‘Las vacaciones del señor Bluff’ es un relato navideño escrito por Oliver Bell Bunce (1828–1890), un escritor, crítico de arte y editor estadounidense del siglo XIX. Se trata de una historia que transmite la soledad que muchas personas sienten durante la época navideña, y cómo la caridad y la generosidad hacia otros pueden ‘curar’ esa soledad.
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La historia de ‘Las vacaciones del señor Bluff’

– Odio las vacaciones- me dijo Bachelor Bluff, con cierta irritación, una Navidad hace unos años- No quiero decir que odie a la gente por ver que son felices… Quiero decir que odio las vacaciones porque para mí son el momento más triste y monótono. Por eso, me aterra el comienzo de estos días y al fin respiro cuando terminan.
– Muy extraño- me atreví a decir.
– ¿Extraño? Soy soltero, no tengo familia y cuando hay una fiesta, siento que no hay lugar para mí. Tengo amigos, sí, pero ellos a su vez tienen familia. Así que la Navidad, evidentemente, la pasan con ella. No es lugar para un amigo, aunque sea muy querido. Y de esta forma, siempre me siento abandonado. Pero no me siento así por egoísmo. Es porque añoro esa alegría que no puedo disfrutar.
A pesar de su alegato, casi imploración, no pude invitar al señor Bluff esa Navidad a casa. ¡Teníamos muchos invitados! El primo Charles y su esposa, la hermana Susan y su hija, y tres parientes de mi esposa habían venido del campo. Así que tuve que disculparme y regresar a casa.
No volví a encontrarme con el señor Bluff hasta una semana después de Navidad del año siguiente. Y fue cuando me enteré de lo que le había pasado. Él mismo me lo contó:
– Verás, ese día, el día de Navidad, fue por la mañana a la iglesia. Me sentía tan triste allí como en el resto de lugares. Todos cantaban animados villancicos, pero ocupaban los bancos junto con sus familiares. Padres de familia con su mujer y sus hijos, ancianas que daban la mano a sus nietos. Y yo estaba solo, sentado en uno de los bancos, sintiéndome una vez apartado de todo.
La historia de las vacaciones del señor Bluff
– Por la tarde fui al teatro- continuó contando- La obra era maravillosa, muy divertida. Se escuchaban sonoras carcajadas. Pero yo era el único que había acudido solo a la función. Tenía unas enormes ganas de que terminara el día, así que decidí cenar muy pronto, a las 5 de la tarde. Eso sí, una suntuosa cena, con los mejores platos, deliciosos vinos… Era una cena que daban en un pub al que suelo ir. Pero claro, ese día, estaba yo solo. ¿Quién iba a celebrar la Navidad en un pub? Eso sí, los trabajadores de aquel lugar se pusieron contentos de que al fin alguien pidiera una cena.
La mesa donde cené estaba al lado de la ventana. Desde allí podía ver bien las calles frías y vacías. Además, comenzó una tormenta de nieve, y en nada un fino manto blanco comenzó a teñir las aceras. Y justo cuando me llevé la copa de vino a los labios, me sobresaltó una imagen: la de una niña de rostro muy pálido pegado al cristal. Tenía el pelo muy negro y alborotado. Pero seguí con mi cena. Seguramente sería tan solo una mendiga. Aún así, esa imagen me pareció algo perturbadora.
Llené de nuevo la copa de vino y al beber, volví a ver su imagen en la ventana. Era un rostro blanco, delgado, con ojos negros, enormes y hambrientos. Su pelo, oscuro y alborotado, con algo de nieve blanca en algunos mechones, contrastaba mucho con el rostro. Dejé la copa en la mesa y me acerqué al cristal, pero la niña había desaparecido. Nevaba con más fuerza y las calles estaban desiertas. De pronto sentí una gran compasión por aquella pequeña tan triste y solitaria como yo. Sin embargo, algo me atormentaba aún más: yo estaba triste y solo pero lo tenía todo. Ella, aquella niña, estaba triste y sola pero no tenía nada para celebrar la Navidad. Y te aseguro que no me hacía mucho más feliz pensar en ello, sino todo lo contrario.
Las vacaciones del señor Bluff. la transformación
Comencé a beber una copa de vino tras otras. Cada vez me sentía más enfadado por tener que vivir de esa forma las vacaciones. Me acercaba de vez en cuando a la ventana, en busca de aquella niña de rostro pálido. Pero nada, no conseguía verla. Finalmente, de mal humor, me levanté, me puse el abrigo y me fui. Y entonces fue cuando choqué con una pequeña agazapada en el umbral. Me enfadé y le grité, pero al ver de nuevo sus ojos, me di cuenta de que yo, precisamente yo, no tenía derecho de tratar con dureza a alguien tan desgraciado como aquella niña. Busqué algo de dinero en el bolsillo, pero no tenía nada.
Ella me contó algo de su miserable vida en un hogar sin recursos. Y yo la creí. Me acompañó a casa y mandé al mayordomo buscar alimentos. Llenamos una cesta y la niña me llevó hasta su casa. Estaba feliz y daba pequeños saltos por la calle. Su madre se puso muy contenta al ver la cesta. Era una viuda con varios hijos. Así que también le di algo de dinero para que comprara leña y algo de ropa al día siguiente. Y no sé por qué, pero esa noche, al llegar a casa, me sentía extrañamente feliz. Silbé, canté… Yo creo que la felicidad de aquellos pobres ante el improvisado banquete que les llevé, me contagió.
