El loro pelado. Cuento para niños sobre la prudencia

No te pierdas este divertido cuento infantil, ‘El loro pelado’, basado en el cuento de Horacio Quiroga, que habla de un loro que por una imprudencia tuvo un enorme susto. Sin embargo, de los errores se aprende, y vaya que si aprendió rápido nuestro protagonista. Disfruta de este divertido cuento y no olvides que al final encontrarás algunas reflexiones sobre este cuento.

TIEMPO DE LECTURA: 8 MINUTOS Y MEDIO

Un divertido cuento infantil: El loro pelado

El cuento infantil El loro pelado
El loro pelado, un divertido cuento infantil

Érase una vez una bandada de loros que vivía en los árboles del monte. Eran muchos y muy chillones. Y todos los días se acercaban al campo sembrado para comer maíz. Dejaban siempre un loro de centinela en lo alto de un árbol y el resto se lanzaba a picotear las mazorcas, dejándolas abiertas y pudriéndose rápido el maíz. Los campesinos estaban hartos de los loros, y en cuanto los veían, intentaban darles caza, porque su carne estaba muy rica asada en el horno.

Un día, uno de los disparos alcanzó al loro centinela, que era muy joven, y éste cayó a los pies de uno de los campesinos. Al ver que solo estaba herido en un ala, decidió regalar el ave a sus hijos. ¡Menuda ilusión les hizo a los niños poder tener una mascota como esa!

Le pusieron de nombre Pedrito. Le curaron el ala y le enseñaron a dar la pata y a comer con ellos en la mesa.

A Pedrito le encantaba revolotear entre los naranjos y eucaliptos del jardín, burlarse de las gallinas y tomar el té de las cinco. Eso era lo que más le gustaba a Pedrito: picotear pan con leche mientras el resto se tomaba el té.

Y era tan listo, que pronto comenzó a repetir algunas palabras. Así, Pedrito se pasaba el día diciendo:

– La pata, Pedrito. Buenos días, lorito. Rica la papa. Rico té con leche. La papa, Pedrito….

Y así lo soltaba él, todo seguido, porque los loros hablan así, mezclando las palabras y las frases. Pero siempre que se acercaba la hora del té, Pedrito decía:

– Rica papa, rica papa.

Pedrito (el loro pelado) y el tigre

Un día, que hacía un sol espléndido después de cinco días de lluvia y tormenta, Pedrito salió a volar y llegó tan lejos, que de pronto se encontró con el río Paraná. Era enorme, y atraído por él, voló hasta unos árboles muy frondosos que había junto al río.

De pronto vio unas luces de un verde muy brillante en el suelo, y comenzó a bajar de rama en rama para ver de qué se trataba.

– La papa, Pedrito, qué será eso, lorito.

Entonces, vio a un hermoso tigre durmiendo en la orilla del río. Y Pedrito, al que le gustaba mucho hablar, comenzó a entablar conversación con el tigre:

– Buen día, tigre. La papa, Pedrito. Rica papa, rica papa.

Y decía mucho lo de ‘rica papa’ porque faltaba poco para la hora del té, y tenía muchas ganas de comer su pan mojado en leche.

Al tigre no le hacía nada de gracia que un loro charlatán le hubiera estropeado la siesta, así que estaba de mal humor. Encima, tenía hambre. Se le ocurrió que el loro podía ser un buen aperitivo.

– ¿Qué dices, loro?- dijo el tigre con su imponente voz- Acércate más, que soy sordo.

Y el loro bajó otra rama y se acercó al tigre:

– Rica papa, rica papa. ¿Quieres té con leche?

Y es que a Pedrito se le ocurrió que podía llevar a su nuevo amigo a casa a tomar té con leche. Todos se quedarían asombrados si regresaba con un animal tan magnífico.

El loro pelado

– Necesito que te acerques más, que no te oigo- dijo entonces el tigre.

Y Pedrito se acercó saltando una rama más… Y estaba tan cerca del tigre, que el felino lanzó su poderosa garra contra el loro. ¡Menos mal que Pedrito tenía buenos reflejos! De un salto alzó el vuelo, pero el tigre ya le había clavado una garra en el lomo y le arrancó las plumas de la cola.

El pobre loro se alejó de allí muerto de miedo, con medio cuerpo pelado, y dando bandazos de un lado a otro, porque las plumas de la cola eran su timón para volar, y ahora ya no lo tenía.

Cuando llegó a casa, se miró al espejo y se vio tan feo, que corrió a esconderse en el hueco de un eucaliptus. Llegó la hora del té y todos echaron en falta a Pedrito. ¿Dónde se había metido?

– Pedrito, ¡rica papa!- gritaban los niños.

