Este es un relato basado en hechos reales, sobre una historia que se hizo muy popular en Italia. ‘Giancarlo y Nicoleta’ cuenta la historia de amor entre dos médicos que luchan contra la Covid-19 en un hospital de Milán. Ambos conocen a una persona muy especial…
TIEMPO DE LECTURA: 12 MINUTOS
Un cuento de amor en tiempos de coronavirus: Giancarlo y Nicoleta
Giancarlo se despertó bruscamente, al escuchar la melodía del despertador, y se alegró de ello. Nunca hubiera imaginado que se alegraría por escuchar ese sonido tan machacón. ¿Que había ocurrido en su vida para que ésto sucediera?
Se estiró entre las sábanas, respondiéndose a si mismo, había ocurrido la pandemia, y todas las desgracias que traía consigo. Nunca durante los largos años de la carrera, ni después en el la época del MIR, se había imaginado luchar contra una peste, como la actual del Covid, por eso, agradeció al despertador, que le arrancara de aquella terrible pesadilla, en la que lloraba invadido por la impotencia, ante el cuerpo sin vida de su padre. ¡Uff! Afortunadamente, solo había sido una pesadilla, ¡Bendito despertador!
Lo volvió a mirar, eran las 13,30 y tenía que comer, ducharse, y regresar al hospital de San Raffaele para, nuevamente pasar por desinfección, colocarse bien el EPI, y continuar luchando contra aquel maldito y desconocido virus.
– ¡Giancarlo!- escuchó llamar a su madre.
– ¡Ya voy, ‘mamma’!- respondió el joven.
Y se levantó sin prisa, ‘¿Para qué?’ , se dijo a sí mismo. Sabía que, otra larga tarde-noche similar a la anterior, esperaba con su carga de muerte y desesperanza, ¡Se sentía tan impotente!
‘Pero bueno, Giancarlo, no seas agorero’, (se dijo a sí mismo), ‘¿no recuerdas a la abuelita que arrebataste ayer a las garras de la muerte?’. Y mirándose al espejo, mientras se afeitaba, comenzó a tararear «oh bella chao», para darse ánimos.
Giancarlo y Nicoleta: El encuentro
En otro lugar de Milán, Nicoleta dió el beso de despedida a sus padres, y salió rauda escaleras abajo. No quería llegar tarde al hospital.
Otra tarde-noche repleta de nerviosismo, y de dolor, la esperaba, pero… para eso se había hecho doctora, para luchar contra la enfermedad y el dolor, claro que, este asqueroso virus, les superaba, les había pillado desprevenidos, y era un enemigo muy poderoso. Sin embargo, había que seguir luchando contra él, ¡no se podía tirar la toalla! Algún día lo vencerían, y mientras tanto, le arrebatarían a muchas vidas, ¡todas las que pudieran!
Una última carrera hacia el ascensor, y de repente, zas, su hombro chocó con otro hombro.
– ¡Dr. Grimaldi!, disculpe, voy un poco atolondrada- dijo ella.
El hombre la miró sonriendo, y expresó su deseo de ser atropellado todos los días, por alguien tan bello como la Dra. Rossi. Ella sonriendo, le dio las gracias por su galantería, a lo que el joven respondió:
– ¡Oh, no es galantería, «e vero» !
Aquel pequeño incidente, les dio pie para darse a conocer los nombres de pila, y pasar de ser sólo el Dr Grimaldi y la Dra. Rossi, para pasar a ser, Giancarlo y Nicoleta. Algo que en el fondo, les agradó a los dos.
El padre Giuseppe (‘Giancarlo y Nicoleta’)
Cuando llegaron a la planta de desinfección, una enfermera se acercó a Nicoleta, preguntàndola si tendrían algún EPI para el padre Giuseppe. Giancarlo la miró extrañado:
– ¿Para quién?- preguntó entonces.
Ella, bajando un poco la voz, le explicó, que era un cura franciscano, que le había rogado su permiso, para asistir espiritualmente a los enfermos más graves.
– Le dije, que intentaría buscarle protección.
