Aquí tienes ‘Encuentro en la venta’, una adaptación resumida del capítulo XXXVI de Don Quijote, en donde el caballero andante no aparece, pero sí algunos de los personajes que le acompañaron en su aventura de Sierra Morena. No te pierdas el increíble encuentro en el que Cardenio y Dorotea son los grandes protagonistas.
TIEMPO DE LECTURA: 9 MINUTOS
El encuentro en la venta, de Don Quijote de la Mancha
Tras la lectura del ‘Curioso impertinente’, el ventero salió a la puerta y vio llegar una tropa de huéspedes. Se trataba de cuatro hombres cubiertos por un antifaz que portaban un sillón sobre el que resplandecía una mujer vestida de blanco, con el rostro tapado. También les acompañaban dos mozos.
Ante el aviso del ventero de la llegada de estos hombres, Dorotea se cubrió el rostro y Cardenio entró en el aposento de Don Quijote. El cura, curioso, se acercó a los mozos cuando llegó el séquito para preguntar por la procedencia de todos ellos:
– No sabemos nada, señor. Ni vimos el rostro de los caballeros ni la dama. Uno de ellos es el que ordena todo y al que obedecen… Sólo sabemos que nos dirigimos a Andalucía.
El hombre al que los mozos se referían tomó a la dama en sus brazos para bajarla de la silla. Ella lanzó un profundo suspiro al aire.
– Durante todo el camino no hizo más que suspirar- le contaron al cura los mozos- Como si estuviera cansada de la vida… Para mí, señor, que esta mujer entrará a monja o algo por el estilo.
Dorotea, al escuchar suspirar a la mujer, se acercó a ella. Ambas tenían el rostro cubierto.
– Señora, díganos por qué sufre y tal vez podamos ayudarla- le dijo Dorotea compasiva.
Entonces se acercó el caballero al que todos obedecían, para decir:
– No os canséis en ofrecer nada porque ella nada agradecerá. No hace más que decir mentiras.
– ¡Jamás dije una!- gritó indignada la misteriosa dama blanca- Es más… mi pura verdad os hace a vos ser falso y mentiroso.
Y al oír la voz, Cardenio, que estaba tras la puerta, escuchando todo, gritó desde su escondrijo:
– ¡Pero esa voz… !
Encuentro en la venta entre los cuatro protagonistas del lío amoroso
La mujer de blanco se levantó al escuchar ese grito, pero al no ver quién los daba, intentó entrar en la venta. Sin embargo, fue detenida por el caballero del antifaz.
En ese momento, por el pequeño forcejeo, a ella se le cayó la tela que le tapaba el rostro. Y su hermosura entonces quedó expuesta a todos. Posó sus ojos lastimeros en la pobre Dorotea.
El caballero que sujetaba por la espalda a aquella mujer, no pudo sostener el antifaz que resbalaba por su cara y que terminó cayendo. En ese instante, Dorotea alzó la mirada y comprobó con terror que aquel que abrazaba a la hermosa mujer de blanco no era otro que su esposo, Fernando. Dio un tremendo quejido y tras el ‘ay’ lastimero, Dorotea cayó de espaldas al suelo desmayada.
Acudió el cura a socorrerla, y para poder echarle algo de agua en el rostro, le quitó el pañuelo con el que se cubría. Fue entonces cuando Fernando pudo ver el bello rostro de Dorotea, mientras seguía forcejeando con Luscinda, quien a su vez había reconocido el suspiro de Cardenio, y éste, la voz de ella.
Cardenio, al escuchar el quejido de Dorotea, pensó por un instante que era Luscinda, y salió del aposento. Lo primero que vio fue a Fernando, que tenía abrazada a su Luscinda. Y don Fernando reconoció a su vez a Cardenio. Y los tres, Luscinda, Cardenio y Dorotea, quedaron mudos sin saber lo que les acababa de pasar.
Se miraban todos: Dorotea a Fernando, Fernando a Cardenio, Cardenio a Luscinda y Luscinda a Cardenio.
Los celos de Fernando en aquel encuentro en la venta
Quien primero rompió el silencio, fue Luscinda, quien le dijo a Fernando:
– Dejadme ir, Fernando, ya que el destino al fin me ha puesto a mi marido delante. Sólo la muerte podría borrarlo de mi memoria.
Dorotea, quien ya había vuelto en sí, escuchó todo esto de Luscinda y viendo que su esposo, Fernando, no la soltaba, fue hacia él y de rodillas le dijo:
– Deja de ofuscarte con la luz de la que abrazas, una luz que te eclipsa, pero que no te pertenece. Yo soy tu desdichada Dorotea, aquella labradora humilde a quien me otorgaste la felicidad y luego la deshonra. La que a pesar de todo ha mantenido la fidelidad y ha dado muestras de mi voluntad hacia vos. Tú no puedes ser de la hermosa Luscinda, porque eres mío, ni ella puede ser tuya, porque es de Cardenio. Más fácil será reducir tu voluntad a quien te adora, que no encaminar la que te aborrece a que bien te quiera. Quieras o no quieras, yo soy tu esposa.
