El principio de los armadillos. Cuento de Kipling para niños

Esta es la historia de cómo nacieron estos curiosos animales de caparazón de placas yuxtapuestas. ‘El principio de los armadillos’ es un original cuento de Rudyard Kipling en el que se habla de ingenio y adaptación a los cambios. Por supuesto, también de cooperación. No te pierdas esta peculiar historia y las reflexiones que la acompañan.

TIEMPO DE LECTURA: 6 MINUTOS

La historia del principio de los armadillos, contada para niños

El principio de los armadillos, un cuento de Kipling
Cuento ‘El principio de los armadillos’, de Kipling

Existió hace mucho, pero que mucho tiempo, un erizo muy tozudo. Vivía a orillas del turbio Amazonas y se alimentaba de caracoles con concha y demás animalillos que encontraba. Y justo allí, también a orillas del turbio Amazonas, vivía la lenta pero sólida tortuga. Ella comía lechugas y demás hierbitas. Y hasta aquí todo iba bien.

Pero por entonces allá junto al turbio Amazonas también vivía el peligroso jaguar, que normalmente comía ciervos o monos. Si no los encontraba, comía ranas y escarabajos. Pero cuando no podía comer nada de eso, su madre siempre le decía:

– Hijo, cuando andes muy hambriento, come erizos y tortugas. Eso sí, al erizo debes echarlo al agua para que se desenrosque, y a la tortuga debes sacarla del caparazón con tus garras como una cuchara…

Esto lo escuchó decir de su madre el jaguar muchas veces. Y un día, que andaba hambriento cerca del turbio Amazonas, encontró al tozudo erizo y a la tortuga bajo un árbol. En cuanto llegó, el erizo se enroscó y la tortuga, por ser tortuga, se escondió en el caparazón.

– Escuchadme bien- dijo el jaguar- Mi madre me dijo que si encontraba un erizo y una tortuga, echara al erizo al agua y sacara a la tortuga de su caparazón con mis garras… ¿quién es quién de los dos?

– ¿Seguro que eso es lo que te dijo?- preguntó el tozudo erizo- Igual lo que te dijo es que desenroscaras a la tortuga lanzándola al agua con una cuchara y que lanzaras al erizo sobre su concha…

– O quizás- dijo entonces la lenta pero sólida tortuga- puede que te dijera que lanzaras el erizo a tu garra y que cascaras la tortuga hasta que se desenrosque…

– Umm… no me suena nada de eso- dijo el jaguar- pero repetid por si acaso…

– Que si descucharas agua con tu garra, la desenroscas son un erizo- dijo el erizo.

– Sí, eso es importante, y también que arrojes tu carne dentro de una tortuga con una cuchara- dijo la tortuga- Es fácil, ¿no lo entiendes?

– Estáis haciendo que me duelan hasta las manchas- dijo perplejo el jaguar- Yo solo quiero saber quién de vosotros es el erizo y quién la tortuga.

– Ah, pues eso no te lo vamos a decir- dijo el tozudo erizo- Pero puedes sacarme de mi cáscara como a cucharadas.

Lo que hizo el jaguar con el erizo y la tortuga

– ¡Ajá! Ahora sé que eres la tortuga– dijo lanzándose a por el erizo el jaguar. Y claro, como era de esperar, el tozudo erizo se enroscó, el jaguar se llenó la pata de puntiagudas espinas, y el erizo terminó rebotando en un lugar sombrío de los matorrales al otro lado del río en donde no se veía nada.

El jaguar, dolorido, se llevó la pata a la boca, y entonces se le llenó la boca de espinas.

– Auuuuu…¡ahora sé que para nada eres la tortuga!- dijo lamentándose-. Entonces, ¿cómo sabré si tú eres una tortuga?-preguntó el jaguar a la lenta pero sólida tortuga.

– Pues claro que lo soy, así que ya puedes sacarme con tus garras como una cuchara.

– Pero antes no dijiste eso…

– Antes dije lo que tu madre dijo y tú creías que no dijo.

– ¿Y qué dijo?

– Lo que pensó que tú pensarías y dijo después…

– ¿Y qué fue?

– Que me lanzarías como a una cuchara.

– Pero dijiste antes que te sacara con mis garras a cucharadas.

– Eso es lo que tú dijiste que dijo tu madre, no lo que yo dije.

– ¿Y qué pasa si lo hago?

– No lo sé…nunca nadie me intentó sacar del caparazón como a cucharadas… Pero si me tiras al agua, verás como me voy nadando.