Él torció el gesto al escucharlo, no era católico practicante. El estar tan cerca del dolor y de la muerte, le habían alejado de la práctica de su religión, pero tampoco se había convertido en un perseguidor. No obstante, no le parecía oportuno entregar un EPI a un fraile, con la carencia que estaban sufriendo.
– Bueno- dijo ella- pero por lo menos mascarilla, bata y guantes, no se los podemos negar, porque está decidido a llevar a cabo su labor.
– Entonces, si tu crees, que realmente puede ayudar en algo a los enfermos… De acuerdo, no pondré objeción por mi parte- y añadió- pero que sólo se acerque, a los enfermos que lo soliciten.
– Vale- asintió ella bajando la cabeza. Al fin y al cabo, el Dr. Grimaldi, era el jefe de los especialistas en enfermedades víricas.
Él, observando que la doctora se quedó entristecida, se acercó un poco más y agregó:
– Bueno, no es una orden, simplemente es cuidar de que nadie se queje por ser importunado.
– De acuerdo, lo entiendo- contestó ella.
Y así fue cómo el padre Giuseppe comenzó a atender a los enfermos de Covid, con el corazón henchido de fervor.
Giancarlo y Nicoleta: La transformación de Giancarlo
Pero lo que fue una sorpresa para Giancarlo, fue encontrarlo en la sala de descanso de los sanitarios, dándoles ánimos, y echándoles un sermón sobre la importancia de asumir el dolor y la muerte, cómo algo que, en el fondo, nos une a Cristo, porque nos prepara para la resurrección.
El Dr.Grimaldi se quedó desconcertado: allí estaba Nicoleta escuchando en primera fila, y con mucha atención.
Se la quedó mirando, y le pareció contemplarla por primera vez. Era verdaderamente hermosa, y a pesar de las ojeras, y otros signos de cansancio, la luz que emanaba de su rostro, al escuchar a D. Giuseppe, le impresionó.
Fueron pasando los días, y D.Giuseppe fue aceptado al sacerdote como uno más del equipo. Se le hizo tan natural su presencia entre los enfermos, como su charla comprensiva y cariñosa cuando los ánimos flaqueaban.
Si fallecía un paciente, era reconfortante verlo cogiéndole la mano. No la soltaba hasta el último suspiro. Y asistir con los últimos Sacramentos, y notar la paz que dejaba en los moribundos… Eso le hizo replantearse muchas cosas a Giancarlo. Pero no sólo a él. Cada madrugada, eran más los médicos y enfermeros que se arremolinaban en torno suyo, hasta algunos, al estar la salita llena, le escuchaban apoyados en las paredes de los pasillos.
Giancarlo y Nicoleta se enamoran
Esa mañana, después de la charla, esperó para coincidir con Nicoleta en el ascensor, y mientras se colocaba bien la mascarilla, le comentó la experiencia tan inesperada, que estaban viviendo, gracias a D. Giuseppe. Nunca hubiera imaginado, que a su edad, le sucediera algo tan extraordinario, era algo parecido, a recuperar la mirada de un niño, y añadió:
– Te confesaré una cosa, desde que llegó al hospital, de tu mano, no he vuelto a tener pesadillas, por eso quería darte las gracias.
Ella sonrió, y acariciándole una mano asintió con la cabeza, mientras le decía:
– Te entiendo, a mí me pasa algo parecido, me alegro muchísimo de haberle casi que «colado» en el hospital.
– Yo también me alegro de ello- respondió él- aunque a veces se nos olvide, por la vorágine de la vida que llevamos, la dimensión espiritual debemos cuidarla, porque está claro que no somos solo materia.
Y mirándola a los ojos, le dió las gracias de nuevo. Nicoleta se ruborizó, y él aprovechó para pedirle una cita para el próximo día que libraran. ¿Librar el mismo día? Eso era realmente difícil.
– No si tienes los contactos oportunos- repuso el joven, a lo que ella respondió con una risa cristalina- Vale, dijo Giancarlo, entonces, déjalo de mi mano.
Giancarlo y Nicoleta tuvieron una, y dos, y muchas más citas, sin dejar de reunirse cada final de jornada, para escuchar y conversar con el franciscano.
Pero una tarde, al llegar al San Raffaele, les esperaba una triste noticia: D.Giuseppe se había contagiado.