Todo esto dijo desde el corazón Dorotea, entre lágrimas, con palabras tan sinceras, que a todos los presentes se les encogió el alma. Fernando, lleno de confusión, soltó entonces a Luscinda y dijo:
– Venciste, hermosa Dorotea… no es posible negar tantas verdades juntas.
En esto que Luscinda sintió un mareo, pero antes de caer en el suelo, llegó su amado Cardenio, quien la sostuvo al tiempo que dijo:
– En ninguna parte creo que pudieras estar más segura, señora mía, que en estos brazos que ahora te sostienen.
Y Luscinda, abrazada al cuello de Cardenio, respondió:
– Vos sois el verdadero sueño de esta cautiva.
Estas palabras hicieron nacer los celos en Fernando, quien puso la mano en su espada al mirar a Cardenio. Pero Dorotea, con gran rapidez, se abrazó a las piernas de su marido y le dijo:
– ¿Qué es lo que piensas hacer? La que está a tus pies es tu verdadera esposa y la que tanto miras ahora está en los brazos de su marido. Te suplico que este desengaño no acreciente tu ira, y que dejes a esos amantes abrazarse sin impedimento.
Encuentro en la venta: el desenlace
Justo en ese momento llegaron los amigos de Fernando, el cura, el barbero y Sancho Panza, y rodearon al caballero pidiéndole cordura y atención a las palabras y las lágrimas de Dorotea. Tal fueron las palabras de todos ellos, que Fernando terminó por comprender que jamás podría conseguir el amor de Luscinda, mientras que a sus pies tenía todo el de la bella Dorotea. Al fin la abrazó y le dijo:
– Levantaos, señora, que no es justo que tenga arrodillada a mis pies la que yo tengo en mi alma. Ruego perdones todos mis errores, que al fin veo la luz que me sostiene. Pido a Dios que pueda amar por largos años Luscinda a su Cardenio, al igual que yo pueda estar por siempre con mi Dorotea.
Y con esto le dio un tierno y amoroso abrazo. Con esta escena, no hubo ni una persona en la venta que no llorara. Incluido Sancho, aunque más tarde explicó que no era por tanto amor y reencuentros, sino por darse cuenta de que Dorotea en realidad no era la princesa Micomicona, como él pensaba.
Contó Dorotea a Fernando cómo llegó hasta allí y él por su parte le explicó lo que pasó tras encontrar aquella nota en el seno de Luscinda, donde declaraba ser esposa de Cardenio. Le contó que él la quería matar, pero se lo impidieron, y ella se escapó a un monasterio, en donde más tarde él la encontró y del que se la llevó con ayuda de sus hombres. Después llegó a la venta, en donde ocurrió todo lo que hemos contado.
(© Adaptación del capítulo ‘Encuentro en la venta’, de Don Quijote de la Mancha, por Estefanía Esteban)
Qué temas puedes trabajar con ‘Encuentro en la venta’
Utiliza este capítulo XXXVI de Don Quijote, ‘Encuentro en la venta’, para reflexionar sobre:
- El amor y los celos.
- La fidelidad.
- El perdón.
- La frustración.
Reflexiones sobre el capítulo de Don Quijote ‘Encuentro en la venta’
De nuevo nos encontramos ante una historia de amor, celos, pasión, frustración, fidelidad, perdón, al más puro estilo ‘Shakesperiano’… Eso sí, esta vez, en este encuentro en la venta, se impuso la cordura y los celos no terminaron en tragedia:
- La fidelidad y la capacidad de perdón que otorga el amor: En esta historia del encuentro en la venta, llama la atención el profundo amor de Dorotea hacia su esposo, a pesar de lo que le había hecho sufrir al encariñarse con la bella Luscinda. Dorotea es la representación de la inocencia, la bondad y la fidelidad. Posee un amor que es capaz de perdonar y arrojar luz en medio de las tinieblas. Su marido, que se había dejado cegar por la belleza de Luscinda, al fin entendió que el verdadero amor no era ese, sino el que sentía por su esposa.
- La razón se impone a la emoción: Durante un instante de este encuentro en la venta, el protagonista, Fernando, está a punto de dejarse llevar por los celos más pasionales, con todas sus consecuencias. Afortunadamente, el amor de su esposa consigue detener sus impulsos y al imponerse la razón, la historia no termina en tragedia.
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