trombón.
Y desde aquel día, Shorty pudo tocar su Noche de Paz cada Navidad. Su mujer, Edith, sonreía orgullosa a su lado, al lado de Shorty Williams, el mejor reparador de aerocoches y la persona que enseñó a los conos musicales a tocar villancicos.
Reflexiones sobre el cuento ‘El trombón de Navidad’
Sin duda, este relato del trombón de Navidad te habrá sorprendido. Nos traslada a un futuro imaginario en donde la música más humana ha sido sustituida por la perfección de las máquinas. El espíritu de la Navidad se ha transformado…
- Sin imperfección no hay perfección: Parece una paradoja, pero lo cierto es que la belleza más sublime es imperfecta, porque lo que hace que algo sea humano y tenga ‘alma’ es precisamente esa nota sostenida, temblorosa y que parece dudar por culpa del miedo, de la tristeza o de la alegría. Son las emociones las que otorgan perfección a cada cosa. Y esa Navidad imaginaria del autor estadounidense, es una Navidad fría y perfecta en la técnica, sí, pero imperfecta al estar carente de emociones. Y es Shorty, con su viejo trombón, quien devuelve la esencia de la Navidad a todos sus vecinos en este maravilloso relato del trombón de Navidad.
- El triunfo del humano sobre la máquina: En este cuento del trombón de Navidad, los conos musicales habían sustituido a los instrumentos porque su música era técnicamente más perfecta. Pero a pesar de ello, se podía superar. Un hombre pudo superar la perfección de las máquinas. Y lo hizo gracias a sus emociones.
Sin duda, un mensaje de triunfo y una llamada a recuperar la humanidad frente a los avances de las máquinas. No olvidemos nunca la esencia de la Navidad y del hombre, parece decir este cuento. No olvidemos que es el hombre quien le otorga valor al arte y son las emociones del músico, que cambian de un día a otro, las que realmente otorgan valor a la música. Lo mismo sucede con la Navidad. Donde esté una iglesia abarrotada de personas que esperan impacientes el canto de un coro nervioso, que se quite ese perfecto sonido de un frío aparato que reproduce música grabada, por muy perfecta que sea su interpretación.
«La belleza más sublime es imperfecta»
— (Reflexiones sobre ‘El trombón de Navidad’)
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