Pero Pedrito ni se movía de su escondrijo. No pensaba salir para que le vieran así de feo. Así que los niños pensaron que Pedrito se había muerto, porque ni fue a tomar el té ese día ni al día siguiente ni al siguiente del siguiente.

Pasó muchos días Pedrito escondido, bajando de madrugada al suelo a buscar comida. Y de vez en cuando se miraba al espejo para ver si sus plumas crecían, pero tardaban mucho. Después de unos meses, Pedrito apareció puntual, a las cinco en punto, la hora del té, en la mesa.

– ¡Pedrito!- gritaron entusiasmados los niños.

Y ahí estaba él, con sus plumas nuevas, como si nada hubiera pasado. ¡Y cómo comió pan con leche ese día Pedrito! ¡No paraba!

«Y ahí estaba él, con sus plumas nuevas, como si nada hubiera pasado».

(El loro pelado)

La venganza de Pedrito, el loro pelado

Y al día siguiente, Pedrito voló hasta el hombro de su amo y le contó lo que le había pasado con el tigre.

– ¡Un tigre, dices! ¡Estaba a punto de comprar una piel de tigre para la zona de la chimenea! Puede salirme gratis si me llevas donde está.

Y el hombre agarró su escopeta. Pedrito le condujo hasta el río y allí, justo en el mismo lugar, descansaba el tigre. El loro se acercó volando y el hombre se escondió tras unos arbustos.

– La pata. Pedrito. Papa rica- dijo el loro.

– No, ¿otra vez tú?- gruñó el tigre- Anda, acércate, acércate, que no te oigo. ¡Soy sordo!

El loro avanzó un poco más:

– Buenos días, tigre. Papa rica, tigre cerca.

– ¿A quién le dices eso?- dijo el tigre. Pero al ver que el loro se acercaba, insistió- Más cerca, que no te escucho bien.

– Buen día, tigre. Papa para Pedrito… Va a saltar…

Entonces, el tigre saltó hacia el loro, Pedrito salió disparado hacia arriba y el hombre salió del arbusto y acabó con el tigre de un solo disparo. ¡Qué contento se puso Pedrito al ver que se había podido vengar de quien le quería muerto!

Desde entonces, Pedrito no faltó nunca a su té con leche, justo a las cinco. Pero siempre se acercaba a la piel de tigre que habían tendido junto a la chimenea y le ofrecía un poco de pan:

– Papa rica. Té con leche… ¿quieres?- decía el loro.

Y todos se partían de risa.

«¡Qué contento se puso Pedrito al ver que se había podido vengar de quien le quería muerto!»

(El loro pelado)

Qué temas puedes trabajar con este cuento del loro pelado

Utiliza este divertido cuento, ‘El loro pelado’, para hablar de:

  • La prudencia.
  • El sentimiento de pudor o vergüenza.
  • La justicia.
  • Aprender de los errores.
  • El amor propio.

Reflexiones sobre el cuento El loro pelado

No hay nada como un pequeño tropiezo para aprender de nuestros propios errores. Y Pedrito aprendió de su imprudencia con mucha rapidez. Esta es una de las reflexiones que sacamos de este cuento de Horacio Quiroga:

  • Demasiada confianza puede ser peligrosa: Pedrito, el loro pelado, pecó de ser demasiado confiado con el tigre, y creyendo que podría hacer un amigo, se dejó engañar por completo. De esta forma aprendió que a menudo las apariencias engañan y que es mejor acercarse con mucha prudencia a los desconocidos. Afortunadamente, Pedrito solo se dio un susto y pudo contarla para demostrar que sí había aprendido la lección.
  • El sentimiento de ‘vergüenza’: No pasa nada por equivocarnos y cometer errores. Pedrito cometió uno y al mirarse, se avergonzó de su apariencia. Con una buena confianza en sí mismo, no se habría tenido que esconder y hubiera contado a todos lo que le había pasado. Pero sentía vergüenza tanto por su físico, por ser el loro pelado, como por haber caído de forma tan ‘tonta’ en las garras del tigre. Es una emoción normal, que puede surgir. Esa emoción que nos recomienda permanecer escondidos hasta recuperar lo que éramos y lo que teníamos. Afortunadamente, todo eso pasa con el tiempo.

Una reflexión más sobre El loro pelado

  • El aprendizaje de Pedrito, el loro pelado: No hay mejor maestro en la vida que nuestros propios errores. Pedrito aprendió la lección, y supo que la prudencia es un valor esencial que nunca debemos olvidar ni un instante. Además, pudo buscar ‘justicia’ con la ayuda de su amo. Una forma de recordar eso de ‘donde las dan, las toman’.

«De los errores se aprende. Son los mejores maestros en la vida.»

— (Reflexiones sobre ‘El loro pelado’)

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Publicado por Estefania Esteban

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Soy Estefania Esteban y soy periodista y escritora de literatura infantil.

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