Aquí tienes uno de los mágicos cuentos de Rudyard Kipling sobre curiosidades y preguntas de niños sobre los animales. En ‘Así fue cómo al leopardo le salieron sus manchas’, el escritor británico no solo explica de forma muy original por qué estos animales tienen manchas oscuras en su piel, sino que además aprovecha para hablar a los niños de la necesidad de adaptarnos a los cambios. Un cuento largo pero imprescindible para niños y mayores. ¡Te encantará!
TIEMPO DE LECTURA: 7 MINUTOS Y MEDIO
Y así fue cómo al leopardo le salieron sus manchas…
Al principio del todo, cuando el mundo estaba comenzando, el leopardo vivía en un lugar llamado Meseta Alta. No era Meseta Baja ni Meseta Media ni Meseta de Arbustos, sino la calurosa Meseta Alta, con su tierra, sus rocas color tierra y un poco de hierba amarilla. Y todos los animales eran de un marrón tierra algo amarillento: la jirafa, el ñu, la cebra… y el leopardo.
Sí, el leopardo era de entre todos los animales de la Meseta Alta, el más marrón tierra algo amarillento de todos. Parecía un gatito grande marrón tierra algo amarillento que combinaba a la perfección con el marrón tierra algo amarillento de la Meseta Alta. Y esto era muy malo para la jirafa, la cebra o el ñu, porque el leopardo se tumbaba hecho un ovillo con su cuerpo marrón tierra algo amarillento sobre una roca marrón tierra algo amarillenta y cuando pasaba cerca una cebra, una jirafa o un ñu, el leopardo les sorprendía acabando con sus saltarinas vidas. Oh, vaya, ¡claro que lo hacía! ¡El leopardo tenía hambre y era muy buen cazador!
Había además en la zona un etíope (también de color marrón tierra algo amarillento), que cazaba con su arco y sus flechas. Y ambos, leopardo y etíope, a veces cazaban juntos: el etíope con sus flechas y el leopardo con sus garras y sus dientes.
Y llegó el día en que jirafas, cebras y ñus, cansadas de tener que evitar al leopardo y el etíope, que decidieron huir de la Mesera Alta. Caminaron durante días hasta llegar a un bosque repleto de árboles y arbustos de diferentes tamaño, que proyectaban sombras largas y chiquitas por todas partes. Y allí se escondieron. Pasaban la mitad del día al sol y la otra mitad entre sombras.
Y de tantas sombras que les dieron, a la jirafa le salieron pequeñas manchas, a la cebra, rayas, y el ñu se volvió mucho más oscuro. Y a todos ellos además les salieron unas líneas muy delgadas en la espalda, similares a las de los troncos de los árboles. Así, el resto de animales podían olerlos, pero apenas les podían ver, y ellos se sentían mucho más seguros.
Así fue cómo al leopardo le salieron sus manchas: la búsqueda de presas
¿Y qué hacían mientras el leopardo y el etíope en la Meseta Alta? Pues buscaban y buscaban su desayuno, merienda y cena, sin encontrar ni una jirafa, ni una cebra ni un ñu, y se preguntaban dónde estarían. Desesperados, comenzaron a comer escarabajos y ratas, pero se quedaban con mucha hambre.
Un día, decidieron visitar al más sabio del lugar, el mandril con cabeza de perro Baviaan. El leopardo le preguntó:
– ¿A dónde fue nuestra caza?
Y Baviaan le guiñó un ojo. ¡Claro que lo sabía! El etíope preguntó lo mismo, pero con sus frases largas, que para eso era un humano y adulto:
– ¿Sabría usted decirnos dónde fue la fauna autóctona de esta zona de Meseta Alta?
Y Baviaan también le guiñó un ojo. ¡Claro que lo sabía!
– La caza ha cambiado. Mi consejo es que os mudéis cuanto antes. Tú, etíope, debes mudarte por entero y tú, leopardo, de puntos- dijo entonces el mandril.
Aquello confundió un poco al leopardo y el etíope, quienes decidieron salir de la Meseta Alta para buscar su caza o fauna aborigen. Y al cabo de una buena caminata de varios días, llegaron a un bosque repleto de árboles y matorrales de diferente tamaños que proyectaban sombras y luces entrecruzadas.
– ¿Qué es esto?- preguntó extrañado el leopardo.
– No lo sé… igual es donde está la fauna aborigen… El caso es que puedo oler a la cebra, pero no puedo verla.
– A mí me pasa lo mismo- añadió el etíope- Huelo a la jirafa, y puedo oírla, pero… ¿dónde está? Todo esto está muy oscuro y a la vez llenito de luz…
– Igual nos olvidamos de cómo son- dijo el leopardo.
– ¡Qué va! Yo tengo muy buena memoria. Recuerdo perfectamente a la jirafa, con sus seis metros de altura, su color marrón tierra algo amarillenta y sus pezuñas anchas y doradas…
– Entonces en este lugar de sombras serán como plátanos resplandecientes- dijo el leopardo.
