Si buscas un cuento de Navidad diferente, lleno de valores y realmente conmovedor, ‘La Navidad del filántropo‘ te encantará. Lo escribió el demócrata estadounidense James Weber Linn (1876-1939), a principios del siglo XX, y nos habla de la verdadera generosidad, esa que no busca aplausos. A veces, un pequeño gesto vale más que una gran fortuna. Aquí encontrarás una adaptación de este cuento de Navidad y unas reflexiones sobre los mensajes que transmite.
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Un relato que te conmoverá: La Navidad del filántropo

El señor Carter revisaba las cartas que su secretario le acababa de entregar. Mientras, le consultó acerca de las últimas transacciones:
– Mathews, ¿qué te pareció la oferta de ayer? Nos piden 50.000 dólares.
– Me pareció que todo estaba correcto, señor.
– Sí, a mí también. Dígales que a medida que manden las facturas, iré pagando.
Carter se detuvo entonces ante una carta con remitente escrito a mano. Al abrirla, gritó a su secretario:
– ¡Mathews! ¿No te dije que nada de peticiones individuales? ¡Soy un filántropo! Yo dono parte de la fortuna que genera mis fábricas a grandes causas, nada de pequeñeces… Eso no da reputación.
– Lo sé, señor, pero esta mujer asegura tener relación con usted por un familiar lejano y me pareció que tal vez…
– Ahora que la he abierto, no tengo otra que hacer algo. Pero que no sepa que he sido yo. ¿Cuatro hijos dice que tiene? Manda cien dólares, pero recuerda, que no sepa que he sido yo. Y no vuelvas a dejarme en la mesa ninguna de estas cartas. Recuerda: solo grandes causas.
– De acuerdo, señor, lo tendré en cuenta- respondió algo apesadumbrado Mathews.
– ¡Sniffen, mi abrigo!- ordenó entonces a su mayordomo el señor Carter.
– Por cierto, ¿se sabe algo de mi perro, Skiddlees?- preguntó el señor Carter.
– No señor- respondió el mayordomo- La policía le ha estado buscando hasta ahora pero no hay ni rastro de él.
El señor Carter salió de la casa algo triste. Adoraba a su pequeño perro Skiddles. Era un cachorro que encontró atrapado en una alcantarilla. Tras ayudarlo a salir, el perro le lamió la mano y desde entonces, se hicieron inseparables. Sin embargo, el cachorro aprovechó un día que la puerta estaba abierta para salir, y no le volvieron a ver. Habían pasado ya tres semanas… Al salir el señor Carter de casa, Sniffen, el mayordomo, le dijo a Mathews:
– Qué lástima perder al perrito, ¿verdad? Ha pasado ya mucho tiempo. Seguramente le haya pasado algo malo. Si no, ya habría regresado.
El secretario del filántropo, asintió.
«El señor Carter salió de la casa algo triste. Adoraba a su pequeño perro Skiddles».
(La Navidad del filántropo)
La Navidad del filántropo: el encuentro con Jimmy
El anciano señor Carter decidió no atravesar el parque a donde iba con su querido Skiddles. Le traía demasiados recuerdos. Así que tomó otro camino, hacia el barrio más humilde. Le gustaba pasar por allí de vez en cuando. Le hacía pensar, ¿cómo es posible, con tanto dinero que él dona a las buenas causas, que siga existiendo la pobreza?
Era víspera de Navidad. La alegría se palpaba en las calles y sobre todo, en las tiendas. Viviendas y locales estaban adornados con guirnaldas y sobre todo, con infinidad de árboles de Navidad.
Al cruzar una calle, el señor Carter se fijó de pronto en un árbol de Navidad que parecía deslizarse con rapidez por la calzada. Lo sostenía un pequeño ataviado con un gracioso gorro de lana rojo.
– ¡Señor! ¡Está en mi camino!- dijo el pequeño al chocarse con el señor Carter.
– ¿Yo? ¡Si no puedes ver con ese árbol delante!
– ¿Me ayudaría usted? ¡Tengo las manos heladas?
– Es tu árbol, muchacho, debes llevarlo tú.
– Bueno, no es mío…
– Pues quien te mande llevarlo, debería tener en cuenta lo pesado que es.
– No me manda nadie, señor. Es el árbol de Bill.
– ¿Quién es Bill?
– Un niño que no puede moverse de la cama. Bueno, en realidad, es mi hermano. Yo me llamo Jimmy. ¿Me puede sujetar el árbol mientras entro en calor?
El niño le entregó el árbol al señor Carter y empezó a correr de un lado a otro. Dio unos cuantos saltos y se frotó las manos.
– Ya está- dijo al llegar a su lado de nuevo.