– Ya no sé lo que dijo, lo que dije y lo que dijiste… ¡Menudo lío! Y puesto que pareces deseoso de que te lance al agua, no creo que lo deba hacer, aunque mi madre dijo que lanzara a uno de los dos… ¡Salta al turbio Amazonas!

– ¿Estás seguro? Igual a tu madre no le va a gustar…

Pero antes de que el jaguar contestara, la tortuga se lanzó al turbio Amazonas, buceó un largo trecho y salió por el otro lado de la orilla, en donde esperaba el erizo tozudo.

– Vaya, ¿qué le dijiste al jaguar para escapar?- preguntó su amigo.

– La verdad, que soy una tortuga, pero como no me creía, pidió que me lanzara al agua para estar seguro… Ahora se lo irá a contar todo a su mamá…

Y así fue. Su madre llegó al instante:

– ¿Qué te pasó hijito?- preguntó al dolorido jaguar- Vaya… por las espinas veo que estuviste con un erizo.

– Hice lo que me dijiste, mamá, pero no sabía quién era el erizo y quién la tortuga…

– Verás, el erizo siempre se enrosca y tiene púas. Y la tortuga siempre, siempre, se esconde en el caparazón, y sabe nadar y bucear.

El erizo y la tortuga, que escuchaban al otro lado del río, dijeron espantados:

– ¡Estamos perdidos! Ni el más tonto de los jaguar podría olvidar unas instrucciones tan claras… Qué pena que no sepas nadar, amigo erizo…

– Y tú que no te puedas enroscar, amiga tortuga… Me temo que vamos a tener problemas.

La genial idea del erizo y la tortuga y el principio de los armadillos

El cuento El principio de los armadillos
‘El principio de los armadillos’ (ilustración original de Rudyard Kipling)

– La tortuga se esconde, el erizo se enrosca… – Iba diciendo el jaguar mientras se quitaba las púas de la pata.

– Amiga tortuga, debo aprender a nadar– dijo el erizo.

Y ayudado por la tortuga, comenzó a patear en el turbio Amazonas.

– ¡Excelente!- dijo la tortuga- ¡El jaguar se va a quedar pasmado! Y yo debo intentar enroscarme… Aflójame un poco las placas del caparazón, a ver si puedo hacerlo.

Su amigo el erizo le ayudó, y la tortuga pudo enroscarse un poco.

– Ten cuidado, que se te pone la cara negra- le advirtió el erizo.

– Pues tus púas se están apiñando todas de tan mojadas que están…

Practicaron y practicaron, y después, se durmieron de puro agotamiento. Al día siguiente, ambos se dieron cuenta de que eran muy diferentes a como eran antes:

– Amigo erizo, en lugar de púas parece que tienes escamas de tanto nadar…

– Y tú, tortuga, ya no sé dónde están tus placas. Las tienes tan amontonadas que no encuentro su lugar…

– Bueno- dijo la tortuga- al menos dejaremos al jaguar pasmado.

Y ambos se fueron a buscar al jaguar. Al verlos, se sorprendió tanto, que se cayó tres veces seguidas sobre su espalda.

– Buenos días jaguar, ¿qué tal está tu bondadosa mamá? – dijeron.

– Bien, bien… pero, ¿quiénes sois?

– ¿No nos recuerdas?- dijo el erizo- Somos el terco erizo y la lenta pero segura tortuga.

– Pero… No tienes púas, y a buen seguro que ayer las tenías. ¡Aún me duele! ¿Y dónde está el caparazón de la tortuga?

Ambos animales se enroscaron y se acercaron rodando hasta el jaguar.

– Pues somos nosotros.

El jaguar, totalmente confuso, fua a ver a su madre:

– ¡Mamá! Hay animales nuevos en el bosque. Esto no me gusta… El que decía que no podía nadar ahora nada, y los dos tienen unas extrañas escamas. Creo que se repartieron las púas… ¿y por qué pueden enroscarse? Los dos ruedan, giran y giran.

– Hijo, los erizos son erizos y las tortugas son tortugas. Y ambos son lo que te dije…

– Pero el erizo y la tortuga ahora son una mezcla de ambos animales… y no tienen nombre.

– Eso no puede ser. Todos los animales deben tener un nombre. Le llamaremos armadillo hasta que sepamos algo más… será mejor que le dejemos tranquilo.

Y este fue el principio de los armadillos, mi querido niño. El pequeño jaguar, por su arte, hizo todo lo que dijo su mamá. Especialmente lo de dejar tranquilo al armadillo.

