Este cuento, ‘El viejo Papá Noel’, fue escrito en el siglo XIX por la escritora inglesa Juliana Horatia Ewing (1841-1885), autora de numerosos cuentos infantiles. Aunque en esta ocasión, es más un relato dirigido a los adultos, ya que se trata de un recuerdo infantil, de una historia basada en la ilusión y la inocencia de los niños. Los protagonistas son dos hermanos. Su recuerdo transcurre en 1830.
TIEMPO DE LECTURA: 9 MINUTOS
El hermoso cuento de Navidad ‘El viejo Papá Noel’
Cuando tenía ocho años, no había visto nunca un árbol de Navidad. La primera imagen llegó a través de un libro que un día nos enseñó mi padre a mi hermana Patty y a mí. Era un libro antiguo, pero con muchas ilustraciones.
– ¡Mirad! ¡Este de aquí es Papá Noel!
Miramos con los ojos bien abiertos: un hombre muy viejo posaba junto a un abeto lleno de adornos y hasta regalos de colores. Tenía velas y lazos brillantes en las ramas.
– ¡Tiene regalos! ¿Y qué hacían con ellos?- pregunté intrigado.
– Pues se repartían el día de Navidad entre todos- respondió mi padre.
– Pero papá Noel parece muy viejo- exclamó Patty.
– Sí que lo es, sí… – respondió mi padre.
– ¿Cuántos años tiene?- pregunté con curiosidad. Por la larga barba blanca y sus profundas arrugas, es cierto que debía ser muy mayor.
– Uy… calculo que 1830, justo el año en el que estamos.
– ¡Pero si entonces es más viejo que Matusalén!- dije yo asustado.
Sin duda, eran muchos años… Pero entonces, recuerdo que mi padre dio por finalizada aquella conversación y volvió a guardar el libro. Durante esos días, Patty y yo no hacíamos más que hablar sobre el tema. El árbol, los regalos y el viejo Papá Noel.
Y llegó la víspera de Navidad. Mis padres se encerraron en el salón y decidieron que no se podía entrar. Estaban trabajando, decían… Así que estuvimos un rato en la cocina con la buena de Kitty, y cuando nos aburrimos, nos pusimos los abrigos y salimos en busca de aventuras. Lo malo es que nuestro mejor amigo también estaba ocupado, ayudando a su padre a decorar la iglesia para Navidad. Colocaban en cada banco una pequeña ramita de acebo. La verdad es que la iglesia, que era muy vieja y oscura, ganaba mucho con aquel colorido. Nos encantaba llegar en Navidad y sentarnos en aquellos bancos tan bien decorados.
El descubrimiento del viejo papá Noel
Decidimos andar por el camino que lleva a la colina nevada, cuando de pronto vimos acercarse, entre la niebla, a un hombre muy viejo, con una gran barba blanca y un abeto sobre sus hombros.
– ¡Patty, Patty! ¡Es Papá Noel!- dije yo al verle.
Mi hermana comenzó a dar pequeños saltos de emoción.
– Sí que lo es, sí que lo es. ¿Qué hará aquí? Tal vez vaya a entregar ese árbol de Navidad.
En realidad, el anciano era el hombre más viejo del pueblo, pero nosotros entonces no lo sabíamos, así que estábamos seguros de que era el mismísimo Papá Noel. El problema de este anciano es que apenas oía, así que siempre solía responder a todo con palabras que pudieran servir para todo, o simplemente, asintiendo. Cuando el hombre llegó junto a los niños, me atreví a decir:
– ¡Buenas tardes, Papá Noel!
El anciano respondió:
– A ti te digo lo mismo.
– Así que sí es usted Papá Noel- dijo con la boca abierta Patty.
Y el anciano asintió.
– Mi padre dice que tienes 1830 años- dije entonces.
– Sí, sí, por supuesto. respondió él.
– Pues es casi el doble que Matusalén, ¿sabes?- murmuré.
Y el hombre sonrió.
– Vaya, pero el árbol no tiene velas ni juguetes – dijo Patty algo decepcionada.
– En un rato, volveré en un rato- dijo él.
– ¿Cuándo?- pregunté.
– A las cuatro- respondió él- luego tengo que ir allí- dijo señalando al horizonte.
Más allá, se veía una montaña en donde decían que había cuevas. ¿Y si en una de esas cuevas preparaba los regalos?
En cuanto el Viejo Papá Noel se fue, descubrimos que un perro marrón y blanco caminaba a su lado.
– ¿Papá Noel tiene perro? En la imagen que vimos no había ninguno- dije yo.
– Tal vez es nuevo. Quizás le ayude a entregar los regalos- dijo Patty.