Sin embargo, aunque el leopardo y el etíope se adentraron en el bosque y anduvieron con los ojos muy abiertos, no pudieron ver a sus presas. Las oían y las podían oler, pero no podían ver dónde estaban.
Cómo al leopardo le salieron sus manchas: la idea del etíope
Cansados y algo frustrados, decidieron esperar a la noche. Entonces, al oscurecer, el leopardo oyó algo a su lado que sonaba como una cebra y olía como una cebra. Y aunque no podía ver qué animal era, se lanzó sobre él. Resulta que también coceaba como una cebra, pero decidió sentarse sobre aquel animal que no podía ver y esperar a que amaneciera.
– Hay algo en ti que no entiendo… prefiero esperar al día para verte mejor- dijo el leopardo.
En ese momento, el etíope gritó:
– ¡Tengo algo que es como una jirafa! Huele como una jirafa y suena como una jirafa… pero no veo si es o no una jirafa.
-Haz como yo, etíope. Siéntate sobre ese animal y espera al día para verlo mejor.
Y así hicieron. Con los primeros rayos del sol, el leopardo preguntó:
– Hermano etíope… ¿qué tienes en la mesa?
– Pues, debería ser marrón tierra algo amarillenta como una jirafa, pero está cubierta de manchas pardas… ¿Y tú, hermano leopardo?
– A mí me pasa lo mismo…juraría que es una cebra, pero en lugar de ser marrón tierra algo amarillenta, tiene rayas oscuras en todo el cuerpo…
– Dime, cebra- dijo el leopardo- ¿Cómo es que antes en la Meseta Alta te veía a diez kilómetros y ahora con la luz del día no puedo verte?
– Muy fácil- respondió la cebra- Porque ya no estamos en la Meseta Alta.
– ¿Pero cómo has dejado de ser una cebra y te has convertido en un animal tan extraño?
– Si nos dejas, te lo explicamos- dijo la cebra.
El leopardo y el etíope soltaron a sus presas. La cebra se fue hacia un lugar en donde las sombras caían alargadas, y la jirafa, hasta un rincón en donde había sombras como pequeños manchurrones.
– Observa bien- dijo la cebra. Se acercó a aquel lugar de sombras y …
– ¡Tachán! ¿Dónde está el desayuno?
Lo mismo hizo la jirafa. Ambos animales se habían mimetizado con su entorno, y ni el leopardo ni el etíope podían verlos.
– ¡Vaya! ¡Esto sí que es bueno, amigo leopardo! Aprende, porque en este lugar eres como una barra de jabón en medio de una carbonera…
– Lo mismo digo, amigo etíope… tú brillas como un cataplasma de mostaza en un saco de carbón…
– Pues yo voy a seguir el consejo de Baviaan y voy a cambiar. Vaya que si lo haré… pienso adaptarme y cambiar el color de mi piel.
– ¿Y por cuál lo harás?- preguntó intrigado el leopardo.
– Umm… me irá bien un color más oscuro, negruzco parduzco, con algún toque morado y destellos azul oscuro. Así me podré esconder bien entre las diferentes sombras y los huecos de los árboles.
Así que el etíope se movió aquí, allá y acullá, hasta conseguir su nueva piel. El leopardo estaba realmente emocionado de ver aquel cambio.
Y así fue cómo al leopardo le salieron las manchas
– ¿Y qué debo hacer yo?- preguntó el animal.
– Yo creo que también deberías seguir el consejo de Baviaan… A ti te dijo que mudaras de puntos…
– Si ya mudé de puntos… vine de la Meseta Alta hasta aquí.
– Ya, pero Baviaan no se refería a esos puntos… Sino a los puntos como los de la jirafa o la cebra…
– ¡Oh! ¡No me gustaría ser como una cebra, por nada del mundo!
– Ya, pero debes decidirte… Preferiría cazar contigo, y tendré que hacerlo solo si prefieres parecer un girasol frente a una verja oscura- le dijo el etíope.
– Está bien… cambiaré de puntos, pero no quiero que sean grandes como los de la jirafa. ¡Qué vulgaridad!
– Está bien, te haré manchas pequeñas con mis dedos… Ahora que los tengo negros, te quedarán muy bien. Estate quieto y verás.
El etíope usó sus cinco dedos para apretarlos en la piel marrón tierra amarillenta del leopardo y fueron quedando cinco puntitos muy juntos. Alguna vez se le escurrían al etíope los dedos y los puntos se emborronaban un poco, pero en general, le quedó una piel muy bonita al leopardo. Y así fue cómo al leopardo le salieron sus manchas.
– ¡Menuda belleza, leopardo!- le dijo el etíope todo satisfecho- Ahora podrás tumbarte en cualquier lugar de este bosque y nadie te verá. Las sombras se confundirán con tus puntos oscuros. Podrás tumbarte sobre las ramas de los árboles, sobre una roca o entre guijarros…
– ¿Por qué no te pusiste esta piel tú también?- preguntó el leopardo.