Qué temas puedes trabajar con El principio de los armadillos

Puedes utilizar este fantástico cuento del principio de los armadillos para reflexionar sobre:

  • La astucia a la hora de resolver problemas.
  • La necesidad de adaptarnos y cambiar para sobrevivir y avanzar.
  • El aprendizaje y los cambios.
  • El valor del esfuerzo y el de la perseverancia.
  • La cooperación.

Reflexiones sobre el cuento ‘El principio de los armadillos’

Adaptarse o morir.. Ese podría ser el lema de estos dos animales que lejos de aceptar su final y la ley que impera la Naturaleza, decidieron aunar fuerzas y buscar la manera de cambiar para seguir adelante:

  • Adaptarse al cambio: Dicen que la inteligencia se mide en la capacidad de adaptación a los cambios. Y es cierto. En ‘El principio de los armadillos’, queda bien patente la inteligencia de la tortuga y el erizo en esta historia, que supieron engañar al peligroso jaguar con ingenio y después lograron juntos cambiar para evitar ser devorados. Aprender a adaptarnos a las circunstancias y los problemas es lo que nos salva y nos permite seguir avanzando. La vida siempre traerá pruebas y obstáculos. ¿Nos rendimos ante ellos? No. Siempre intentamos superarlos.
  • Con cooperación: La tortuga y el erizo no se hubieran podido librar del jaguar de haber estado solos. En este cuento del principio de los armadillos, los dos animales se alían para escapar juntos de su fatal destino. Esta unión, esta cooperación, es lo que hace precisamente que puedan fusionarse y cambiar. Ante problemas graves, importantes, inmensos, la unión hace la fuerza. La cooperación siempre consigue más. De ahí el importantísimo valor de la solidaridad.

«Los más inteligentes son aquellos capaces de adaptarse a los cambios y los grandes obstáculos»

(Reflexiones sobre ‘El principio de los armadillos’)

Más reflexiones sobre ‘El principio de los armadillos’

  • El ingenio, nuestra mejor arma: En ‘El principio de los armadillos’, tanto la tortuga como el erizo optaron por el ingenio para defenderse del jaguar. Las palabras fueron más que suficiente para confundirlo. Si hubieran intentado luchar o salir corriendo, seguramente no hubieran escapado a sus garras. La calma en momento de riesgo, el control de las emociones y la firmeza, son decisivos. Pero sobre todo, tener esa capacidad de usar la inteligencia y sobreponernos al miedo.

«El control de las emociones es esencial para lograr superar un problema»

(Sobre ‘El principio de los armadillos’)
  • Esfuerzo y perseverancia: Los cambios no llegan de golpe, sino a través del esfuerzo, la perseverancia y en este caso, la cooperación. Ambos animales se ayudaron en esta historia del principio de los armadillos. Y ninguno de los dos desistió de su empeño. Con esfuerzo y perseverancia se consiguen metas a priori inalcanzables. Solo hay que intentarlo… y creer. En este caso, la terquedad con la que se define al erizo, es una ‘terquedad buena’. Se refiere a la insistencia, a la tozudez de mejorar y cambiar.

«Los cambios, la adaptación, no surgen en un momento. Se precisa esfuerzo y perseverancia»

(Reflexiones sobre ‘El principio de los armadillos’)

Otros preciosos cuentos de Kipling para niños y mayores

Si te gustó esta original historia del principio de los armadillos, prueba a leer también estos otros cuentos de Kipling, fantásticos para niños, adolescentes y mayores:

  • La cantinela del viejo canguro: ¿Sabes que el canguro al principio no tenía esas largas patas traseras? Este cuento explica cómo le crecieron, y tiene algo que ver con el orgullo…
  • El hijo del elefante: ¿Te imaginas a un elefante con la trompa corta? Pues parece ser que al principio, su nariz era bien chata, hasta que un pequeño y curioso elefante fue al lugar al que todos los mayores le prohibían ir…
El hijo del elefante: así fue cómo al elefante le creció la trompa
El cuento del hijo del elefante
  • Cómo se le arrugó la piel al rinoceronte: La amabilidad no cuesta nada y da mucho… En cambio, el mal carácter termina por hacernos daño. Y si no, que se lo pregunten al rinoceronte, que en este cuento nos explica cómo se estropeó su linda y lisa piel…

Y recuerda que también puedes escuchar muchos cuentos infantiles tan maravillosos como ‘El principio de los armadillos’ narrados mediante podcast. Los encontrarás aquí:

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Publicado por Estefania Esteban

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Soy Estefania Esteban y soy periodista y escritora de literatura infantil.

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