Me arrepentí al pensar en que no tenía derecho de odiar las vacaciones por estar solo cuando hay tanta gente como aquella niña que son mucho más desgraciados. Así que el día de año nuevo fue a ver de nuevo a la niña. Estaba preciosa con un vestido nuevo que se compró con el dinero que les di. Ella sonrió y me dio la mano. Me llevó a conocer a otros pobres como ella. Se puede imaginar dónde celebré la siguiente Navidad. Fue un banquete maravilloso, con Molly, la pequeña, muy feliz. Fuimos a la iglesia y después visité a otros pobres. La cena fue un éxito. ¡Tuvimos hasta un pavo!
Así que ya lo ve, cuánta razón tenía usted… Las vacaciones ya no son pesadas. Ni tristes. Cuando alguien me dice que odia las vacaciones, me enfado muchísimo. Lo agarro por el ojal enseguida y le cuento mi experiencia. ¡Que Dios bendiga las vacaciones!
Qué temas podemos trabajar con el cuento de navidad ‘Las vacaciones del señor Bluff’
Utiliza este fantástico cuento del siglo XIX, ‘Las vacaciones del señor Bluff’, para reflexionar sobre temas como:
- El valor de la caridad.
- La felicidad.
- El sentimiento de soledad.
- La tristeza.
- El valor de la generosidad.
Reflexiones sobre el cuento de Navidad ‘Las vacaciones del señor Bluff’
Este cuento, ‘Las vacaciones del señor Bluff’, transmite una visión profundamente humanista de la Navidad: no como un refugio emocional para los felices, sino como un llamado moral para quienes pueden ayudar. En línea con la tradición del siglo XIX (Dickens, Bunce, etc.), enseña que la verdadera alegría nace cuando el privilegio se convierte en servicio.
- La soledad como forma de pobreza invisible. El relato ‘Las vacaciones del señor Bluff’ comienza mostrando una soledad respetable pero dolorosa: la del hombre adulto, soltero y sin familia. Bachelor Bluff no carece de recursos materiales ni de educación, pero sufre una exclusión emocional durante las fiestas. El texto subraya que la Navidad, pensada como tiempo de comunión, acentúa el aislamiento de quienes no encajan en el modelo familiar tradicional, una realidad muy presente en la sociedad burguesa del siglo XIX.
- La Navidad como espejo moral. Las fiestas no son solo un tiempo de celebración, sino un momento de revelación interior. La Navidad obliga al protagonista de ‘Las vacaciones del señor Bluff’ a enfrentarse a su vacío y, más adelante, a su egoísmo inconsciente. El cuento plantea que estas fechas tienen un valor moral: nos obligan a mirar más allá de nosotros mismos y a comparar nuestras penas con las de quienes sufren de verdad.
«La tristeza propia no justifica la indiferencia hacia el dolor ajeno»
— (Reflexiones sobre le cuento ‘Las vacaciones del señor Bluff’)
Más reflexiones sobre el cuento ‘Las vacaciones del señor Bluff’
- La compasión como motor del cambio personal. El punto de inflexión del relato de Las vacaciones del señor Bluff’ es el encuentro con la niña pobre. No se trata de una conversión intelectual, sino emocional y empática. Bluff no actúa por deber social ni por religión explícita, sino por compasión auténtica. El texto defiende que la verdadera transformación nace al reconocer al otro como semejante, no como objeto de caridad distante.
- La crítica al egoísmo del dolor propio. El protagonista reconoce que su tristeza, aunque real, estaba centrada únicamente en sí mismo. El contraste entre su mesa abundante y la miseria de la niña revela una idea clave: el sufrimiento no es excusa para la indiferencia. El cuento enseña que lamentarse sin actuar puede convertirse en una forma refinada de egoísmo.
No basta con sentir lástima. En ‘las vacaciones del señor Bluff’, él actúa: da comida, dinero, acompaña, visita, vuelve. La caridad no se presenta como un gesto puntual, sino como un compromiso continuado. Este valor conecta con la ética cristiana decimonónica, que veía en la caridad una responsabilidad moral del individuo acomodado.
«Las fiestas no entristecen ni alegran por sí mismas; solo sacan a la luz lo que cada uno lleva dentro»
— (Reflexiones sobre ‘Las vacaciones del señor Bluff’)
Últimas reflexiones sobre el cuento ‘Las vacaciones del señor Bluff’
- La felicidad como consecuencia de dar. Uno de los mensajes centrales de ‘Las vacaciones del señor Bluff’ es que la alegría verdadera no surge del consumo, el ocio o el confort, sino del servicio a los demás. El protagonista descubre que su tristeza desaparece cuando deja de mirarse a sí mismo. Esta idea, muy presente en la literatura moral del siglo XIX, propone una felicidad relacional y solidaria, no individualista.
Sin grandes discursos religiosos, el cuento propone una redención práctica: el protagonista no cambia lo que piensa, cambia lo que hace. El agradecimiento final a Dios no es abstracto, sino consecuencia de una vida mejor vivida. La fe aparece ligada a la acción y no solo a la creencia.
- La comunidad frente al individualismo. El relato ‘Las vacaciones del señor Bluff’ evoluciona desde el aislamiento absoluto hasta la integración en una comunidad de pobres, donde Bluff encuentra finalmente su lugar. La Navidad ideal no es la del lujo privado, sino la del banquete compartido. El texto defiende que el ser humano necesita pertenecer y servir para sentirse completo.
El desenlace deja claro que la experiencia no fue excepcional: Bluff ha hecho de la Navidad un modo de vida. El mensaje final es que las fiestas no deben soportarse ni odiarse, sino aprovecharse como oportunidad anual para recordar nuestra responsabilidad hacia los demás.
«La caridad auténtica transforma tanto al que da como al que recibe»
— (Reflexiones sobre ‘Las vacaciones del señor Bluff’)
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Y recuerda que también puedes escuchar muchos cuentos de Navidad narrados mediante podcast. Los encontrarás en los canales de Tucuentofavorito.com de Spotify y de Ivoox.


