Esta fábula corta de Esopo, ‘La anciana y el médico’, es tal vez menos cocida que muchas otras, pero explica muy bien, mediante una sencilla historia, a dónde nos puede llevar la avaricia y la deshonestidad. ¿No te la pierdas!
Una fábula de Esopo sobre la avaricia: La anciana y el médico
Una mujer anciana y enferma comenzó a notar que perdía poco a poco la vista, pues veía todo borroso. Entonces decidió llamar al curandero del poblado y prometió pagarle cuando terminara el tratamiento.
El hombre preparó unas gotas que tenía que echarle en los ojos a la anciana cada semana. Cada vez que le echaba las gotas, la mujer no podía abrir los ojos, y el avaricioso curandero aprovechaba para llevarse algún objeto de la casa.
Pasaron muchos días y el curandero ya se había llevado todos los muebles de la casa de la anciana.
– Ya está curada, así que puede pagarme el tratamiento- dijo entonces el hombre.
La anciana echó un vistazo alrededor de la estancia y dijo:
– No pienso pagarle.
El curandero se enfadó mucho y denunció ante los jueces a la mujer. El día del juicio, la anciana le dijo al juez:
– Señoría, no pienso pagar un tratamiento que no me sirvió de nada. Ahora estoy mucho peor.
– ¿En qué lo nota?- preguntó entonces el juez.
– Antes veía los muebles de mi casa y podía palparlos. Ahora no puedo ver ninguno.
Moraleja: «El avaricioso y deshonesto no es digno de ninguna recompensa»
Qué valores puedes trabajar con la fábula La anciana y el médico
Utiliza esta fábula corta de Esopo para reflexionar acerca de:
– La honestidad.
– A dónde nos lleva la avaricia.
– El valor de la justicia.
Reflexiones sobre esta fábula de Esopo para niños
Los avariciosos son los auténticos ciegos, y no la anciana que decía no ver bien pero que sí se daba cuenta de todo lo que ocurría:
- La avaricia nos ciega: el curandero que atendió a la anciana pensó que podía aprovecharse de la situación y que ella no se daría cuenta de que estaba robando. Pero hasta un ciego podría notar la ausencia de muebles, algo que parece muy evidente, pero que a un avaricioso ‘se le escapa’ porque no ve más que aquello que desea. En esta historia el que mejor ve es el ciego y el que está realmente ciego, el codicioso curandero.
- La deshonestidad no tendrá recompensa: el curandero en el fondo hizo su trabajo, ya que proporcionó a la anciana las gotas que ella necesitaba. Sin embargo, no recibió el dinero que pedía por haber sido deshonesto y por supuesto, por haber intentado engañar a la anciana y haber robado sus muebles. Un gesto de estas características nunca puede ser recompensado.
- La justicia, de parte del honesto: la anciana había sido engañada y aún así el avaricioso curandero pensaba que podría salirse con la suya y la llevó a juicio. Pero cuando al final la verdad sale a la luz, todos parecen perder ese velo que les tapa los ojos. La verdad brilla por sí misma y la anciana no tiene ningún problema en ganar ese juicio. Basta con decir la verdad, claro. La justicia está precisamente para hacer visible la verdad oculta.
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