Descubre este simpático cuento, ‘El conejo quejumbroso’, que nos habla de la necesidad de querernos tal y como somos y de paso habla de las sombras a los más pequeños. Puedes usar el cuento para reflexionar sobre ciertos valores y también, como una divertida clase de ciencia para los niños.
TIEMPO DE LECTURA: 1 Y MEDIO
Un cuento sobre amor propio y sombras: El conejo quejumbroso
Paseaba el conejo cerca de un hermoso lago. Estaba feliz y admiraba sus patitas blancas mientras se rascaba, de vez en cuando, la nariz.
– Debo de ser hermoso- se dijo el conejo.
Entonces, se le ocurrió acercarse al lago para ver su reflejo en el agua. Al mirarse, sonrió orgulloso:
– Qué cola tan graciosa… ¡y qué bonitas orejas tengo!
Pero entonces se acercó más y se dio cuenta de su tamaño.
– Pero… ¿cómo es que soy tan pequeño? El coyote y el caballo son mucho más grandes que yo. ¡Eso no puede ser!
El conejo estaba realmente enfadado. Él quería ser grande como muchos otros animales. Así que decidió ir en busca del señor de los Montes.
Se lavó, se peinó las orejas y fue dando pequeños saltitos hacia las montañas. Y cuando le encontró, dijo:
– Señor de los Montes, ¿cómo es que me hiciste tan pequeño? Yo quiero ser más grande.
El conejo seguía muy, muy enfadado. El señor de los Montes se quedó algo pensativo, y luego dijo:
– Está bien, si te sitúas entre esos dos cerros al amanecer, verás cómo has crecido- dijo señalando dos pequeñas montañas al este.
La sombra del conejo
El conejo se puso muy contento y le dio las gracias. Y allí que fue corriendo hacia los dos cerros. Se quedó dormido y en cuanto notó que el sol comenzaba a salir, se puso de pie de un brinco. Entonces vio su sombra larga, muy larga, y se dijo:
– ¡Pues sí que he crecido!
Tan contento que se fue el conejo, saltando de un lado a otro, mientras no dejaba de contemplar su estilizada sombra. Pero el día pasó y al atardecer, la sombra se fue haciendo más y más pequeña, hasta desaparecer del todo. El conejo se volvió a mirar en el agua transparente del lago y entonces se dio cuenta.
– ¡Sigo siendo igual de pequeño!
El conejo se dio cuenta de que siempre había conservado su mismo tamaño. Solo había crecido su sombra.
Qué puedes trabajar con el cuento del conejo quejumbroso
Fíjate, porque este cuento, ‘El conejo quejumbroso’, nos sirve para hablar de emociones y valores, pero también para jugar con las sombras e inventar una divertida clase de ciencia. Así que puedes usarlo para:
- Hablar de la autoestima y amor propio.
- El narcisismo.
- La gratitud.
- El pensamiento positivo.
- ¿Por qué las sombras cambian de tamaño?
Reflexiones sobre el cuento El conejo quejumbroso
Ya ves, ‘El conejo quejumbroso’ tenía grandes virtudes pero solo se fijó en aquello que no tenía: un tamaño grande. Así nos pasa a nosotros muchas veces:
- Agradece lo bueno que tienes: A menudo nos fijamos solo en aquello que nos falta o que nos disgusta, aunque sea muy pequeño frente a todo lo que tenemos y las virtudes que nos hacen únicos y diferentes. Es lo que le pasó al protagonista de esta historia, ‘El conejo quejumbroso’. El simpático conejo tenía grandes virtudes: agilidad, inteligencia, habilidad… Pero decidió fijarse solo en su aspecto exterior. Y de todo lo que vio, solo se quedó con aquello que no tenía. Esto le llevó al enfado y a sentirse realmente mal.
- Emociones negativas que creamos nosotros mismos: Si te das cuenta, el conejo pasó por diferentes emociones en poco tiempo. De sentirse feliz y contento antes de mirarse en el reflejo del lago, paso a la frustración y luego al enfado, al ver que era más pequeño de lo que imaginaba.
El conejo quejumbroso, en lugar de quedarse con aquello bueno que sí tenía, comenzó a protestar por lo único que no tenía. Es más, acudió decidido a exigir al señor de los Montes que cambiara su aspecto. Pero no fueron las únicas emociones que vivió el conejo. Tras escuchar que sería más grande al amanecer, se sintió eufórico, tan feliz, que no se paró a pensar en cómo podría eso ser posible. Las emociones, ya sabes, nublan la razón… Y más tarde, al darse cuenta de que seguía siendo igual de pequeño, no le quedó otra que asumir al fin que él era así y eso nunca podría cambiar.
Una reflexión más del cuento ‘El conejo quejumbroso’
- Se nos olvida agradecer: Si el conejo quejumbroso hubiera optado por el pensamiento positivo, en lugar de pensar únicamente en su pequeño tamaño, hubiera agradecido su blando y suave pelaje, sus pequeñas patas que le permiten dar largos saltos, y sus largas orejas que le otorgan un increíble oído. Muchos otros animales seguro que admirarían todas esas grandes ventajas del conejo. Si él se hubiera querido más desde el principio, no hubiera sentido frustración por no tener un tamaño más grande. El amor propio nos lleva a ser más agradecidos y por supuesto, a un pensamiento más positivo que nos hace más felices… y más fuertes.
«Si nos fijamos solo en lo que deseamos y no tenemos, viviremos en una eterna frustración que nos impedirá ser felices»
(Reflexiones sobre ‘El conejo quejumbroso’)
Usa el cuento del conejo quejumbroso jugar con las sombras
También puedes usar este cuento corto para jugar con los niños a ‘las sombras’. Si estás en un interior, puedes recrear las sombras con una linterna. De esta forma, los niños podrán crear sombras largas o más cortas, intensas o más débiles, dependiendo de hacia dónde muevan las linternas. Es una buena idea para explicarles que la sombra se crea cuando un foco de luz ‘golpea’ cualquier objeto o cuerpo.
Las sombras son además una buena metáfora para hablar de la diferencia entre las ‘apariencias’ y la realidad. Sobre los prejuicios y la verdad. Cada uno es como es, y a veces nos comportamos de una forma diferente ante los demás. Pero eso es solo ‘la sombra’ de quienes somos. De ahí que no se deba juzgar a otros por lo que aparentan ser. Antes, debemos aprender a verlos ‘sin su sombra’, para conocer cómo son de verdad.
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2 respuestas
quien es el autor?
Hola Laura. Es un cuento popular, y se desconoce el autor.