Descubre este original cuento de hadas alemán, ‘El enano de la nariz larga’, escrito por Wilhelm Hauff (1802-1827), que nos habla de un humilde zapatero, su más humilde mujer y su encantador hijo. A todo esto, debemos sumar la presencia de una bruja. Y… bueno, será mejor que no digamos más. ¡Aquí tienes el cuento! (Es largo, sí, muy largo, pero realmente merece la pena).
TIEMPO DE LECTURA: 15 MINUTOS
El cuento alemán ‘El enano de la nariz larga’
Esta es la historia que un día un esclavo alemán de un rico jeque árabe le contó, para demostrarle la existencia de las hadas:
Vivía un humilde zapatero de los pocos encargos que le hacían. Era tan pobre, que solo podía comprar el cuero que necesitaba en cuanto le pagaban por adelantado un encargo. Su mujer, Hanna, vendía verdura y frutas en la plaza del pueblo. Siempre le acompañaba su hijo, Jacob, quien hacía casi siempre de portador para ayudar a las mujeres a llevar la compra hasta sus casas.
Un día, Hanna tenía una pequeña cesta repleta de frutas y hierbas: melocotones, cerezas… albahaca, laurel… De pronto vio acercarse a una anciana vestida de negro. Tenía la cara afilada y una enorme y puntiaguda nariz que le llegaba hasta la barbilla. Caminaba apoyada en un bastón, y aún así, se tambaleaba. No recordaba haber visto a aquella mujer antes…
– ¿Con que vendes hierbas?- dijo al llegar a su lado- ¿A ver qué tienes? A ver si tienes lo que busco…
Y diciendo esto, introdujo sus alargados dedos en la cesta y comenzó a olisquear todas las hierbas. Hanna se estremeció… por alguna extraña razón, no le gustaba aquella anciana.
– ¡Malditas cosas!- dijo entonces enfadada la mujer- ¡Nada de lo que busco! Hace cincuenta años era todo mucho mejor… ¡Esto no vale nada!
El pequeño Jacob se enfadó.
– ¡Menuda anciana descarada!- gritó el pequeño- Metes tus sucias manos en la cesta, las acercas todas a tu larga nariz… y te atreves a decir que no valen nada, cuando hasta el cocinero del Duque las compra…
– Así que te gusta mi nariz… Pues no te preocupes, que tú tendrás una igual de larga. También te llegará hasta la barbilla…
Entonces, la anciana comenzó a toquetear las coles de otra de las cestas, para luego decir:
– ¡Miserables coles! ¡Ninguna vale nada!
El niño se dio cuenta en lo largo que era su delgado cuello:
– No muevas mucho la cabeza sobre nuestra cesta. Tienes el cuello tan largo que puede que se parta y tu cabeza caiga entre las coles…
– No te gusta mi cuello… Bueno, pues no tendrás ninguno. Tu cabeza estará pegada a los hombros. Así no se caerá…
– No le diga esas cosas a mi hijo, que se asustará- protestó Hanna- Compre si quiere algo ya…
– Está bien- dijo la anciana- Me llevaré todas estas coles. Pero necesito que su hijo me ayude a llevarlas a casa.
La extraña casa de la anciana
El pequeño Jacob no quería acompañar a aquella extraña anciana, pero no tuvo más remedio, así que cargó con la cesta un largo, larguísimo trecho, hasta llegar a un edificio casi en ruinas. Al menos es lo que parecía desde fuera… porque al entrar, todo cambió. Los suelos eran de mármol, las mesas de ébano… Todo era lujo, hasta las ventanas, adornadas por hermosas vidrieras.
Unas cobayas bajaron por la escalera:
– ¡Perezosas criaturas, ¿dónde están mis zapatillas?- gritó la anciana.
Las cobayas fueron a por dos cáscaras de coco forradas con cuero y la anciana se las puso. Soltó entonces el bastón y dejó de cojear. Luego pidió a Jacob que se sentara junto a la mesa de una habitación que parecía una cocina o un extraño salón repleto de artilugios.
– Te prometí una recompensa… Te haré una rica sopa- dijo la anciana.
Y se puso a cocinar, ayudada por un grupo de ardillas y cobayas. El niño miraba todo atónito, y aquello que la anciana cocinaba olía tan bien, que no pudo resistirse a probarlo en cuanto puso un plato delante de él:
– Come, pequeño, come, y tendrás todo lo que admiras de mí, menos la hierba que tu madre no tenía… Además serás un buen cocinero…
El niño no entendía muy bien lo que aquella anciana decía, pero probó la sopa, y jamás había comido algo tan rico. Unas ardillas encendieron un incienso, y el niño cayó en un profundo sueño.