Lo que le sucedió al viejo papá Noel
Mi hermana y yo comenzamos a imaginar el lugar en donde vivía el viejo Papá Noel. ¿Estaría lleno de adornos para el árbol de Navidad? Después de un rato, regresamos a casa. Nos sentamos en la cocina y no dejamos de mirar el reloj, deseando que llegaran las cuatro. Como Patty ya estaba aprendiendo a contar, cada vez que sonaba el reloj, contaba:
– Una, dos…
Y en cuanto contó cuatro, salimos disparados al camino. Estábamos deseando ver de nuevo al viejo Papá Noel. Me subí al muro para ver todo mejor, y fue entonces cuando escuchamos los ladridos del perro del viejo Papá Noel. Estaba justo detrás nuestro. ¿Pero dónde estaba Papá Noel?
– ¿Y si nos está diciendo algo?- dijo entonces Patty, que se llevaba muy bien con los animales y parecía entender todo lo que decían.
– Pues tienes razón, igual quiere que le sigamos…
El perro comenzó a correr y le seguimos. Se paró en seco junto a una zanja. Allí vimos a Papá Noel. Resulta que se había resbalado con la nieve y se había caído. No se movía, así que fuimos corriendo a avisar a nuestro padre. Llegó con Kitty, la cocinera, y consiguieron que se levantara. Le llevaron hasta casa y una vez allí, se sentó junto a nosotros en la cocina.
Nos parecía un sueño: ¡Estábamos tomándonos un té con galletas con el viejo papá Noel! Estábamos deseando preguntar por el árbol y los regalos, pero esperamos un rato prudencial. Luego, no pude más y pregunté en voz baja:
– Me imagino que las velas ya estarán en el árbol…
– Claro, claro- respondió el hombre.
– Y los regalos, ¿también?- preguntó Patty.
– Por supuesto- respondió el anciano.
La sorpresa del viejo Papá Noel
Entonces, pasó algo maravilloso: la puerta del salón se abrió de par en par y salieron mis padres gritando.
– ¡Venid, venid, que tenemos una sorpresa que enseñaros!
Patty y yo fuimos corriendo, dejando al viejo Papá Noel en la cocina. Y allí estaba el árbol de navidad, decorado con velas y lazos de colores. Había regalos junto al árbol. ¡Todo como nos lo imaginábamos!
Entonces llegó el reparto de regalos, y todo fue felicidad. Le dimos las gracias al viejo Papá Noel por llevar aquel árbol y todos los juguetes. Fue la Navidad más hermosa de todas.
A la semana, mis padres nos contaron que había muerto el hombre más viejo del pueblo. Nosotros estábamos seguros de que el viejo papá Noel se había tenido que ir a otro lugar para hacer felices a más niños, pero su perro se quedó allí, y estaba tan triste, que mi hermana decidió adoptarlo. Cada año deseaba que ese perro nos llevara hasta la cueva en donde Papá Noel escondía los adornos del árbol, pero nunca lo hizo. Aún así, se convirtió en uno más de la familia, y aquel anciano fue para nosotros, y siempre lo será, el viejo Papá Noel.
Qué temas puedes trabajar con el cuento ‘El viejo papá Noel’
Utiliza este cuento de Navidad, ‘El viejo Papá Noel’, para reflexionar sobre:
- La Navidad, la ilusión que la envuelve.
- Los hermosos recuerdos de la Navidad en nuestra infancia.
Reflexiones sobre el cuento ‘El viejo Papá Noel’
La inocencia de imaginar lo que no conocemos es el gran poder de los niños. Esa primera vez que todos vivimos no se olvida, como tampoco se olvidan nuestras primeras Navidades.
- La ilusión y el sueño hacen realidad aquello que queremos ver: La magia nace cuando conseguimos ver aquello que deseamos ver con todas nuestras fuerzas. La ilusión es mayor la primera vez que descubrimos algo. Por eso, esta historia está envuelta en un velo de magia e ilusión que nos lleva a recordar la emoción con la que vivíamos la Navidad. Los adornos del árbol, el Belén, los dulces navideños, las luces, los villancicos… y los regalos. Todo esto crea un ambiente mágico, repleto de sorpresas y grandes descubrimientos. Cuidemos esta magia para que los niños sigan viviendo con la misma ilusión estas fechas. Es un momento que recordarán con especial cariño para siempre.
- Nunca dejes de creer: Los sueños a menudo se hacen realidad. Los niños más soñadores se convierten en adultos con ilusión y esperanza. Con trabajo, esfuerzo, perseverancia, pero sobre todo, ilusión, se consiguen los grandes retos. Es algo que de pequeños aprendimos: los sueños se cumplen si se desean con todas las fuerzas.
«Los sueños pueden cumplirse si se desea con todas las fuerzas»
— (Reflexiones sobre el cuento ‘El viejo papá Noel’)
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