– ¡Oh! Yo me siento feliz con mi piel oscura. No podemos ser iguales… Venga, vayamos a ajustar cuentas a los ‘sabelotodos’ de ¡tachán! ¿dónde está el desayuno?
Y ambos se fueron de caza y vivieron allí muy felices. Y si te preguntas si aún el leopardo y el hombre pueden mudar de piel… claro que pueden, pero no lo hacen, porque todos están muy contentos tal y como son.
Qué temas puedes trabajar con el cuento Así fue cómo al leopardo le salieron sus manchas
Utiliza este precioso cuento de Kipling de ‘Así fue cómo al leopardo le salieron sus manchas’ para reflexionar acerca de:
- El ciclo de la Naturaleza: supervivencia y caza.
- La importancia de adaptarse a los cambios.
- Los buenos consejos.
- La cooperación.
Reflexiones sobre el cuento Así fue cómo al leopardo le salieron sus manchas
El más inteligente es aquel que sabe adaptarse a los cambios. O buscarlos para solucionar algún problema. Este precioso y original cuento de Kipling, no solo explica a los niños de una forma muy original cómo al leopardo le salieron sus manchas, sino que nos habla de forma explícita de todo esto:
- Busca los cambios para protegerte: Tanto la cebra como la jirafa y el ñu eran presas fáciles para el leopardo y el hombre. Decidieron protegerse buscando un cambio en su vida. Por eso, decidieron romper los lazos que les unían a un lugar, abandonar su hábitat y arriesgarse, sin miedo, a encontrar un lugar mejor. Las mejoras muchas veces suponen un riesgo, un camino desconocido, al que no se le puede tener miedo, aunque sí respeto. Pero ese camino es el único que puede ayudarnos a superar ciertos problemas. En este cuento de ‘Así fue cómo al leopardo le salieron sus manchas’, es el camino que las presas del leopardo y el hombre decidieron seguir, intentando salvar sus vidas.
- Adaptarse o morir: Los cambios muchas veces no son fáciles. Nos obligan a dejar atrás una vida cómoda, que ya conocíamos, y enfrentarnos sin miedo a lo desconocido, con la esperanza de que la vida sea mejor. Quien decide quedarse atrás y no avanzar con esos cambios, se quedará en el camino. Tanto el leopardo como el hombre apostaron por integrarse en los cambios, por acogerlos y cambiar como habían hecho sus presas. Una sabia decisión que vino gracias al sabio consejo del mandril, un consejo que escucharon y utilizaron.
«Ante los cambios, la mejor decisión es adaptarse a ellos para seguir avanzando»
(Reflexiones sobre ‘Así fue cómo al leopardo le salieron sus manchas)
Más reflexiones sobre Así fue cómo al leopardo le salieron sus manchas
- Los buenos consejos: Dicen que un buen consejo vale más que una buena suma de dinero. En este caso, en el cuento de ‘Así fue cómo al leopardo le salieron sus manchas’, el etíope escuchó con atención el consejo del mandril, y supo interpretarlo y ponerlo en práctica cuando llegó el momento. Eso les ayudó a volver a la cadena alimenticia de la Naturaleza. De nuevo podían cazar sin ser vistos por sus presas, ayudados por su nueva piel.
- La cadena alimenticia: En este cuento sobre cómo al leopardo le salieron sus manchas, también se habla de la caza. Tanto el leopardo como el hombre se unen para cazar y alimentarse de animales herbívoros. La pirámide alimenticia de la Naturaleza habla de animales que cazan otros animales para alimentarse, menos aquellos que son herbívoros, que solo son presas y no cazadores. Este cuento ayuda a los niños a entender que los animales ‘cazadores’ (incluido el hombre) no son malos, sino que siguen un instinto natural de supervivencia.
«Escucha con atención un buen consejo, más valioso que el dinero»
(Reflexiones de ‘Así fue cómo al leopardo le salieron sus manchas’)
Otros preciosos cuentos de Kipling para niños
Si te gustó este cuento de ‘Así fue cómo al leopardo le salieron sus manchas’, prueba a leer también estos otros relatos del escritos británico, igual de maravillosos:
- Así fue cómo al rinoceronte se le arrugó la piel: Un cuento que no solo habla de a piel rugosa de este animal, sino también de la necesidad de cuidar los buenos modales y el valor del respeto.
- El hijo del elefante: ¿Sabes por qué los elefantes tienen esa trompa tan larga? Esta tierna historia es toda una aventura de coraje y curiosidad con un final sorprendente.
- Así es cómo la ballena consiguió su garganta: Sin duda, a todos nos sorprende que la enorme ballena se alimente de peces tan pequeños… Y resulta que este cuento nos ofrece una curiosa explicación que tiene que ver con la humildad y una lección a base de ingenio.
Y recuerda que también puedes escuchar maravillosos cuentos narrados para los niños mediante podcast aquí:
¿Te ha gustado el contenido?
Puntuación media 5 / 5. Votos: 5
¡Todavía no hay votos! Sé el primero en valorar el contenido.