¿Quién será este misterioso personaje que se esconde en un rincón de Sierra Morena y parece haber enloquecido? Descubre ‘La historia del Cardenio’, un hombre que decide contar su historia (o al menos lo intenta) a Don Quijote y Sancho, puesto que el caballero andante le inspira confianza para contar su desventura.
TIEMPO DE LECTURA: 7 MINUTOS Y MEDIO
Don Quijote escucha la historia del Cardenio
En pleno monte de Sierra Morena, y después de encontrar una maleta abandonada con ropa y algunos doblones, Don Quijote, Sancho, y un cabrero al que encontraron en aquel lugar, se quedaron estupefactos ante la aparición del supuesto dueño de la maleta, un hombre vestido con apenas unas cuantas prendas roídas y que parecía melancólico y muy hambriento.
Después de que Don Quijote le abrazara, se mostró muy agradecido:
– Debo agradecer su cortesía, caballero, y me gustaría pedir si no es demasiado, y por amor de Dios, algo de comer.
– De mil amores lo haré, y también quisiera pediros algo. Y no es otra cosa que nos contéis quién sois y qué os ha sucedido para terminar aquí escondido entre la maleza y dejar tiradas vuestras pertenencias…
– Lo haré, pero después de comer algo.
Don Quijote sacó algunas de las provisiones que aún tenían y se las tendió al caballero del bosque, quien devoró casi sin masticar todo lo que le había dado. Tan hambriento estaba, que engullía y tragaba sin degustar nada. Y al terminar, caminó hasta un claro. Todos le siguieron. Y una vez que se sentaron, comenzó a hablar:
– Antes quisiera pedir que mientras cuente mi desgraciada desventura, no me interrumpa nadie con nada. Al punto que lo hagáis, ahí se quedará la historia.
– No hay problema, no te interrumpiremos. Empieza- dijo entonces Don Quijote.
La extraña historia del Cardenio
– Mi nombre es Cardenio y mi patria, una de las mejores ciudades andaluzas. Soy noble y mis padres son ricos. Pero ya se sabe que la desdicha no entiende de riquezas… Vivía en el mismo cielo, desde el día en que conocí a mi Luscinda, la doncella más bella y noble, que también sentía el mismo amor por mí. Y como nuestros linajes eran similares, nuestros padres no se oponían a nuestra aventura.
Solo cuando ya fuimos más mayores, el padre de Luscinda me prohibió verla a solas y entonces comencé a mandarle notas, poemas, escritos. Todo mi amor en unas líneas. Y ella contestaba siempre desde el amor y el cariño.
Y un buen día me armé de valor y pedí a su padre la mano de su hija. Él no se extrañó, pero me dijo que debía ser él quien hablara con mis padres y que de buena gana lo haría. Me fui feliz de allí aquel día, pero al llegar a casa, encontré a mi padre con una carta recién leída. Uno de los duques más poderosos de Andalucía, Ricardo, pedía que me convirtiera en el compañero de su hijo mayor. Debía acudir allí de inmediato, y eso significaba abandonar mi ciudad… y a Luscinda.
Pedí a su padre que esperaran un poco, que volvería, y partí con tal propósito hacia mi nuevo trabajo. Allí conocí no solo al primer hijo del duque. Enseguida congenié con el segundo hijo, Fernando. Teníamos tanta confianza que pronto me contó que se había enamorado de una labradora muy hermosa. No paró hasta ganar su amor, pero una vez conquistada, su deseo se deshizo como la niebla, y para escapar de aquella situación, me pidió ir a mi casa unos días.
La historia del Cardenio: Don Quijote y la caballería
A mí me pareció buena idea, sobre todo porque así podría volver a encontrarme con mi amada Luscinda. Y pronto partimos para allá. Y al volver a ver a mi amada, mi corazón volvió a encenderse, y no dudé en contarle a mi amigo eso que ardía en mi pecho. Tantas alabanzas soltaba de mi amada, que él quiso conocerla, y al pronto comencé a sentir miedo… De hecho, intentaba él siempre leer las cartas que yo le enviaba y los que ella me respondía. Entonces, un día, Luscinda me pidió un libro de caballería, Amadís de Gaula, porque a ella le encantan estos libros…
En ese momento, Don Quijote se emocionó y olvidó su promesa de no interrumpir el relato:
– ¡Que le gustan los libros de caballería! Con solo haberme dicho esto desde un principio, hubiera entendido la gracia y majestuosidad de tal doncella. Y además debo decirle que si un día me acompaña a mi casa, podré regalarle todos los libros que su Luscinada desee. Y perdone por último, que sé que le había prometido no interrumpir, pero es que es un tema que me apasiona.
Pero mientras Don Quijote decía todo esto, a Cardenio se le había caído la cabeza hacia delante y se encontraba como en un trance inquieto. Y de pronto soltó un comentario hiriente sobre Amadís de Gaula, y Don Quijote, enfadado, montó en cólera:
– No le permito que deshonre a ninguno de los personajes de tal ejemplar.
La historia del Cardenio: La pelea con Don Quijote
Y estaba ya Cardenio en trance, cuando saltó el resorte de la locura, y arremetió contra Don Quijote lanzándole una piedra que le tumbó de un solo golpe. Quiso Sancho defender a su señor y terminó dolorido por los puñetazos que le dio el ‘Andrajoso de la triste figura’, quien se fue por donde había venido. Sancho, entonces, echó la culpa al cabrero:
– ¡La culpa es tuya, por no avisarnos de que ese hombre está como un cencerro!
– ¿Mía?- protestó el cabreo- ¡Si yo os avisé y no me hicisteis caso!
Y Sancho se enzarzó también con el cabrero. Menos mal que Don Quijote consiguió separarlos:
– Sancho, es cierto que este hombre no tiene la culpa- dijo.
Y con esto, todos quedaron apaciguados. Aún así, a Don Quijote le quedaban las ganas de conocer el resto de la historia, y así le dijo a Sancho, que tendrían que seguir buscando a Cardenio hasta encontrarlo.
© Adaptación del capítulo ‘La historia del Cardenio’, escrita por Estefanía Esteban
Comentarios sobre el capítulo de Don Quijote ‘La historia del Cardenio’
Esta historia aún inacabada (‘La historia del Cardenio’) nos deja reflexiones sobre varios temas. Uno de ellos, el principal, la amistad que se intuye traicionada…
- La caridad de Don Quijote y Sancho: Aquel hombre de ‘La historia del Cardenio’, estaba hambriento, y vivía en aquel lugar gracias a la caridad de aquellos que encontraba en el camino. Don Quijote y Sancho decidieron ayudarle y le ofrecieron lo poco que tenían. Un gesto de caridad que el hombre supo ‘pagar’ con aquello que tanto deseaban el caballero y su escudero. que contara su historia.
- Las promesas se cumplen: Solo puso aquel hombre en ‘La historia del Cardenio’ una sola condición antes de contar su historia, y es que no le podían interrumpir, porque ya era lo suficientemente doloroso recordarla como para tener que hacer un alto en el camino. Y Don Quijote dio su palabra, pero un despiste ante una emoción súbita hizo olvidarla por completo. Y ante esa promesa rota, Cardenio ‘desconectó’ al instante y sobre todo, perdió la confianza en aquellos hombres.
«Las promesas que no se cumplen acaban con la confianza de los demás.»
— (Reflexiones sobre ‘La historia del Cardenio’)
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