Soñó que también era ardilla, y servía a aquella anciana. Primero, dando brillo a sus extrañas zapatillas de coco. Después, llevando agua desde el río… Pasó también por ser quien limpiaba la casa, y después, ayudante de cocina. Esto le gustó mucho, y llegó a ser maestro pastelero….
Aprendió a cocinar todo tipo de cosas. Y así, a lo tonto a lo tonto, pasaron siete años. Un día, Jacob quiso cocinar un pollo, con hierbas aromáticas. Pero cuando fue a la despensa a buscarlas, se fijó en una puerta semioculta que no había visto hasta entonces. Dentro, encontró en una cesta una extraña hierba, de color azulado. ¡Olía como la sopa que le preparó la anciana! Pero esta hierba le hizo estornudar, y de tanto estornudar… ¡se despertó del sueño! Estaba tumbado en el sofá, y se sorprendió de haber tenido sueños tan reales. El niño comenzó a correr:
– ¡Debo volver a casa!- dijo para sí.
Los padres del enano de la nariz larga
Notó al correr algo extraño. No podía mover el cuello… y algo le pesaba en la cara. La gente al verle pasar, le señalaba y se reía. ¿Qué podía ser? Jacob llegó a la plaza del pueblo y vio a su madre, junto a unas cestas de frutas y verduras. Estaba mucho más blanca y parecía tan melancólica… Se acercó a ella y le agarró el brazo:
– Mamá, ¿estás enojada conmigo porque tardé en volver?
La mujer dio un grito y dijo:
– ¡Suelta, horrible enano! ¿Qué quieres de mí?
– Pero mamá… ¿qué te pasa? ¡Soy yo, tu hijo!
– ¡Enano desgraciado! Además de horrible, ¿quieres burlarte de mí? ¿Mi hijo, dices? ¡Hace siete años que alguien se lo llevó y nunca más volví a verle!
La gente de la plaza comenzó a insultar a Jacob, pensando que era un horrible y desagradable enano. El pobre Jacob no entendía nada. Llorando, se alejó de allí.
– Pero si solo he estado durmiendo un rato en casa de aquella extraña anciana- se dijo.
Entonces fue a ver a su padre, por si él podía reconocerle. Como siempre, zurcía zapatos a la puerta de su casa. Al ver a Jacob, se sobresaltó:
– ¿Qué desea, caballero?- preguntó al enano- Dime rápido, que tengo mucho trabajo y estoy solo…
– ¿No tiene a nadie que le ayude? ¿Ningún hijo?- preguntó Jacob.
– Tuve uno… tenía 12 años y era listo, guapo, bondadoso. Hubiera sido una gran ayuda para mí, pero hace siete años justo que alguien se lo llevó y ahora debe tener casi 20. Allá donde esté, será un joven apuesto, fuerte y elegante, sin duda..
Jacob entonces entendió lo que había pasado. Él pensó que dormía y soñaba, pero en realidad sí estuvo al servicio de la anciana durante todo ese tiempo. ¡Y habían pasado siete largos años! Pero, ¿por qué no le reconocían?
– Antes de irse, caballero, ¿quiere una funda de cuero para la nariz? – preguntó su padre.
– ¿Por qué?- preguntó extrañado Jacob.
Entonces, se tocó la nariz y se dio cuenta de lo larga que era. ¡Por eso todos se reían de él y le llamaban ‘enano horrible’!
– ¿Tiene un espejo para mirarme?- preguntó a su padre.
– No, no tengo, pero el barbero sí tiene uno bien grande. Aunque… no está usted hecho para andarse mirando mucho al espejo…
El enano de la nariz larga, cocinero del Duque
Jacob salió corriendo en busca del barbero. Le pidió mirarse en el espejo y comenzó a llorar: sus ojos eran pequeños, su nariz, inmensa. Su cuello había desaparecido por completo. Sus brazos eran largos y sus manos toscas… sus dedos, oscuros y feos. ¿Cómo iban sus padres a reconocerlo?
