Este relato de la escritora británica Catherine Crowe, La casa B en Camden Hill, es una historia sobrecogedora sobre una misteriosa habitación en donde sucedieron extraños acontecimientos. El relato queda abierto a la imaginación del lector.
TIEMPO DE LECTURA: 4 MINUTOS Y MEDIO
El extraño caso de la casa B en Camden Hill
El edificio que alquiló a un empresario el matrimonio B no tenía nada de especial en un primer momento. Eso sí, tenía muchas habitaciones y muy acogedoras. Así es que el matrimonio decidió convertir el edificio en una pensión para ofrecer alojamiento a trabajadores de la zona.
Todo marchaba bien y el negocio prosperaba, sobre todo, por las tarifas económicas de sus habitaciones. Sin embargo, todo cambió el día en que un joven empleado llamado Rose, abandonó bruscamente su habitación alegando que estaba embrujada.
La pareja no podía creer aquello, pero lo cierto es que nunca ellos habían dormido en esa espaciosa habitación con vistas al jardín, así que decidieron comprobar por ellos mismos qué sucedía allí antes de ponerla de nuevo en alquiler.
No tardaron en comprobar que Rose tenía razón. A la una de la mañana, la mujer escuchó un extraño sonido, como si un gato arañara el suelo. El sonido se acercaba y alejaba. El señor B también se despertó y escuchó ese extraño sonido. Un tanto nervioso, gritó:
– ¿Quién eres? ¿Qué quieres?
El sonido cesó, pero de pronto alguien arrancó de la cama las sábanas y la colcha. La mujer B, asustada, encendió una lámpara que tenía cerca. En la habitación no había nadie. Pero habían desaparecido tanto la sábana como la colcha de la cama.
Decidieron salir del cuarto. Cerraron con llave y pasaron el resto de la noche en su habitación.
El anciano de la Casa B en Camden Hill
A la mañana siguiente, entraron en la habitación ‘embrujada’ y encontraron la sábana hecha jirones encima de la cama. La colcha estaba intacta.
La señora B se negó a vivir esa misma experiencia, pero el señor B estaba empeñado en descubrir qué sucedía en esa habitación, así que regresó a ella esa misma noche.
Esta vez, dejó encendida una linterna. A la misma hora, justo cuando estaba a punto de dormirse, empezó a escuchar el sonido de la noche anterior. Apuntó con su linterna y entonces vio a un anciano vestido con poca ropa. Llevaba en la cabeza un extraño gorro de piel de gato y no dejaba de mirarle.
– ¿Quién eres? ¿Qué quieres?- preguntó el señor B muy asustado.
El anciano, en lugar de responder, soltó un bufido e intentó agarrar las sábanas. Fue entonces cuando el señor B se fijó en sus manos: eran desmesuradamente alargadas y tenía unas uñas largas y afiladas. Casi por inercia, el señor B agarró una caña de junco que había dejado junto a la cama e intentó pegar al anciano. Pero la caña le atravesaba como si no hubiera nada. ¡Era un fantasma!
El anciano retrocedió, protestando con gruñidos ininteligibles. Atravesó la pared y desapareció. La noche terminó así, sin más sobresaltos.
El primo del matrimonio en la casa B en Camden Hill
El matrimonio B decidió retirar todos los muebles de esa habitación y cerrarla con llave. En el resto de cuatros no hubo ningún problema. Así que todo volvía a ser tranquilo, hasta que, dos años después, un familiar del matrimonio decidió hacerles una visita. Se trataba de un primo, un fornido marinero, que había oído hablar del caso de la habitación embrujada y sentía una gran curiosidad. Él, que no creía en los fantasmas, necesitaba ver aquello con sus propios ojos.
El matrimonio B amuebló el cuarto con una cama, una mesilla de noche y una pequeña lamparita. Como en el cuarto había una chimenea, también dejaron encendida una lámpara en la repisa. Y el marinero esa noche se durmió en seguida. Y como estaba seguro de que las historias de fantasmas eran invenciones absurdas, había cerrado la puerta por dentro con llave.
Pero a la una de la mañana, lo despertó una extraña sacudida de su cama. Al abrir los ojos, vio al anciano del gorro de piel de gato. Le observaba con el rostro encolerizado. El marinero se levantó de la cama y el anciano retrocedió, bufando. De nuevo desapareció entre los muros de la casa. Se escucharon terribles golpes y hasta un trozo de yeso se desprendió del techo. Pero el espectro no apareció más.
El matrimonio B decidió abandonar aquella casa y establecerse en otro lugar, en Kingston. De la casa de Camden Hill no volvieron a saber nada.
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Comentarios sobre el relato de La casa B en Camden Hill
Sin duda, estamos ante un extraño y misterioso relato de Catherine Crowe (1803-1876), que más bien pudiera parecer una experiencia vivida y que termina con una gran incógnita: ¿Quién era en realidad ese anciano? ¿Qué quería?
- Un hombre gato que es todo un símbolo: La literatura ha recreado durante mucho tiempo la simbología de los gatos y su relación con el mundo paranormal. De hecho, al leer este cuento breve de ‘La casa B en Camden Hill’, recordamos de forma casi inmediata las obras de Edgar Allan Poe, que además fue coetáneo de esta escritora de relatos sobrenaturales.
Y nos acordamos al instante de su relato El gato negro, que habla precisamente de la inmortalidad de estos animales capaces de cruzar la frontera entre la vida de los vivos y la de los muertos. Tal vez por eso, esta escritora destaca en el fantasma de su relato, ese casco con piel de gato, unas uñas similares a las de los felinos, y ese extraño sonido, como el de los gatos, al asustarse y dar marcha atrás.
- El misterio de las apariciones: Lo más extraño de este relato breve de ‘La casa B en Camden Hill’ es el final de una historia inconclusa. No llegamos a saber quién es en realidad ese anciano que se aparece a cierta hora y por qué lo hace siempre en la misma habitación. ¿Tal vez murió allí? ¿Por eso bufaba al ver a un humano en la cama de ese cuarto? Lo que está claro es que los humanos le asustan y hacen que retroceda y regrese a su mundo. Y sin embargo, con sus apariciones consigue lo que tal vez sea su objetivo: tener la habitación para él solo.
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