– Gracias, señor. Espere… Ahora que me fijo bien… ¡Usted parece el mismísimo Papá Noel! ¿Haría algo por mí? Bueno, mejor dicho, por Bill… Nunca ha visto a Papá Noel. ¿podría venir conmigo para que le vea? No tendría que darle nada. Nosotros hemos preparado unos regalos: una pistola de juguete de aire comprimido y un tren que da vueltas cuando le das cuerda. Lo hemos organizado desde la asociación de la señorita Gray. Pero le encantaría conocer a Papá Noel, estoy seguro… Podría decirle que mañana estará muy ocupado y no podrá ir a verlo. Desde el verano, que se cayó y se lastimó la espalda, está el pobre en la cama sin poder moverse. ¿Haría eso por Bill?
El señor Carter declinó la oferta.
– Oh, bueno, no pasa nada… – se lamentó el pequeño- Supongo que con su perrito Pete tendrá suficiente.
– ¿Perrito? ¿Qué perrito?- preguntó entonces el señor Carter.
– Me encontré hace unas tres semanas un cachorro. Unos niños le habían metido en una lata… Al sacarlo, me lamió la mano. Se lo llevé a Bill y desde entonces, son inseparables. ¡Le hace tanta compañía!
Al señor Carter le dio un vuelco al corazón. ¿Tres semanas? Justo el tiempo que llevaba desaparecido su querido Skiddles. ¿Y si fuera él?
– Está bien, he cambiado de idea- dijo entonces el anciano- Iré a ver a tu amigo.
«¡Usted parece el mismísimo Papá Noel!»
(La Navidad del filántropo)
La Navidad del filántropo: un emocionante reencuentro
El niño le condujo a una zona de casas de ladrillo. La vivienda a donde entraron estaba muy limpia. Tras un pasillo largo y oscuro, subieron unas escaleras y el pequeño llamó a una puerta adornada con una hermosa corona de adviento. Una mujer les abrió.
– ¿Está Bill en su cuarto, mamá?- preguntó el niño mientras entregaba el árbol, que el señor Carter sujetaba por otro extremo. Entonces, saludó a la mujer.
– Perdone usted la intromisión- dijo entonces- Su hijo me ha hecho venir hasta aquí para conocer a Bill. Me contó su historia. Espero que no le moleste… Soy el señor Carter. Igual me conoce.
– No señor, no lo conozco, pero puede pasar, claro que sí.
– ¿Está todo listo?- preguntó el niño entonces algo impaciente.
– Sí, están todos y también los regalos- respondió la mujer.
La señora Bailey colocó el árbol de Navidad entre dos ventanas adornadas con guirnaldas. Muy cerca, en un rincón, había una máquina de coser.
– Entraré en el cuarto de Bill- dijo el niño- Cuando le llame, haga como que es usted Papá Noel.
Y el pequeño desapareció con rapidez del cuarto.
– ¿Seguro que no sabe quién soy?- preguntó a la mujer el señor Carter- Vivo en esta misma Avenida, pero en la otra punta. Verá… hace tres semanas perdí a mi perrito Skiddles. Y su hijo me ha dicho que encontró uno hace justo ese mismo tiempo. Estaba pensando que tal vez ese perro pudiera ser el mío.
La señora Bailey sonrió.
– Supongo que no, señor Carter. Se pierden muchos perros a diario… Ese perro tiene una conexión especial con Bill. ¡Le hace tanto bien!
Entonces se escuchó unos leves gruñidos al otro lado de la habitación. Sonaron unos ladridos alegres.
– ¡Es Skiddles!- gritó entusiasmado el señor Carter.
– No lo creo- dijo algo molesta la señora Bailey.
– Por favor, abra la puerta y lo comprobaremos.
La mujer dejó pasar al cuarto al pequeño cachorro, quien se abalanzó de un salto sobre los brazos de su dueño.
– Oh, mi querido Skiddles, cómo te he echado de menos!- le dijo el señor Carter.
El cachorro no hacía más que lamer su cara, mientras la señora Bailey, algo avergonzada, decía:
– Señor, espero que no piense que nos quedamos a propósito con el perro.
– No, no se preocupe, señora. Les estoy muy agradecido por haberlo encontrado. ¡Me han hecho muy feliz!
Al cuarto también entraron unos cuantos niños.
– Son de la asociación de la señorita Gray- dijo la mujer- Todas las Navidades van a hacer alguna buena obra. No es que Bill y yo necesitemos caridad, no lo crea. Yo lo veo como un gesto de amistad. Han venido a hacerle compañía y le traen unos regalos.
«Cuando le llame, haga como que es usted Papá Noel».
