La corza blanca. Leyenda de Bécquer para adolescentes y adultos

Una de las leyendas de Gustavo Adolfo Bécquer más misteriosas es la de ‘La corza blanca’, una historia escalofriante, que nos lleva a vivir una historia que nos invita a creer en la magia y en las hadas. No te pierdas esta fantástica adaptación de la leyenda de Bécquer, según el escritor y poeta sevillano, originaria de la zona de Tarazona, en Aragón.

TIEMPO DE LECTURA: 10 MINUTOS Y MEDIO

La extraña historia de La corza blanca, una preciosa leyenda de Bécquer para adolescentes y adultos

Leyendas de Bécquer: La corza blanca
‘La corza blanca’, una misteriosa leyenda de Bécquer

Andaba el caballero Dionís con su hija y unos cuantos monteros de cacería por una sierra aragonesa. Terminadas las batallas contra los infieles, se había ganado un merecido descanso y durante esos días dedicaba muchas horas a su gran pasión: la caza.

Habían parado a descansar bajo la sombra de un enorme chopo, muy cerca de un riachuelo, cuando escucharon el sonido de unas ovejas.

– Ey- dijo uno de los acompañantes- Ese debe ser Esteban, el zagal loco.

– ¿Loco?- preguntó entonces extrañado don Dionís.

– Sí señor, loco de remate- respondió el hombre- Inventa extrañas historias. Y lo peor de todo es que las cree.

– ¿Y qué historias son esas?- preguntó entonces interesada Constanza, conocida con el sobrenombre de la Azucena de Tarazona por su belleza clara y luminosa.

Constanza era la hija de don Dionís, una linda muchacha de unos 15 años, hermosa y caprichosa. Su sarcástica risa y sus modos atrevidos tenía loco a uno de los mejores monteros de don Dionís: Garcés. Y no era de extrañar que el joven se hubiera enamorado de la chica. No había joven tan hermosa en todo Aragón. Tenía una piel pálida como la luna llena y un largo cabello dorado como el sol. Pero sus ojos eran muy oscuros y expresivos, gracias a un abanico de espesas pestañas negras. Nadie sabía quién había sido su madre. Don Dionís regresó un día de una batalla con ella en brazos, y solo habló de su origen con el padre del joven Garcés, pero él murió y se llevó el secreto a la tumba. Algunos insinuaban que la madre de Azucena pudo ser una gitana, de esas que entienden de brujería…

– Dinos, ¿cuál es la historia?- repitió la muchacha.

– Esteban se empeña en asegurar que por aquí moran unos extraños ciervos, que hablan, susurran y suspiran como las muchachas. Y que de entre todos ellos destaca una corza blanca como la nieve. Pero esperad, mejor será que nos lo cuente él mismo… ¡Esteban!- llamó entonces el hombre.

La increíble historia de la corza blanca contada por Esteban

El muchacho dejó entonces a su rebaño bebiendo del río y se acercó presuroso hasta donde estaban los monteros.

– ¿Quién me llama?- preguntó algo despistado el joven.

Esteban era un pastor muy conocido en aquella zona. De cabello pelirrojo, nariz chata y pequeños ojos azules, tenía la piel muy clara pero tostada por el sol.

– Aquí, zagal… Estábamos hablando de la historia de la corza blanca. Tú eres quien comenzó a extender esta historia. Cuéntanos, que la joven doncella quiere conocerla…

Esteban se fijó entonces en la hermosa joven, pálida y a la vez con cierto brillo de picardía en los ojos. Y entonces comenzó a narrar su historia:

– Señora, no sé si creerá o no lo que me pasó, pero lo que cuento es verdad, y no sé si fue obra del diablo o no, pero lo cierto es que ciertos ciervos moran por este lugar sin quitarme ojo… Bueno, más bien son corzas. Y entre ellas se hablan y susurran, como si fueran humanas.

– ¿Humanas, dices?- preguntó entonces la joven.

– Sí señora… Todo sucedió hace un tiempo ya. Un día me crucé con unos cazadores que decían buscar unos ciervos. Yo les dije que no había visto ninguno en muchísimo tiempo, pero ellos me aseguraron que otros pastores dijeron ver a un grupo de corzas por este monte.

Como no lo creía, esa misma noche decidí esperar junto a este río, con la esperanza de que las corzas se acercaran hasta este lugar para beber. Permanecí ahí muchas horas, y cuando ya estaba dispuesto a dar media vuelta, maldiciendo a los cazadores embusteros, escuché a lo lejos el sonido de unas voces alborotadas… Eran voces de muchachas, que susurraban y cantaban. Pero, a pesar de que intenté dar con el origen de esas voces, al abrirme paso entre las ramas de los árboles, solo alcancé a ver un grupo de corzas que se alejaba.

