Esta fábula china de Yan Zi ‘El cochero vanidoso’, trata la vanidad desde una perspectiva que a veces se nos escapa. Y es que la vanidad en el fondo no es solo un gesto de carencia de humildad, sino de ignorancia… Aquella que nace de la falta de conocimiento de uno mismo.
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Una fábula corta para pensar: El cochero vanidoso
Vivía en el reino de Qi un cochero que adoraba su trabajo. Pero lo que más le gustaba era llevar a personalidades importantes de un lugar a otro. En cuanto algún noble se subía a su carruaje, el cochero se hinchaba y llenaba de orgullo y levantaba muy bien la cabeza para que todos le admiraban.
Un día, el cochero tuvo que llevar al primer ministro y no podía estar más orgulloso. Pero en su trayecto pasó por delante de su propia casa. Entonces, su mujer le vio pasar y se quedó horrorizada. Cuando el hombre llegó a casa, ella, enfadada y avergonzada le dijo:
– Hoy por primera vez me he arrepentido de haberme casado contigo. No vi nunca a nadie tan vanidoso como tú. Mientras el primer ministro se acurrucaba humilde en su asiento, tú ibas bien erguido y presuntuoso todo el camino. Y no me inspira confianza, porque de alguien que no se conoce a sí mismo, no puedes fiarte.
Moraleja: «La vanidad a menudo es el reflejo de una falta de conocimiento de uno mismo».
(‘El cochero vanidoso’ – Yan Zi)
Qué temas y valores puedes trabajar con la fábula El cochero vanidoso
Con esta fábula corta del cochero vanidoso puedes trabajar todos estos temas:
- El valor de la humildad.
- La vanidad y sus consecuencias.
- Por qué es importante conocernos a nosotros mismos.
Reflexiones sobre esta fábula corta del cochero vanidoso
Si no nos conocemos a nosotros mismos, no inspiraremos ninguna confianza, ya que nunca seremos capaces de ver nuestros errores o debilidades y terminaremos cayendo en una actitud prepotente:
- Para que los demás confíen en nosotros, debemos mostrar nuestras virtudes y defectos: De lo contrario, corremos el riesgo de caer en la vanidad y la soberbia, un defecto que ninguna otra persona tolerará.
- La vanidad, ese gran defecto: Una cosa es valorarse y quererse a uno mismo (con sus virtudes y defectos) y otra diferente es ver solo las virtudes (sin ser capaz de vislumbrar los defectos o de verlos, taparlos y no reconocerlos). El vanidoso se siente feliz en esta segunda definición. Es incapaz de ver sus defectos o de verlos, los tapa con mucha maestría de forma casi imperceptible. El vanidoso suele ser mentiroso, pero muy inteligente. De hecho, consigue engañar a muchos. Se gusta a sí mismo y por supuesto, se siente superior al resto de mortales. Un vanidoso conseguirá rodearse de petulantes interesados, pero no de amigos verdaderos. A la larga, suelen quedarse solos porque es muy difícil mantener por siempre la careta de la mentira.
- La humildad, el antídoto de la vanidad: Conocernos a nosotros mismos nos hace más humildes y coherentes. Y son dos virtudes que sí despertarán admiración en el resto. Y si no, ¿tú de quién te fiarías más, de alguien que se conoce y reconoce sus aciertos y fallos o de alguien que solo es capaz de presumir de sus virtudes?
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