Este cuento, ‘La ciudad de los pozos’, es obra de Mamerto Menapace, de un cura benedictino, de nacionalidad argentina, que también escribe textos realmente maravillosos, tanto como este, que hasta el propio Jorge Bucay recoge en uno de sus libros. Un cuento para meditar acerca de los bienes que atesoramos en nuestro interior y aquello que realmente nos aporta valor. Un relato imprescindible, que te ayudará a reflexionar acerca de tu crecimiento interior.
TIEMPO DE LECTURA: 6 MINUTOS
Un cuento sobre el crecimiento interior: La ciudad de los pozos
Cuentan que hace mucho tiempo existió una ciudad en donde sus habitantes no eran personas, sino pozos. Pozos vivientes, pero pozos. Había pozos de todos los tipos y de todas las condiciones, y se diferenciaban unos de otros por el brocal. Algunos tenían el brocal ostentoso, de mármol y piedras muy finas, para mostrar su opulencia y condición social, mientras que otros, más pobres, eran de ladrillo, madera, o incluso, se conformaban con un simple agujero en la tierra.
Las noticias circulaban entre ellos de brocal en brocal, y un buen día, les llegó la noticia, seguramente de alguna ciudad de humanos, de la última moda, que consistía en cuidar la belleza interior frente a la exterior.
Rápidamente, la moda se instaló en la ciudad de los pozos. Así que había que llenar el interior... Los pozos comenzaron a llenarse de cosas: los más intelectuales, de revistas, libros y panfletos; los más artistas, de cuadros y esculturas. Había pozos que buscaron joyas y monedas para deslumbrar ‘con su interior’ y otros, los más prácticos, que decidieron llenarse de electrodomésticos y aparatos de última tecnología…
Comenzaron a competir entre ellos, por ver quién estaba más lleno, así que pensaron en cómo expandirse más para que pudieran caber más cosas. Y creyeron que la mejor manera de hacerlo era a lo ancho. Eso es… ¡expandirse a lo ancho! Y los brocales comenzaron a hacerse más y más grandes. Tanto, que algunos casi se rozaban.
La ciudad de los pozos: crecer hacia el interior
Resulta que en las afueras de la ciudad vivían también dos pozos muy humildes, uno a cada extremo, que observaban extrañados lo que sucedía con el resto de pozos. Desde allí vieron que los brocales se ensanchaban tanto, que algunos pozos comenzaban a perder su identidad, confundiéndose con los pozos más cercanos. Uno de estos pozos pensó:
– ¿Y si en lugar de a lo ancho intento crecer hacia abajo?
¡Eso es! ¡Tenía que profundizar, no expandirse! Lo intentó, pero todo el peso de lo que había metido en su interior le impedía excavar, así que, con mucho miedo, decidió vaciarse de todos los objetos que había atesorado. Y una vez vacío, entonces sí, comenzó a excavar más y más profundo. Y tanto profundizó el pozo, que de pronto, descubrió agua.
¡Nunca antes un pozo había encontrado agua! Así que se puso muy contento, y empezó a jugar repleto de felicidad con el agua. Chapoteó y el agua comenzó a subir más y más. El pozo siguió jugando y el agua empezó a salpicar al exterior.
La ciudad de los pozos: lo que el pozo consiguió con el agua
Resulta que como ningún otro pozo había encontrado agua antes, la zona donde el primer pozo había salpicado de agua, comenzó a llenarse de plantas, tréboles, flores, y árboles. Un verde e inmenso bosque empezó a rodear al pozo. Y desde la ciudad, llenos de admiración, le dieron el nombre de ‘vergel’.
– ¿Cómo has logrado el agua?- preguntaron los pozos, muertos de curiosidad- ¿Es un milagro?
– ¿Un milagro? ¡No!- respondió el pozo de las afueras- ¡Solo hay que buscar en lo más profundo del interior!
Algunos pensaron en imitarlo, pero desecharon la idea al darse cuenta de que debían vaciarse de todo lo que tenían. Y decidieron seguir ensanchándose y llenándose más y más de objetos.
Sin embargo, el otro pozo de las afueras de la ciudad, al ver a su compañero tan feliz, decidió hacer lo mismo. Se vació y excavó y excavó hasta encontrar agua. ¡Se puso loco de contento! Aunque tenía algo de miedo:
La ciudad de los pozos: el mismo agua para todos
– ¿Qué haremos cuando se acabe el agua?- preguntó al otro pozo.
– Pues no sé, eso ya lo veremos… De momento, por más agua que saco, más agua que encuentro…. – respondió el pozo del vergel.