Al día siguiente, me fijé que junto a las huellas de los animales, en la orilla del río, había huellas como de unos pies diminutos…

En ese momento, Esteban se fijó en los pies de Constanza, pero ella, al notarlo, los escondió con rapidez y dijo:

– Uy, no, los míos no son tan pequeños… Pero sigue, sigue, ¿y qué pasó después?

El misterio de la corza blanca

Entonces, el pastor continuó:

– Esa noche volví al mismo lugar, para esperar de nuevo a las corzas. Y volví a escuchar el sonido de las voces enredadas. ¡Hasta pude entender lo que decían!

– ¿Y qué decían?- le interrumpió impaciente don Dionís.

– Le juro señor que lo oí claramente, que es verdad, y que decían: ‘Por aquí, por aquí, compañeras, que está ahí el bruto de Esteban’.

La comitiva entera de monteros estalló entonces en una sonora carcajada, incluida la joven Constanza, que reía estrepitosamente sin parar.

– Ay, perdona, Esteban… no pude contener la risa– dijo ella.

Pero Esteban la miraba con los ojos llenos de pánico.

– Cuando les sorprendí, esta vez vi entre todas a una corza blanca que saltaba ligera, mostrando el camino a sus compañeras. Pero la corza blanca no emitía bramidos, sino que reía con una carcajada… que aún resuena en mi cabeza… ahora mismo me parece haberla escuchado de nuevo.

– Ay, Esteban- dijo entonces don Dionís- Necesitas descansar… Demasiadas horas bajo el sol, amigo. Anda, vuelve con tus ovejas, que se te van todas…

Y el joven se fue a organizar de nuevo su rebaño, mientras que don Dionís avisó a todos para organizar la vuelta al hogar.

La intriga de Garcés por comprobar la historia de la corza blanca

Cuando ya se alejaban de aquel lugar, Garcés comenzó a dar vueltas a aquella historia, cuyo hechizo había calado hondo en su corazón. Cierto que parecía una locura, pero… ¿y si en el fondo hubiera algo de verdad? ¿Y si existiera esa corza blanca como la nieve? ¿No sería el mejor regalo para su querida Constanza? Así, dejó que todos se adelantaran y él se quedó rezagado para hablar con más pastores sobre ese tema. Al cabo de bastantes horas, se presentó en la casa de don Dionís y le dijo a su amada:

– ¡Existe! ¡La corza blanca existe! He hablado con muchos pastores y todos aseguran haberla visto. Debo darle caza y traértela, Constanza.

– Déjate de tonterías, Garcés, yo no quiero esa corza blanca. Es todo un invento de Esteban.

– Pues yo te demostraré que no lo es.

Y diciendo esto, Garcés agarró su ballesta y se fue hasta la zona del río, en donde se escondió a la espera de que llegaran los ciervos.

Pasaron las horas y el joven se quedó dormido durante un largo rato. Pero un dulce sonido le despertó: eran voces de jóvenes que parecían reír y jugar. También cantaban dulces melodías, implorando a faunos, hadas y ondinas. Las notas parecían flotar en el aire, y Garcés, totalmente contrariado, apartó un poco las ramas que le impedían ver, pero no alcanzó a ver nada.

– Debo estar soñando- se dijo el joven.

Entonces vio a un grupo de corzas, que saltaban alegres entre los matorrales. Entre todas, resaltaba una corza blanca, que jugaba y saltaba sin parar, seguida por las demás. Garcés preparó la flecha. Estaba dispuesto a darle caza. Pero necesitaba acercarse un poco más. Se arrastró sin hacer ruido entre las zarzas. Ya estaba cerca del río, a donde se habían dirigido las corzas. Pero, al retirar unas ramas para asegurar su puntería, Garcés observó totalmente estupefacto un panorama que no esperaba encontrar.

La transformación de las corzas y el encuentro con la corza blanca

Junto al río no había corzas, sino unas hermosas jóvenes cubiertas por traslúcidos velos blancos, que danzaban y cantaban, mientras chapoteaban en el agua. Una a una, se fueron quitando los velos para introducirse en el río. Nadaban, buscaban nenúfares entre las hojas acuáticas, y algunas se columpiaban en las ramas de los árboles.

Entonces se fijó en una joven más blanca que ninguna, rodeada por otras muchachas. Sus ojos se abrieron con intensidad, su corazón palpitó descontrolado:

– ¿No es aquella mi dulce Constanza?- se dijo Garcés.

No había ninguna duda: su larga melena rubia, sus ojos oscuros sombreados por sus infinitas pestañas… Su bella y pálida piel. ¡Era ella! De pronto Constanza también se quitó el velo que la cubría y todas volvieron a cantar. Garcés sintió entonces la necesidad de comprobar si aquello era real o un sueño, y dio un paso adelante. En ese momento, ya no vio ninguna muchacha, sino un grupo de corzas que comenzó a huir al notar su presencia.

