Este cuento popular mexicano, ‘El conejo y el lagarto’, bien podría ser una fábula con una buena moraleja, relacionada con la resolución de problemas utilizando siempre la astucia. En este caso, el protagonista es un pequeño conejo con mucho coraje y grandes dosis de ingenio. No te pierdas la historia y las reflexiones que encontrarás más abajo sobre el mensaje que transmite.
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El cuento del conejo y el lagarto
Cuentan que un día un pequeño conejo miraba embobado un ancho río. Deseaba cruzar al otro lado, pero no sabía nadar, y temía morir ahogado en el intento. Entonces, un lagarto que nadaba por allí, le vio y se acercó hasta la orilla.
– ¿Qué miras tan ensimismado, conejo?- preguntó el lagarto.
– Ah, hola lagarto… Pues estaba pensando en cruzar al otro lado del río, pero no sé cómo hacerlo… Hay mucha corriente y seguro que el río es profundo.
– Sí que lo es, conejo. Yo puedo acercarte al otro lado, pero en cuanto lleguemos a la orilla, no tendré más remedio que comerte. Eres pequeño, pero tengo mucha hambre.
El conejo se quedó un rato pensativo y dijo:
– Venga, acepto. Con una condición: no me comerás hasta que hayamos pisado tierra firme.
– Claro, conejo, tienes mi palabra.
El conejo se subió de un salto al lomo del lagarto y el reptil comenzó a nadar.
– Vaya, qué piel tan rugosa tienes, lagarto- dijo entonces el conejo.
– ¿Cómo dices?- respondió él.
– Nada, nada, que tienes una piel lisita y muy agradable, lagarto- mintió el conejo.
Siguió nadando el reptil, y el conejo, volvió a decir:
– ¡Apestas, lagarto! ¡Qué mal hueles!
– ¿Dijiste algo, conejo?
– Sí, decía que hueles a flores… – disimuló de nuevo el conejo.
El conejo y el lagarto ‘engañado’
Estaba el lagarto pensando en las cosas tan raras que el conejo decía cuando llegó a la orilla y sin darse cuenta (porque ya hemos dicho que estaba pensativo y un tanto distraído con lo que el conejo dijo de su piel de y de su olor) el conejo saltó al suelo y salió corriendo tan ligero, que cuando el lagarto quiso atraparlo, no pudo más que perseguirlo y perseguirlo sin éxito.
El conejo entró en una cueva, y el lagarto, muy enfadado, empezó a cavar con sus largas uñas. Pero el conejo había salido por el otro lado de la cueva, y observaba (a cierta distancia) cómo el lagarto se quedaba sin uñas de tanto como excavaba.
– ¡Menudo lagarto tan tonto!- dijo el conejo riendo.
El lagarto entonces se dio cuenta de que tenía muy cerca al conejo, y decidió abrir mucho la boca para que pensara que era la entrada a la cueva. El conejo, obviamente, se dio cuenta de sus intenciones, aunque hizo como si no hubiera visto las largas hileras de dientes… Se acercó un poco más a la boca del lagarto y dijo:
– ¡Hola, cuevita!
– Hola, conejito- respondió como pudo el lagarto.
– Uy, esta cuevita habla demasiado… tendremos que hacer algo.
Y entonces, el conejo agarró una enorme piedra alargada y la colocó entre dentada y dentada del lagarto, de forma que éste ya no podía cerrar la boca.
– ¡Listo! Así la cuevita ya no hablará tanto.
Y el conejo, feliz, se fue de allí dando pequeños saltos. Por su parte, el lagarto, tardó muchísimo en poder cerrar la boca y salir del agujero que él mismo había cavado en su intento desesperado por atrapar al conejo.
Qué temas puedes trabajar con el cuento del conejo y el lagarto
Utiliza este divertido cuento del conejo y el lagarto para reflexionar acerca de:
- La prudencia.
- Cómo resolver problemas.
- La inteligencia o el ingenio.
- Las mentiras.
- El coraje.
- La confianza en uno mismo.
Reflexiones sobre el cuento El conejo y le lagarto
El pequeño conejo pudo vencer al todopoderoso lagarto. Y lo hizo con mucho ingenio y coraje, claro:
- No es cuestión de fuerza: Está claro que el triunfo no es para el más fuerte, sino para el más listo. Aunque también podríamos añadir ‘y el más decidido’. En ‘El conejo y el lagarto’, el protagonista, el conejo, encarna dos cualidades imprescindibles a la hora de resolver un problema: una es ser decidido, no dudar o tener miedo. Y la otra, la de pensar de forma inteligente una estrategia.
Ser ingenioso implica no dejarse llevar por los impulsos, sino hacerlo después de tener bien claro un plan para actuar. El conejo, desde el momento en el que le dijo al lagarto que aceptaba su propuesta para llegar a la otra orilla, sabía perfectamente lo que tenía que hacer. Su plan consistía en distraerle para actuar con rapidez sin que él apenas se diera cuenta.
«La astucia y el coraje sin prudencia, pueden convertirse en temeridad»
(Reflexiones sobre el cuento ‘El conejo y el lagarto’)
Más reflexiones sobre El conejo y el lagarto
- El coraje decisivo: Si en esta historia del conejo y el lagarto, el conejo hubiera dudado o se hubiera dejado llevar por el miedo, su plan seguramente hubiera fallado. Ante un problema, la resolución implica mucha seguridad y confianza en uno mismo, que es precisamente lo que nos lleva a tener coraje. El conejo sabía lo que hacía y no dudó ni un instante. Gracias a eso, consiguió vencer al lagarto, engatusándolo y engañándolo con argucias muy astutas.
- La valiosa ‘mentirijilla’: Cuando tu vida depende de saber mentir, la mentira está justificada y bien empleada. El conejo la utilizó con el lagarto para mantenerle confundido. Al final de la historia del conejo y el lagarto, el conejo se acercó a la bocaza abierta del lagarto haciéndole creer que pensaba que era una cueva. Esta ‘mentirijilla’ le sirvió para colocar una piedra en sus fauces y librarse definitivamente del reptil.
- Inteligente, pero prudente: No hay que olvidar nunca que la astucia y el coraje sin prudencia pueden convertirse en temeridad. En esta historia del conejo y el lagarto, el conejo tuvo sus precauciones y se alejó lo suficiente del reptil como para evitar que pudiera darle caza. Al acercarse a él en el último momento, lo hizo utilizando el engaño para ‘despistarle’.
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