(La Navidad del filántropo)
La Navidad del filántropo: el encuentro con Bill
La señora Bailey pensó en lo triste que se pondría su hijo al perder al perrito. Bueno, al menos ese día tendría la compañía de sus amigos… y conocería a Papá Noel. En ese momento, se abrió una puerta. Entonces Jimmy llamó al señor Carter.
– Venga, venga, que Bill le espera.
El señor Carter dejó en el suelo a Skiddles y pasó a la habitación de Bill. Un pequeño de unos siete años le miraba con los ojos muy abiertos desde su cama.
– Hola, Bill- dijo sonriendo el señor Carter.
– ¡Sabe mi nombre!- exclamó eufórico el niño mirando a su hermano.
– Claro, Papá Noel sabe el nombre de todos- le explicó Jimmy.
– Bueno- continuó diciendo el señor Carter- Creo que te va a gustar saber que he traído para ti algunos regalos que encontrarás junto al árbol mañana por la mañana. ¿Qué te parecería una pistola de juguete de aire comprimido?
– Pues sería fantástico- contestó Bill.
– ¿Y un tren de cuerda que pueda dar vueltas?
– ¡Wooow!- exclamó emocionado el pequeño- Pero no tenemos árbol… ¿Dónde dejarás los regalos?
– ¿No hay árbol? Eso no puede ser. No te preocupes, que lo arreglo. Antes de irme, dejaré en el salón un precioso árbol de Navidad.
El niño no podía creer aquello. Estaba realmente ilusionado.
– No le has preguntado si se portó bien- dijo entonces Jimmy.
– No hace falta, yo sé que es un niño muy bueno- contestó el señor Carter- Pero tengo mucho que preparar, así que debo irme. Espero que seas muy feliz, pequeño Bill- dijo el señor Carter mientras se retiraba.
Skiddles le siguió hasta el salón. Allí estaba la señora Bailey, con los ojos llenos de lágrimas por la emoción.
– Oh, señor Carter, ya he recordado quién es usted. Es muy conocido por ser un gran filántropo. No sé cómo agradecerle lo que acaba de hacer.
– No hay nada que agradecer… Es más, quiero hacerle un préstamo. Ahora que ya he conocido a Bill, me gustaría que se quedara con Skiddles hasta después de Navidad. Después, vendré a recogerlo, pero traeré otro perro similar para que pueda hacer compañía a su hijo, si no le parece mal.
En ese momento, Jimmy salió del cuarto de su hermano:
– Bill quiere el perrito- dijo.
– ¡Pete, Pete!- se oyó gritar al niño desde el cuarto.
Skiddles miró a su amo dubitativo, luego al cuarto en donde estaba el niño. Volvió a mirar al señor Carter.
– Vete con Bill, venga… Yo vendré en unos días a buscarte. Ahora él te necesita más.
El perro entonces fue despacio, muy despacio, al cuarto de Bill.
– ¿Ve, señora Bailey? No me echará mucho de menos estos días.
El señor Carter regresó por el mismo camino. Pero todo le parecía más alegre. Llegó a su casa y encontró a su secretario que aún estaba trabajando.
– Oh, señor Mathews, antes de que se vaya… Quería pedir disculpas por lo de antes. Tenía usted razón: debo atender todas las peticiones, también las de particulares. Entregue a esa mujer 200 dólares, y a partir de ahora, no excluya las cartas de ruegos individuales. Los atenderé a todos.
– Por supuesto, señor- respondió Mathews, entre sorprendido y emocionado.
– Por cierto… Sé que se alegrará al saber esto: ¡Skiddles ha aparecido!
– ¡Qué alegría! ¿Y dónde está?- preguntó su secretario.
– No está lejos, en la calle… Oak, creo que se llama. Lo he dejado con un niño hasta después de Navidad.
Y dicho esto, el señor Carter se sentó en su escritorio para seguir leyendo cartas, mientras Mathews le miraba asombrado, al tiempo que se preguntaba:
«- ¿Qué le habrá pasado para cambiar tanto?».
«Me gustaría que se quedara con Skiddles hasta después de Navidad»
(La Navidad del filántropo)
Qué temas podemos trabajar con el cuento de Navidad ‘La Navidad del filántropo’
Utiliza este precioso cuento navideño, ‘La Navidad del filántropo’, para reflexionar sobre:
- La caridad.
- El valor de la empatía.
- La generosidad.
- Qué hace que nuestro corazón se transforme.
- La bondad.
- El valor de la gratitud.
Reflexiones sobre el cuento ‘La Navidad del filántropo’
No hay riqueza mayor que hacer feliz a alguien que lo necesita. El amor y la compasión hacen milagros que el dinero no compra. Son algunos de los grandes mensajes que podemos sacar de este precioso cuento navideño, ‘La Navidad del filántropo’.
