Tras la extraña aventura de la venta y el manteo de Sancho Panza, Don Quijote vuelve a vivir una divertida batalla. No te pierdas este capítulo XVIII de Don Quijote y la aventura de los rebaños de ovejas, en donde un exceso de imaginación vuelve a jugarle una mala pasada al caballero andante.
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La divertida historia de Don Quijote y la aventura de los rebaños de ovejas
Cabalgaban Don Quijote y Sancho aún doloridos tras salir de la venta que Don Quijote creyó castillo encantado.
– Sin duda eran fantasmas los que te atacaron, Sancho. No tengo ninguna duda, y ya pagarán por todo lo que nos hicieron.
– Pues para ser fantasmas bien reales me parecían a mí… ¡si hasta tenían nombre y apellidos!
Estaban recordando su última aventura cuando de repente, vieron a lo lejos una enorme polvareda en mitad de un camino.
– ¡Quieto, Sancho! ¿Ves lo mismo que yo?
– Sí… una nube de polvo.
– ¡Es un ejército! Pero espera… más allá hay otra. ¡Dos ejércitos que se enfrentan! ¡Que me aspen! ¡Si son los ejércitos del malvado emperador Alifanfarón, señor de la isla de Trapobana y el de Pentapolín del Arremangado Brazo, rey de los garamantas!
Sancho Panza miraba sin entender muy bien, pero como no veía más que polvo en el camino, llegó a creer a Don Quijote.
– ¿Y por qué se pelean?- preguntó entonces Sancho.
– Por amor, Sancho, por amor… El villano de Alifanfarón está enamorado de la hermosa hija de Pentapolín, y él, por supuesto, se niega a entregar a su hija a tal villano. ¡Por mis barbas! ¡Ayudaré en la batalla a mi amigo Pentapolín! Subiremos a esta loma para dejar a tu asno y les pillaremos desde allí por sorpresa.
Don Quijote y la aventura de los rebaños de ovejas: los caballeros
Y subiendo a una pequeña colina, Don Quijote miró con atención y comenzó a ver cosas que el bueno de Sancho no era capaz de ver.
– ¿Ves a aquel de allá?- dijo Don Quijote señalando a la nube de polvo- El que tiene el escudo del león dorado… ese es el mismísimo Laurcaldo, señor del Puente de Plata. Sus hazañas se cuentan por docenas… y un poco más allá está el valeroso Micocolembo, duque de Quirocia. Su escudo lo forman tres coronas de plata en fondo azul. ¡Y está también el temido Brandabarbarán de Boliche! ¡El señor de las tres Arabias!
Don Quijote se emocionaba al mencionar a cada uno de estos caballeros, mientras Sancho intentaba achinar los ojos para ver si podía divisar a alguno de los señores de los que su amo tan efusivamente hablaba.
– ¿Los ves, Sancho, los ves?
– Pues a decir verdad, mi amo… yo no veo nada.
– ¿Y no escuchas sus gritos en plena batalla?
– Gritos, lo que se dice gritos, pues no… Yo solo escucho el balido de ovejas y carneros. A fe mía que esa nube no encierra una batalla, mi amo, sino un rebaño de carneros.
– Eso es por el miedo, Sancho, que nubla tus sentidos. Pero si tanto temes, échate a un lado y ya voy yo a ayudar a mi amigo.
La batalla de Don Quijote y las ovejas: La aventura de los rebaños de ovejas
Y diciendo esto, Don Quijote comenzó a galopar sobre Rocinante colina abajo, lanza en ristre y gritando mientras se adentraba con fuerza en medio del rebaño.
– ¡Allá voy! ¡Espera, mi amigo Pentapolín, que voy en tu ayuda!
– ¡Deténgase, amo!- gritaba Sancho desde lo alto de la colina.
Demasiado tarde. La lanza de Don Quijote levantó en volandas a unas cuantas ovejas, que comenzaron a balar presas de miedo.
Los pastores, al ver aquello, comenzaron a gritar y se hicieron con un buen montón de piedras de río. Bien adiestrados en el manejo de las hondas, comenzaron a lanzar sus misiles contra el caballero andante, quien empezó a sentir los golpes, uno detrás de otro, en el cuerpo y el rostro.
Sintió Don Quijote que dos costillas se le hundían y que alguna que otra muela saltaba por los aires. Intentó beber de su licor prodigioso para recuperarse, pero una pedrada lo arrancó de sus manos, manchándole las barbas del líquido rojo. Cuando el dolor le pudo, cayó al suelo casi sin sentido.
Los pastores pensaron que estaba muerto, y recogieron las ovejas y carneros que aún estaban vivos para salir de allí corriendo. Por su parte, Sancho bajó corriendo al ver el resultado de todo aquello. Al ver a su amo con las barbas rojas, y tendido en el suelo, también pensó en un primer momento que había muerto, pero pronto se dio cuenta de que aún vivía.
El resultado de Don Quijote y la aventura de los rebaños de ovejas
– Ay, Sancho… que esos viles me dejaron malherido. Creo que me han arrancado varias muelas… ¡Dime que el soberbio Alifanfarón no ganó la batalla!