Recordó el día en el que conoció a la anciana y todo eso le pareció feo. Ahora él mismo lo tenía. Lo que sí notaba era que en esos años, su mente había cambiado y ahora era más sabio. Decidió volver a donde estaba su madre. Le pidió que le escuchara. Le contó cómo había sido su infancia, pequeñas anécdotas que solo ellos conocían… Lo que pasó el día en el que se fue con la anciana y cómo le había convertido en lo que hoy era…
– No puede ser- dijo su madre- Ni las hadas ni las brujas existen.
Pero como todo lo que le había contado de su infancia coincidía con sus recuerdos, decidió consultarlo con su marido, y pidió al enano de la nariz larga que la acompañara. Pero el padre de Jacob no se creyó nada. Es más, le espantó con unas correas para que no volviera más.
– No me queda otra que buscarme la vida- pensó el enano de la nariz larga. Y recordó que en todos esos años, había aprendido mucho del arte culinario.
– Buscaré trabajo de cocinero en el palacio del Duque.
Y allá que fue, todo dispuesto, y entró, a pesar de las risas de los lacayos al verle. El mayordomo le detuvo:
– ¿Dónde vas? ¿Fuiste enviado por algún noble como enano para el Duque?
– No señor. Vengo a pedir trabajo como cocinero.
El mayordomo se rió:
– ¿Cocinero? Quien te manda, te engañó…¿cómo va a ser cocinero un enano como tú? Pero no seré yo quien te lo diga, sino el jefe de cocina.
El mayordomo guió al enano de la nariz larga hasta la cocina, y el maestro de cocineros pensó al verle que le tomaban el pelo:
– ¿Cocinero? ¿Con ese aspecto? ¿Y esa estatura? No lo creo, muchacho…
– Deje que se lo demuestre. Con tanta comida, nadie echará de menos unos huevos, harina y algunas hierbas.. y yo podré demostrar lo que valgo.
Era Jacob tan insistente, que al final le dejaron probar.
– El Duque ha pedido de desayuno sopa danesa, con las pequeñas albóndigas rojas de Hamburgo… A ver qué tal se te da- le dijo el maestro cocinero.
Todos se quedaron con la boca abierta, por la destreza con la que el enano de la nariz larga se movía y escogía los ingredientes… y la rapidez con la que preparó el plato. El catador lo probó y…
– ¡Qué maravilla! ¡Esta sopa está deliciosa!
Todos la probaron y no podían creerlo. Era la mejor sopa danesa que habían cocinado jamás. El Duque no tardó en darse cuenta de este prodigio:
– Sé que tenemos buenos cocineros- dijo al mayordomo- Pero esta sopa está especialmente buena... Me gustaría saber qué cocinero la hizo.
El mayordomo le contó la extraña historia y mandó llamar a Jacob, quien prefirió no contar la historia del encantamiento, pero sí dijo que se había quedado sin padres y que había aprendido a cocinar con una anciana.
El Duque le contrató, con un excelente sueldo. Le nombró subdirector de la cocina y desde ese día pidió cinco comidas en lugar de tres, pues era su momento más placentero del día. No se quejó más de ninguno de los platos, y su humor cambió para bien.
El enano de la nariz larga y el ganso encantado
La fama del extraño cocinero, al que llamaban cariñosamente ‘Nariz’, se extendió por el pueblo, y muchos maestros de cocina acudían al palacio para verle cocinar y aprender de él. Le pagaban, y ese dinero, el enano de la nariz larga se lo daba a los otros cocineros, para evitar celos.
Y así pasaron dos años perfectos. Ya nadie se reía del enano de la nariz larga. Infundía respeto por donde pasaba. Pero un día que fue a comprar unos gansos a la plaza, ocurrió algo. De los tres gansos que llevaba en la bolsa, uno estaba especialmente callado. Al abrir el saco, este dijo:
– «Si me matas, terminarás bajo tierra».
La oca le miraba con ojos de persona… ¿podía ser aquello cierto? Al fin y al cabo, él fue ardilla en casa de la anciana…
– Sé lo que piensas. Y no, no soy un ganso, sino una joven encantada. Soy Mimi, la hija del gran Wetterbock, el mago… Perdió una batalla contra un hada y ella me convirtió en ganso
– No temas, Mimi- dijo entonces ‘Nariz’- no te haré daño. Te alimentaré y hablaré contigo, y en cuanto pueda, te pondré en libertad.
Y así hizo. Mató a los otros dos gansos, pero a Mimi le construyó un pesebre y la trató con dulzura. Al resto de cocineros les dijo que quería conservarla para una ocasión especial. El enano de la nariz larga le contó un día a Mimi su historia. Y ella, que había aprendido algo de magia de su padre, le dijo:
– Estoy segura de que el encantamiento que usó la anciana está relacionado con la hierba que no tenía tu madre… Si consigues dar con ella, podrás deshacerlo.