- La verdadera generosidad transforma más al que da que al que recibe. En el cuento de ‘La Navidad del filántropo’, el señor Carter comienza la historia donando dinero solo para mantener su reputación. Su filantropía es superficial, interesada y orientada al prestigio. Sin embargo, la experiencia con Jimmy, Bill y su perro perdido le confronta con una forma distinta de ayudar: dar sin que nadie lo sepa, sin reconocimiento, y por el simple bienestar del otro.
Cuando el señor Carter deja a Skiddles con Bill y decide atender peticiones individuales, entendemos que el acto de generosidad auténtica le ha cambiado por dentro. El cuento muestra que la verdadera caridad no es la que se ve, sino la que se siente.
- El encuentro con la humildad abre el corazón. En ‘La Navidad del filántropo’, Carter vive en una burbuja de riqueza, rodeado de lujos y obsesionado con su imagen. El encuentro casual con Jimmy, un niño humilde, alegre y desinteresado, hace que Carter vea la realidad desde otra perspectiva. La familia Bailey vive con escasos recursos, pero mantiene dignidad, gratitud, afecto y comunidad: valores que Carter, pese a su fortuna, tiene olvidados. La humildad de los niños funciona como espejo moral que despierta algo dormido en él.
«La verdadera generosidad transforma más al que da que al que recibe»
— (Reflexiones sobre ‘La Navidad del filántropo’)
Más reflexiones sobre el cuento ‘La Navidad del filántropo’
- La verdadera riqueza está en los vínculos, no en el dinero. Para Carter, lo más valioso del mundo era Skiddles. Su búsqueda revela su capacidad de afecto. Cuando Carter descubre en ‘La Navidad del filántropo’ que Bill y Skiddles han hecho un lazo emocional, Carter toma la decisión más difícil: renuncia temporalmente a su mayor tesoro para no quitarle consuelo a un niño enfermo. Ese gesto simboliza que poseer no es lo que da valor a las cosas; compartir sí.
El cuento ‘La Navidad del filántropo’ enfatiza que los lazos afectivos (el cariño de un perro, el amor entre hermanos, la empatía con desconocidos) superan por mucho cualquier bien económico.
- Todos merecen atención: las “grandes causas” no deben eclipsar las pequeñas necesidades. Carter al inicio de este cuento de ‘La Navidad del filántropo’ desprecia las peticiones individuales porque no generan reputación. Pero la historia demuestra que las pequeñas historias humanas (la madre trabajadora, el niño enfermo, el hermano esforzado) tienen un valor enorme. No hay causas “grandes” o “pequeñas”; solo personas con necesidades reales.
- Los actos de bondad se contagian. La asociación de la señorita Gray, los niños que visitan a Bill, Jimmy llevando el árbol, todos ellos practican pequeñas obras de bien que construyen comunidad. En ‘La Navidad del filántropo’, ese entorno solidario inspira al propio Carter, que acaba transformándose. Y es que la bondad funciona como una cadena: un gesto genera otro, y otro, y así cambia el mundo silenciosamente: Jimmy ayuda a Bill; Jimmy ayuda al perro; Carter ayuda a ambos; Mathews aprende del ejemplo.
«La bondad funciona como una cadena: un gesto genera otro»
— (Reflexiones sobre ‘La Navidad del filántropo’)
Una última reflexión sobre el cuento ‘La Navidad del filántropo’
- A veces, para encontrar lo perdido, debemos cambiar nosotros. En ‘La Navidad del filántropo’, Carter recupera a Skiddles solo cuando se acerca a un mundo que ignoraba. El perro aparece cuando él deja de pensar en sí mismo y se abre a la realidad de los demás.
Metafóricamente, el cuento de ‘La Navidad del filántropo’ sugiere que para recuperar lo que amamos, a veces debemos encontrar antes algo en nuestro interior: humildad, empatía, gratitud. Curiosamente quienes ayudan a Carter a encontrar todos esos valores en su interior son dos niños. la pureza de un corazón infantil puede enseñar más que todos los libros de ética.
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- El tullido. La fe, la esperanza, transforman por dentro y por fuera. Descubre el milagro que sucede con el protagonista de esta bella historia.
- Navidad en el granero. Cuando alguien es capaz de pensar en los demás antes que en uno mismo, eso es generosidad verdadera. Este cuento tiene como protagonista a un niño con un gran corazón. Descubre qué se le ocurre al encontrarse de pronto con dos árboles de Navidad.

- El niño descalzo: Este cuento francés de nuevo nos habla de caridad y generosidad. Y de nuevo el protagonista es un niño.
Y recuerda que también puedes escuchar narrados muchos relatos navideños tan hermosos como este de ‘La Navidad del filántropo’. Los encontrarás en los canales de podcast de Tucuentofavorito.com, en Spotify y en Ivoox.