Y en esto que se dieron cuenta los dos pozos que ya no solo podían comunicarse por el brocal. El agua que habían encontrado, partía del mismo arroyo. Ahora también les unía los mismo que les hacía felices y hacía explotar en color y vida el exterior. Ahora podían comunicarse en lo más profundo. Pero es algo que solo podían conseguir aquellos que tienen el coraje de vaciarse de cosas superficiales y buscar en lo más profundo de su ser.
(Adaptación del cuento ‘La ciudad de los pozos’, de Mamerto Menapace)
Qué temas puedes trabajar con el cuento ‘La ciudad de los pozos’
Utiliza este precioso cuento, ‘La ciudad de los pozos’, para reflexionar acerca de todos estos temas:
- El crecimiento interior.
- La posesión de bienes innecesarios.
- Ir ‘contra corriente’
- Liberarse de cadenas que nos atan.
Reflexiones sobre el cuento ‘La ciudad de los pozos’
Tendemos a atesorar bienes materiales, pensando que con ellos tenemos más y somos mejores. Cuidamos el exterior e intentamos demostrar al resto lo que tenemos para ‘presumir’ de una felicidad irreal, fabricada, sostenida en lo más superficial por cosas que en realidad no nos aportan nada especial. Reflexionamos sobre este y muchos otros mensajes que podemos rescatar de este precioso cuento, ‘La ciudad de los pozos’:
- Lo que nos hace felices no son las pertenencias: Creían los pozos de la ciudad de los pozos que podían ser mejores acumulando cosas, objetos, bienes materiales. Y empezaron a llenarse de todos ellos. Y lejos de conformarse con eso, quisieron agrandar su brocal para meter más y más objetos.
Igual que ellos, las personas a veces confiamos nuestras vidas al dinero, las fiestas, los placeres que pensamos que nos dan felicidad y que nos otorgan un ‘rango’ frente al resto del que presumir. Hay quien presume de tener la casa más grande, de tener más dinero o de poder realizar los viajes más caros. Como los pozos, buscan acumular más y más bienes materiales. Y en el fondo, al no cultivar su yo interior, terminan sintiéndose vacíos a pesar de estar aparentemente llenos. Porque aquello de lo que se llenaron no les aporta felicidad. Es todo un engaño.
- Quien busca en lo más profundo de su ser, encuentra: Y encuentra un tesoro, podríamos añadir. No hay mayor tesoro que el agua para un pozo… y es el que encuentra nuestro protagonista en esta historia, ‘La ciudad de los pozos’. De pronto, al vaciarse de todo lo material, empieza a profundizar en su interior y encuentra un don, una riqueza que le hace realmente feliz. Una metáfora que también podríamos aplicar a los libros. Aquel que lee, excava en lo más profundo de su ser, se encuentra consigo mismo y al descubrirse, encuentra dones que no sabía que estaban allí.
«Solo vaciándonos de todo lo material conseguiremos encontrar los bienes inmateriales que realmente nos hacen felices»
— (Reflexiones sobre el cuento ‘La ciudad de los pozos’)
Más reflexiones sobre La ciudad de los pozos
- Compartir nos hace felices: En realidad, el pozo que encontró agua comenzó a ser más y más feliz al darse cuenta de que su agua llenaba de vida a todo su entorno, que era capaz de embellecer todo lo que le rodeaba, con el simple gesto de compartir aquel tesoro que había encontrado. Y es que aquello que nos hace especiales, esos dones que tenemos dentro, no están ahí para ocultarlos, para encerrarlos, sino para compartirlos con los demás. Son dones que mejoran no solo nuestro interior, sino a todo aquel que nos rodea.
El agua representa esos valores que nos hacen crecer por dentro: la generosidad, la bondad, la empatía, la caridad. A nivel religioso, podría ser la fe y también el amor. Todo aquello que no es tangible, que no es material, eso es precisamente el agua que nos hace más valiosos. Aquello que se puede compartir y que crece más y más cuanto más lo usamos. Un don inagotable y del que todos podemos beneficiarnos.
- No es fácil vaciarse para llenarse de agua: La historia de ‘La ciudad de los pozos’ cuenta al final que prácticamente ningún pozo tuvo el valor de dar el paso del pozo de las afueras. ¿Por qué? No es fácil renunciar y despojarse de golpe de todos los bienes materiales para dedicarse al mundo espiritual. No es fácil decir no al dinero, a los lujos… a cambio de una vida más austera. Por eso, por el miedo a perder todo lo que tenían, los pozos de brocal ancho prefirieron seguir como estaban y no aventurarse a vaciarse del todo.
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