– Ya le advertí yo, mi señor, que aquello no eran caballeros, sino carneros...
– No creas, Sancho, que Alifanfarón tiene el extraño poder de cambiar su forma. Y seguro que al llegar yo se transformó y ahora ya alejado ha vuelto a recobrar su forma verdadera…
– Menos mal que no entré yo en la batalla, puesto que yo soy poca cosa para un grupo de carneros… Y solo faltaba otra tunda después de todas las que ya llevamos.
– Debes saber, Sancho, que no es un hombre más que otro, sino hace uno hombre más que otro. Y si el mal últimamente se hace fuerte, debes saber que no dura para siempre, y el bien ya estará cerca para nosotros. Pero dime, Sancho… ¿Cuántas muelas me faltan arriba y abajo?
El escudero le miró la boca y preguntó:
– ¿Cuántas tenía vuestra merced?
– Cuatro o cinco, porque jamás me arrancaron ninguna…
– Pues abajo solo cuento dos y media y arriba solo alcanzo a ver una.
– ¡Ya decía yo que en la boca sentía una escaramuza!
Sancho Panza ayudó a levantarse a su amo y una vez que ambos pudieron subirse a sus animales, fueron hasta un camino ancho para buscar un lugar donde reposar.
(‘Don Quijote y la aventura de los rebaños de ovejas’ – Adaptación hecha por Estefanía Esteban)
Reflexiones sobre Don Quijote y la aventura de los rebaños de ovejas
¡Este Don Quijote! ¡No hace más que meterse en líos! Y es que la imaginación y también la alegría (en exceso) nubla nuestra vista (y nuestros oídos). Aquí van las reflexiones sobre esta divertida historia de ‘Don Quijote y la aventura de los rebaños de ovejas’:
- Las emociones que nublan los sentidos: Resulta que en esta historia de Don Quijote y la aventura de los rebaños de ovejas, allí donde Sancho oía balidos, Don Quijote escuchaba gritos de batalla. Y allá donde el escudero veía el polvo que levantaba un rebaño, su amo solo veía el fulgor de una batalla. Y esto es porque los sentidos se trastocan cuando uno está emocionado, triste o presa de miedo.
Una emoción exaltada es capaz de nublar la vista, el oído y hasta el tacto y hacernos ver, oír y sentir cosas irreales. Es lo que le sucedió a Don Quijote, que presa de emoción ante la batalla que creía cerca, comenzó a ver todo lo que sus sentidos le hicieron creer. Aunque en parte, por supuesto, algo tuvo que ver su extraordinaria imaginación.
- Cuidado con el exceso de imaginación: el problema de Don Quijote es que estaba obsesionado con los libros de caballería. Y todas las obsesiones son malas, ya que también deforman la realidad y la acercan siempre a lo que nuestra fantasía quiere ver. Don Quijote llevaba todo lo que veía al campo de su fantasía y era capaz de ver aquello que imaginaba. Afortunadamente tenía al lado alguien que sí podía vislumbrar la realidad, aunque en un principio nunca le hiciera caso.
Otras importantes reflexiones sobre este capítulo de Don Quijote y la aventura de los rebaños de ovejas
- Lo importante son los hechos: En Don Quijote y la aventura de los rebaños de ovejas, Don Quijote le dice a Sancho una frase muy significativa: «Debes saber, Sancho, que no es un hombre más que otro, sino hace uno más que otro». Lo que Don Quijote quiere decir con esta frase es que no importa el nacimiento, no importa si se nace entre nobles o entre siervos. Lo que de verdad hace a un hombre noble, valeroso y valioso son sus actos, sus acciones, y los valores que le mueven en la vida.
«Lo que de verdad hace a un hombre valioso no son sus palabras, sino sus actos»
— (Reflexiones sobre el capítulo de Don Quijote y la aventura de los rebaños de ovejas)
- El pensamiento positivo de Don Quijote: Otra de las muchas características de este peculiar caballero andante es su constante pensamiento positivo, que aún librando batallas con un desastroso resultado, él siempre termina pensando en que todo lo malo pasará y lo bueno no tardará en llegar. De hecho, Don Quijote piensa que la vida es una sucesión de buenos y malos momentos.
Pensar en positivo nos hace olvidar aquello que nos pesa y nos aporta esperanzas e ilusiones, dándonos fuerzas para seguir perseverando. Las palabras de Don Quijote hacia Sancho en este capítulo de ‘Don Quijote y la aventura de los rebaños de ovejas’, cuando dice «Y si el mal últimamente se hace fuerte, debes saber que no dura para siempre, y el bien ya estará cerca para nosotros», se refieren precisamente a esto.
Palabras textuales de esta interesante reflexión de Don Quijote
Las palabras exactas del libro en este capítulo de ‘Don Quijote y la aventura de los rebaños de ovejas’ dicen: «Todas estas borrascas que nos suceden son señales de que presto ha de serenar el tiempo y han de sucedernos bien las cosas; porque no es posible que el mal y el bien sean durables, y de aquí se sigue que, habiendo durado mucho el mal, el bien ya está cerca».
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