El enano de la nariz larga se quedó algo abatido… ¿Cómo averiguar en qué hierba pensaba la anciana?
La extraña petición del príncipe al enano de la nariz larga
Pasó que poco después, el Duque invitó a un buen amigo: el príncipe de un reino cercano. Durante quince días, ‘Nariz’ hizo que su estancia allí fuera perfecta. Tanto, que el príncipe le llamó y le dijo:
– Desde luego, eres un excelente cocinero. No repetiste un solo plato ningún día. Aunque… me extraña que no prepararas nunca la famosa empanada llamada “souzeraine”.
‘Nariz’ se sobresaltó. Jamás había oído hablar de aquella empanada.
– Pues mañana la tendrás, príncipe- dijo entonces el Duque- Qué mejor para despedirnos. ‘Nariz’, mañana deberás ofrecer esa empanada al príncipe.
El pobre enano de la nariz larga se fue a la cocina y comenzó a llorar. ¿Cómo iba a hacer un plato que desconocía?
– ¿Qué te pasa? ¿Por qué lloras?- preguntó el ganso Mimi.
– Debo hacer un plato que no conozco: la empanada “souzeraine”.
– ¡Vaya! Mi padre tomó varias veces esa empanada… Creo recordar cómo sabía. Puedo ayudarte, y al menos, nos aproximaremos. Espero que el paladar del príncipe no sea especialmente refinado y no note la diferencia si nos equivocamos en algo…
El enano de la nariz larga estaba contento. Su empanada era muy sabrosa. Se la llevó al príncipe, quien después de probarla, dijo:
– Está rica, sin duda, pero le falta algo muy importante que mi cocinera siempre le echaba…
– ¡Maldito enano!- gritó el duque- ¿Cómo osas en servir al príncipe algo imperfecto? ¡Haré que te corten la cabeza!
– Señor, espere… si me dice qué hierba falta, yo repetiré mañana mismo la empanada…
– Le falta una hierba a la que mi cocinera llama ‘estornudar con placer’. Si mañana me ofreces la empanada perfecta, creo que el Duque podrá perdonar este pequeño error- dijo el príncipe.
El enano de la nariz larga y la hierba ‘estornudar con placer’
‘Nariz’ regresó compungido a la cocina. Jamás había oído hablar de esa hierba… Pero de nuevo Mimi arrojó luz en medio de las sombras:
– ¡Yo conozco esa hierba! Además, solo florece en días de luna nueva, y justo hoy será esa luna. Debo saber si hay castaños cerca…
– Sí, cerca del lago- respondió ‘Nariz’- ¿Por qué?
– Esta hierba solo se encuentra a los pies de los castaños. Corre, vayamos a buscarla. Llévame contigo y yo te diré cuál es.
El enano de la nariz larga fue hacia el lago con el ganso en sus brazos. Al llegar, el animal comenzó a buscar como loco entre el musgo cercano a los castaños. Sus ojos se llenaron de lágrimas… ¡no encontraba la hierba ‘estornudar con placer’.
Entonces, ‘Nariz’ vio al otro lado del lago un castaño sombrío y apartado.
– ¡Mira, Mimi! ¡Tal vez allí!
El ave fue hacia el árbol y comenzó a bailar de contenta:
– ¡Aquí está! ¡Aquí está!
El enano de la nariz larga miró la hierba: era algo azulada y su flor, roja y con bordes amarillos, le recordó a la que vio cuando la anciana preparó esa extraña sopa que cambió su aspecto.
– ¡Es la hierba en la que pensaba la anciana!- dijo entusiasmado- ¡Probemos!
Al regresar a la cocina, Mimi le dijo que antes buscara todo el dinero que tenía. Si recuperaba su forma anterior, podría escapar con él. ‘Nariz’ hizo lo que Mimi le había dicho y luego preparó una sopa con la hierba. Comenzó a aspirar su aroma y sintió cómo sus músculos se desentumecían.
El cuello se estiró, los ojos se agrandaron… él creció y sus manos de pronto recobraron su forma correcta.
– ¡Ahora te has convertido en un joven muy apuesto!- dijo Mimi al verlo.
‘Nariz’ no podía creerlo. Al fin era el joven que debía ser…
– Te estoy tan agradecido, Mimi… Antes de regresar a mi casa, quiero llevarte junto a tu padre y que pueda deshacer tu hechizo.
