La ciudad de Madrid (España) está plagada de inquietantes leyendas, como esta leyenda de la calle de la Cabeza (cercana a la plaza Tirso de Molina), que se llama así, precisamente, por una historia espeluznante. Retrocedemos en el tiempo hasta la época de Fernando IV, siglo XVII, para escuchar esta historia que nos hace pensar en la ingratitud con la que algunas personas pagan a aquellos que reparten el bien.
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La tétrica leyenda de la calle de la Cabeza
Cuentan que en Madrid existió hace muchos, muchos años, un cura muy bondadoso llamado Braulio. Vivía en la actual calle de la Cabeza, y era el cura de la iglesia de San Sebastián, una céntrica y popular parroquia madrileña en donde dicen que fueron a parar los restos del poeta Lope de Vega.
Pues bien, resulta que Braulio era muy querido por todo el mundo, porque tenía un buen nivel adquisitivo y con sus riquezas ayudaba siempre que podía a sus vecinos del barrio de Lavapiés. Pero era tan bueno, que un día decidió acoger en su casa a un muchacho al que todos calificaban como ‘de dudosa reputación’.
– No, Braulio, por amor de Dios, no metas a ese chico en tu casa. No es más que un esclavo y dicen que ladrón…. No te traerá más que problemas- le decían sus propios vecinos.
Pero el cura quiso ayudarle y además de ofrecerle cobijo y comida gratis, le enseñó a leer y a escribir.
Y pasó que un día Braulio no apareció por la iglesia. Los fieles, extrañados, porque Braulio nunca faltaba a misa ni aún estando enfermo, fueron a su casa para ver qué podía haberle sucedido. Y al derribar la puerta, encontraron un espectáculo terrible: el cuerpo de Braulio yacía en el suelo, en medio de un charco de sangre, y al cuerpo le faltaba la cabeza. ¡Había sido decapitado! Buscaron a su pupilo, llamado Cristobal, pero había desaparecido.
La leyenda de la calle de la Cabeza: Cristobal
Pasaron los años y al barrio de Lavapiés llegó un día un apuesto joven vestido con elegantes ropajes. Sin duda, podría ser un noble… Y este joven entró en una taberna diciendo:
– ¡Hoy comeré cabeza de carnero!
Todos se fijaron entonces en que bajo la capa, llevaba algo redondo y pensaron que había traído la cabeza de carnero para que el cocinero la asara. Sin embargo, al abrir la capa, todos lanzaron un grito de terror. No era la cabeza de un carnero lo que el joven llevaba escondida, sino… ¡la cabeza de Braulio!
Todos lo reconocieron y se lanzaron a por el joven, que indudablemente, era Cristobal. Había decapitado al cura, le había robado todas sus riquezas, y por un milagro inexplicable, el propio cura muerto había transformado la cabeza de carnero que Cristobal compró para que en su lugar, apareciera la suya.
Los vecinos de Lavapiés pidieron justicia y Cristobal fue guillotinado. Dicen que la cabeza de Braulio estaba presente durante la ejecución, y que solo cuando Cristobal perdió su cabeza, la del cura se transformó en una cabeza de carnero.
Reflexiones sobre la leyenda de la calle de la Cabeza
Esta espeluznante leyenda de la calle de la Cabeza aparece en los azulejos que dan nombre a esta calle. Es una leyenda muy extendida y nos sirve para reflexionar acerca de los siguiente:
- No siempre el bien se paga con bien: La gratitud debería ser un valor universal, pero no siempre es así. Existen personas cuya ambición, vanidad o maldad las convierten en ingratos y crueles. Es el caso de Cristobal, uno de los protagonistas de esta historia en la leyenda de la calle de la Cabeza, que, a pesar de la bondad y la ayuda del cura Braulio, decidió acabar con su vida de la forma más cruel para robarle todas sus riquezas. Y decimos cruel porque en esa época, la peor muerte sin duda era la que decapitaba a la víctima, ya que por entonces se pensaba que al separarse la cabeza del cuerpo, se aniquilaba el espíritu.
- Escucha los consejos de la mayoría: ¿Sabes ese refrán que dice ‘cuando el río suena, agua lleva’? Viene a recordarnos que a veces, las ‘habladurías’, cuando son mayoritarias y muy extendidas, algo de cierto llevan. En este caso de la leyenda de la calle de la Cabeza, los propios vecinos del cura le advirtieron sobre la mala reputación de aquel chico. Pero el cura, cuya bondad le indicaba hacer oídos sordos a los rumores, decidió seguir adelante sin hacer caso de las opiniones de los demás. En esta ocasión, ellos tenían razón, y Cristobal, a pesar de ser tratado con amor y dulzura, no pudo escapar de su ‘naturaleza’ que le llevaba a la avaricia y vanidad.
Una reflexión más sobre la leyenda de la calle de la Cabeza
- La vanidad hizo perder la vida a Cristobal: Esta leyenda de la calle de la Cabeza incluye cierta ‘justicia poética’. La vanidad del joven Cristobal le llevó de nuevo al barrio en donde asesinó a su benefactor, para demostrar a todos los bien que le había ido en la vida. Al fin y al cabo, pensaba, no tenían pruebas contra él. Sin embargo, la jugada le salió mal, porque aquello en lo que él no creía le delató. Un milagro hizo que aquella cabeza de carnero que iba a comerse, se transformara ante los ojos de todos en la del cura asesinado. Con esa prueba, Cristobal ya no tenía escapatoria, y murió de la misma forma con la que él dio muerte al cura Braulio.
Por cierto, como dato curioso decir que no muy lejos de esta calle, se encuentra la calle del Carnero.
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