Giancarlo y Nicoleta: La última voluntad de Don Giuseppe
– Pero, ¿cómo ha ocurrido?, si le hemos dado instrucciones, mira que se lo hemos dicho… – dijo él.
– Si- comentó otra doctora- Pero él se acercaba la cara mucho a los enfermos, para escucharles, e incluso alguna vez se ha quitado la mascarilla, para besarlos…Yo le he pillado en alguna ocasión.
Se miraron con pesar, y lo siguiente fue empeñarse en tratar de curar al franciscano. Alrededor de su cama no faltaban nunca, médicos o enfermeras. Se probó en él un medicamento nuevo, era lo más novedoso en la lucha contra la Covid. Se corrió la voz, y se rezaba por la recuperación de D.Giuseppe, en toda La Lombardía.
Pero la fiebre no desaparecía, hubo que entubarlo, y día a día se iba apagando.
Una tarde, nada más ponerse los EPIS, Giancarlo y Nicoleta acudieron a visitarle, sabían que había empeorado. Le encontraron con una respiración muy dificultosa, pero aún así, les pidió por señas, algo para escribir. Le acercaron una pizarra y una tiza, en la que el sacerdote escribió: ‘dejo mi cuerpo a la ciencia, que investiguen en mí’.
Los jóvenes doctores al leerlo, no pudieron evitar que se les escaparan unas lágrimas. Pero D. Giuseppe movió una mano diciéndoles que no, que no debían llorar, y volviendo a pedir la pizarra, escribió: ‘Por favor, casaos como Dios manda, es mi último deseo’.
Allí mismo, Giancarlo y Nicoleta, se arrodillaron y le pidieron su bendición.
A las pocas horas, el fraile de la orden de San Francisco, pasó a mejor vida.
Su muerte fue muy sentida en San Rafael, pero no sólo se rezó por él allí, Nicoleta y su novio, le dieron a conocer a través de programas de radio, contando la gran labor que había llevado a cabo en el hospital, y así se pidió por él, no sólo en La Lombardía, si no, en muchas partes del mundo.
Sobra decir, que Giancarlo y Nicoleta se casaron.
(‘Giancarlo y Nicoleta’, escrito por María Luisa López Sánchez)
Reflexiones sobre el relato de ‘Giancarlo y Nicoleta’
Esta historia de Giancarlo y Nicoleta está basada en hechos reales y en realidad es una lección de vida acerca de la necesidad de enriquecer y cuidar nuestro mundo espiritual:
- La importancia de creer: La esperanza es lo último que se pierde, se suele decir. Pero es que además esto es un hecho contrastado. Y es que aquellos que no creen en nada, no luchan con la misma fuerza que aquellos que creen. La figura del padre franciscano en este relato de Giancarlo y Nicoleta sirve para recordarnos que necesitamos tener algo en lo que creer, algo a lo que aferrarnos para seguir teniendo esperanzas, porque una vida sin espiritualidad y sin esperanza, está realmente vacía.
- El amor que transforma: El enamoramiento de Giancarlo y Nicoleta es un amor que cambia la realidad del joven médico. De pronto, se da cuenta de que le gusta Nicoleta, pero no solo por su físico, sino por sus creencias, por su determinación, por su personalidad. Y esto hace que también él se replantee su propia realidad y algunos de los fundamentos en los que se apoyaba.
«La fe nos da fuerzas para seguir luchando en tiempos de desolación»
(Reflexiones sobre ‘Giancarlo y Nicoleta’)
Otros preciosos relatos de amor en tiempos de coronavirus
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- El amor en una residencia, Jorge y Ascen: Esta preciosa historia de amor nos lleva hasta una residencia en donde un voluntario se enamora de una de las residentes. Ambos son ya muy mayores, pero deciden darse una oportunidad sin importar el tiempo que les queda de vida.
- El primer amor, Valentina y Álex: Dos adolescentes que se conocen jugando, y se dan cuenta de que el amor no es ningún juego, sino algo mucho más maravilloso.
- Un amor para siempre, Leoncio: ¿Puede el amor durar para siempre? Esta es la conmovedora historia de una pareja que aún en sus últimos días de vida, siguen tan enamorados como al principio.
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