El ganso lloraba de emoción. Ambos salieron del palacio sin que nadie se diera cuenta de que en realidad era el enano de la nariz larga quien escapaba. No le reconocieron.
El mágico final del enano de la nariz larga
Jacob cumplió su promesa y viajó durante días hasta que Mimi pudo reencontrarse con su padre, quien consiguió deshacer el maleficio. Después, Jacob regresó al pueblo y sus padres, entonces sí, le reconocieron. Les entregó el dinero que había ganado en el palacio del Duque a su padre y pudo abrir una tienda. Ayudado por su hijo, consiguió mucha fama.
Por su parte, el Duque y el príncipe se enfadaron al día siguiente de la huída de ‘Nariz’. Uno acusaba al otro de haberle engañado y el otro, de haber matado a su cocinero. El caso es que se enzarzaron en una guerra llamada la ‘Guerra de las hierbas’, que solo acabó con la paz ‘De la tarta’, el día en que el cocinero del príncipe hizo ‘la madre de las tartas’, la empanada Souzeraine con la famosa hierba ‘estornudar con placer’. El Duque la degustó a placer y nunca más riñeron.
Qué temas puedes trabajar con el cuento ‘El enano de la nariz larga’
Utiliza este precioso cuento de hadas alemán para reflexionar sobre:
- Las burlas y sus consecuencias.
- La verdadera belleza está en el interior.
- El valor de la caridad.
- La cooperación.
- El valor de la gratitud.
Reflexiones del cuento ‘El enano de la nariz larga’
‘No hay mal que por bien no venga’, que suele decir el famoso refrán español. Y sí, así es. Cuando parece que peor te van las cosas, que cometiste un error cuyo castigo te pesa… resulta que ese ‘error’ era un eslabón imprescindible de una cadena que te lleva a un futuro mejor. Ay, el destino y sus ‘piedras’ en el camino que luego resultan ser un trampolín:
- Las burlas tienen su castigo: Resulta que el enano de la nariz larga era un niño que ayudaba a sus padres, bondadoso y amable. Pero cometió un pequeño error, el de burlarse del aspecto físico de una anciana de horrible apariencia. Las burlas no quedan impunes. Y en este caso, el niño recibió una gran lección. Sería como aquella anciana que le repugnaba, para aprender que lo importante no es el exterior, sino el interior que cultivamos.
- Un tropiezo que en realidad fue de ayuda: ¿Qué hubiera sido de aquel niño de no haberse convertido en el genial cocinero que fue como el enano de la nariz larga? Tal vez un simple ayudante de un pobre zapatero... o un sirviente… ¿un limpiabotas? En realidad, la extraña anciana conocedora de la magia a través de las hierbas, le hizo ‘un favor’. Le enseñó a ser el mejor cocinero para que pudiera ganarse la vida de mayor. Una especie de ‘instructora’ o profesora de una educación que duró siete años.
«Muchas veces los obstáculos y errores son eslabones necesarios en la larga cadena de nuestra vida.»
— (Reflexiones del enano de la nariz larga)
Más reflexiones sobre El enano de la nariz larga
- Lo importante es lo que uno vale: Sí, el enano de la nariz larga al principio provocó rechazo entre la gente. Su aspecto era terrible… pero pronto consiguió hacerse respetar, y lo hizo demostrando su talento en la cocina. Nadie puede resistirse a admirar el talento, sin importar el aspecto exterior de la persona. Así que el enano de la nariz larga pronto pasó de ser un ser despreciable a un talentoso cocinero al que todos respetaban.
- Las recompensas a la bondad: El enano de la nariz larga no dudó en perdonar la vida al ganso ‘hechizado’, recordando que él también pasó por algo así… La empatía le hizo ponerse en su lugar y ser caritativo. Y este acto, sin que él lo supiera, se convertiría en la clave de su ‘salvación’. La gratitud del ganso por tratarle tan bien llegaría en forma de remedio para su deformidad. Y es que la gratitud recompensa con grandeza los pequeños gestos de amabilidad y caridad.
Cada cual recibe lo que da. A su vez, el enano de la nariz larga también supo recompensar al ganso por su ayuda, y le acompañó hasta la casa de su padre para ayudarle a recuperar su forma humana. Bondad que se devuelve y crea un círculo perfecto.
«Cada uno recibe lo que da.»
— (Reflexiones sobre ‘El enano de la nariz larga’)
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