Pero una de ellas, la corza blanca, se había enredado en una zarza. Así que a Garcés, quien empezaba a entrar de nuevo en razón, le dio tiempo a preparar de nuevo su ballesta.

– ¡Ya decía yo que estaba soñando! ¡No son más que corzas!

Pero, cuando Garcés apuntó al animal, éste le dijo con voz muy clara:

– Pero Garcés, ¿qué haces?

El joven, contrariado, dejó en el suelo su arma, por temor a matar a su amada, y la corza aprovechó para soltarse de las espinas y escapar, al tiempo que soltaba una fría carcajada.

Garcés, creyendo entonces que era su mente quien le engañaba, tomó de nuevo su ballesta y disparó su flecha hacia la dirección en la que se había escabullido la corza. Entonces escuchó un grito. Al llegar al lugar en donde supuestamente estaría el animal, comprobó con horror que a quien acababa de matar era a su amada Constanza, quien expiraba en un charco de sangre, herida mortalmente por una de sus flechas.

(Adaptación de la leyenda ‘La corza blanca, de Gustavo Adolfo Bécquer)

Reflexiones sobre la leyenda de la Corza Blanca

Esta leyenda, ‘La corza blanca’, nos recuerda las historias de metamorfosis de la mitología griega. Las transformaciones de humanos a animales o plantas eran muy comunes entre los narradores clásicos griegos. Pero también podemos sacar todas estas reflexiones:

  • La creencia en lo irracional: En la leyenda de La corza blanca, Garcés tenía dos opciones: creer en lo que estaba viendo aunque pareciera una locura o pensar que era un invento de su imaginación. Decidió por tanto no creer en lo increíble y dar más peso a la razón. En este caso terminó por originar la tragedia, ya que la verdad, por extraordinaria que pareciera, era la más increíble, la que formaba parte de lo irracional. Todo esto viene a recordarnos que a veces debemos creer aunque no seamos capaces de entender.
  • El amor lleva a hacer locuras: Garcés estaba obsesionado con dar caza a la corza blanca por el amor que sentía hacia Constanza. Pensaba que era el mejor regalo que le podía ofrecer, por lo extraño de esa criatura. El amor le cegó hasta el punto de rechazar la imagen que veía y pensar en el objetivo final, el de dar caza a la corza. Podríamos entender como mensaje final también la advertencia de que un exceso de amor, mata. El amor puede ser peligroso si intenta ser posesivo.

Una última reflexión sobre la leyenda de La corza blanca

  • La vanidad y narcisismo de Constanza le castigó: La figura del personaje de Constanza en La corza blanca representa a la persona airada, soberbia, narcisista y un tanto vanidosa. Pensaba que nadie podría darle caza porque era capaz de saltar como ninguna corza, de ser tan ligera que nunca podrían atraparla. Nadie conseguiría desvelar su misterio. Y además tenía tal certeza en su superioridad, que no dudaba en reír a carcajada limpia de los sentimientos y pensamientos de los demás. Esta desfachatez terminó por pasarle factura. Una falta de humildad que terminó con ella.

Otras leyendas de Gustavo Adolfo Bécquer

Si te gustó esta misteriosa e hipnótica leyenda de Bécquer de La corza blanca, estas otras también te encantarán:

  • El Monte de las ánimas: Esta es quizás la leyenda de Bécquer más popular y también las más terrorífica. Muchos la consideran equiparable al todo de la escritura de Allan Poe. En esta ocasión, la historia sucede durante una noche de Todos los Santos.
  • La promesa: Esta leyenda está basada en un romance popular de Toledo. Un caballero engaña a su prometida y ella no duda en recordarle la promesa que le hizo… Una historia tenebrosa y realmente angustiosa.
  • El beso: Las historias sobre el más allá son muy comunes entre la narrativa de Bécquer. ¿Puede el espíritu más allá de la muerte manifestarse entre los vivos? Compruébalo con esta sorprendente leyenda.
Historia del beso de Bécquer
Leyenda de Bécquer para adolescentes: El beso
  • Los ojos verdes: Unos ojos misteriosos y mágicos, hipnóticos y fatales. Esta historia de amor y deseo te pondrá los pelos de punta.

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Publicado por Estefania Esteban

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Soy Estefania Esteban y soy periodista y escritora de literatura infantil.

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Un comentario

  1. Hola. Me encanta la lectura, es mi pasatiempo favorito, y el encontrar las narraciones de Gustavo Adolfo Becker me ha llenado de satisfacción volver a leerlas, son excelentes. Felicitaciones para usted Estefanía, y continúe así. Exitos.

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